Capítulo 1 🌹

95 15 7
                                    

Eric, agotado, entraba a su casa.

— Hola, ¿Cómo estás?— Apenas puse un pie en mi hogar un bostezo se me escapó, lo único que quería era sentarme.
— Alabada sea la magia, Eric. No te olvides nunca del saludo formal, te ahorrará problemas— Marcó mi madre, Olivia— No importa que ya estés aquí dentro.
— Perdón, no me di cuenta— Me disculpé, aunque en el interior me cuestionaba porqué debía alabar lo que me condicionaba a una vida inferior.
— Y estoy bien, gracias por preguntar, ¿Cómo estás tú?
Las canas se comenzaron a presentar en su cabello negro. Al menos, sus ojos seguían igual de castaños como los míos.
A veces mi madre se burlaba de que, si seguía rebuscando formas de ganar dinero, me saldrían canas como a ella, pero no por vejez, sino de estrés.
Sin embargo, ya en mis diecisiete años, decidí trabajar los viernes y fines de semana como mesero en una cafetería, a la par de mis estudios.
— Digamos que estoy bien— Comenté en un intento de sonar positivo. Por algún motivo nunca queríamos decepcionar a la familia cuando se trataba de nuestro malestar, ¿por qué será?— Deseo darme un buen baño caliente y echarme a descansar.
— Lo veo medio difícil, nos suspendieron el agua hasta mañana por unos supuestos arreglos en las cloacas, pero, si me preguntas a mí, no vi a ningún trabajador arreglar nada.
Suspiré una carga de decepción, ni siquiera tenía agua mientras que otros llenaban sus tinas por horas cada día.
— Si te sube los ánimos, anunciaron que mañana habrá una entrevista a esa cantante que escuchas, emm... ¿Astrológica?
— Astrid, mamá— Mi risa sonó cortante, mi boca estaba seca, no había tenido tiempo de beber agua.
Me acerqué a la mesa, el vaso lucía pequeño en mi mano morena.
— Bueno, es parecido— Puso sus ojos en blanco y se rio.
— No— Respondí con una sonrisita que no aparecía desde la mañana que nos despedimos.
Acto seguido me dirigí a mi habitación para ponerme algo más cómodo. Ya era de noche, opté por la ropa de dormir.
Ansié quitarme las zapatillas que a mis pies encerraban, sentía que no era capaz de dar ni un paso más.
Al tocarlas di con una textura rugosa, barro.
— Gracias, hermosas calles de tierra— Murmuré a mí mismo, irónico. Ojalá se extendiera la urbanización a este extremo de la ciudad.
Hasta en aquel día me sorprendí por la poca distancia entre mi cabeza y el marco de la puerta, a pesar de no tener tiempo suficiente para dedicarme al deporte, era alto.
Volví al comedor, lo único que mi corazón quería era cenar en paz y conversar con mi madre antes de ir a la cama.
La mesa ya servida con unos platos de comida emanaba un aire incompleto.
— Hoy fue un mal día, dieron poca propina— Resoplé dejándome caer en la silla.
La casa era reducida, por suerte, solo éramos mi mamá y yo.
En la habitación había una mesa, dos sillas y una TV apoyada en un mueble repleto de cajones, nada más.
Siempre me pregunté qué sería tener un sofá cómodo en el que recostarse.
— No te preocupes, querido— Se cruzó de brazos— Lo más valioso es el esfuerzo.
— Con el esfuerzo no podemos ser felices— Me reincorporé en el asiento.
Me hubiese gustado añadir que tampoco llenábamos estómagos con esfuerzo.
— ¿No eres feliz?
— Sí, pero me refería a estar sin preocupaciones de tener que llegar a fin de mes...
Aún nos manteníamos a flote, pero ya estábamos en el limite de ingreso a la pobreza.
— Siempre hay preocupación en toda felicidad— Olivia movió un mechón de su cabello atrás de su oreja— ¿Quieres que te cuente lo que comentaron que se iba a hablar en la entrevista de Astrid?
Asentí con la cabeza, dispersar mi mente con mi cantante favorita era mejor opción que pensar en la crudeza que nos azotaba.
Cualquiera preferiría callar sus pensamientos y no cuestionarse nada.
— Pues...— Puso una mirada pensativa— Dicen que tienen una primicia sobre el Festival del Florecimiento.
Sin duda alguna, tenía que ser el evento que atravesaba a todo el reino.
— Sé que es una festividad patriótica importante, pero, ¿Por qué hay gente que se inscribe para morir?
— La respuesta es obvia, dinero— Percibí cierto disgusto por lo bajo de sus palabras, veneno en el fondo de la copa de vino— Solo hay pocas personas más ambiciosas que buscan recibir un puñado de la magia del principe.
Me imaginé lo que sería recibir aquella porción de magia, lo cambiaría todo. Además, ser un Mágico te aseguraba una vida poco más digna que ser un No Mágico, quienes ni siquiera teníamos un nombre propio, éramos la derivación negativa de los que sí poseían el don.
La cena transcurrió silenciosa, fuera de lo común, estábamos acostumbrados a charlar juntos hasta la hora de ir a la cama.
Esta vez nos quedamos observando la diminuta televisión que emitía las noticias de hoy.
Esa noche celebré por tener comida que cenar, en algún momento iba a llegar el día que ya no tuviéramos alimento que comer, entonces, ¿qué?
Mis estudios irían en caída libre por la falta de concentración del hambre, más las horas extras de trabajo. A mi madre se le disminuiría el dinero en billetera y aumentarían sus ojeras de cansancio, pero sobretodo, seríamos manipulables.
Nuestros estómagos vacíos tomarían la primera oportunidad para llenarse, susceptibles a quien sea. He escuchado casos que se unían a sectas o se involucraban en negocios ilegales, me perturbaba.
A veces me gustaría poder cambiar el destino que teníamos como familia.
Al haberse embarazado de mí, mi progenitor (no merecía el nombre de padre) nos abandonó.
Olivia fue mi gran ejemplo a seguir desde mi infancia. Siempre trató de ser positiva, aunque yo creía que era mejor ser realistas, nuestra situación no era una de las más encantadoras.
— ¿Seguro que te sientes bien?
Bajé la vista a mi plato, no se podía ocultar nada a una madre, ellas leían a sus hijos como libros.
— Solo me duelen un poco los pies— Confesé a la vez que le intentaba restar importancia.
Me dolían los pies, mi orgullo estaba por el suelo, el dinero no ingresaba y el mundo pronto nos aplastaría.
— Ya algún día nos tomaremos unas relajantes vacaciones y descansaremos lejos de acá.
Nosotros vivíamos en Mordar, una ciudad alejada de la capital. Aquí se veneraba a la Reina Ivonne, poseyendo un gran templo en el área céntrica de la ciudad.
Respetaba la figura de autoridad, no era problemático, pero no era tan fanático de la Familia Real. A mi parecer, eran egoístas que solo pensaban en más riquezas para ellos y dejaban muchos sectores de la población en vulnerabilidad.
No los conocía, no podía juzgarlos. De no ser que, si de algo estaba seguro, era que no tomaban medidas que resguardaran a las personas que sufrían infinidades de problemas, tampoco el Primer Ministro colaboraba.
Cuando terminé de comer, encendí mi teléfono celular por primera vez en horas.
Me gustaría usarlo para jugar a videojuegos como otros, no tenía el tiempo privilegiado para eso. A veces leía historias digitales, los libros en físico eran un lujo que no podía permitirme.
— Mañana es sábado, ¿verdad?— Una mueca de duda se dibujó en el rostro de Olivia.
— Así es— Luego de contestar me di cuenta de que, al día siguiente, también tendría que trabajar— Me da pereza ir a la cafetería mañana. Además, debería estar estudiando para un examen del martes, me dan ganas de saltar de un puente.
Olivia se rio y me dedicó una mirada afectiva.
— ¿Por qué no vas a dormir ahora y repones tus energías? Aprovecha la noche, yo haré lo mismo.
Asentí con la cabeza y me fui a acostar.
Me apenaba tanto que tuviéramos que vivir en esta situación. Mi mamá era una buena persona, no merecía tener que explotarse tanto en su empleo para simplemente vivir, si era que a eso se le podía llamar vivir.
Una vez acomodado en mi cama, cerré los ojos y la rutina de trabajo exhaustivo que me esperaba al día siguiente se cruzó por mi mente en un bucle sin fin.
Ya me agoté de tener que, todo el tiempo, dar lo mejor de mí. Lo único que siempre quise era descansar sin riesgo a que algo malo nos pasara a mí o a mi madre.
Era un ave que solo caminaba, ¿Cuándo llegaría mi momento de poder usar mis alas?
Fue ahí cuando la idea de inscribirme al Festival del Florecimiento se coló en mí.
Allí podría ganar el dinero para subsistir sin miedos al hambre o a renunciar a servicios. Esa era la solución a mis problemas.
Podía morir, pero, al menos así garantizaría que Olivia pudiera pasar el resto de su vida sin sufrir, aunque estuviera dolida por mi perdida, era capaz de superarlo, o eso creía.
Ella sufrió mucho al inicio de su vida, quería darle un final en el que estuviera en tranquilidad hasta que su día llegase.
Me anotaría como participante del festival, iba a triunfar y lograría el alivio que necesitaba.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora