Capítulo 44 🌨️

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Con la corona en su cabeza, Crystal prescindía de sus deberes.

Como en los días normales me tendría que haber dirigido a la enfermería a intercambiar palabras con el ganador, pero ya estaba todo dicho.
La muchacha ganó, le festejamos y posiblemente esté con Robin. Fin de la historia.
No tenía intención de cruzarme con él, no después de reclamar que revirtiera el hechizo a ese criminal en contra del amor y exponer públicamente su vínculo con Elena.
De todos modos, en estos tiempos, un problemático de su clase no era de gran importancia. La amenaza provenía del otro concursante.
Su descaro al habernos llamado "asesinos" trascendió cada límite de la decencia y razón.
Esa misma noche nos sentamos, los miembros de la Familia Real, para debatir lo sucedido.
Elena, por un lado, había dicho que desde un principio ella puso en duda la celebración del Festival del Florecimiento y que esa decisión recaía en mí. Como siempre, quiso jugar a su papel de ser la santa moral.
Luego estaba Emily, que insinuó que quizás deberíamos investigar las causas del porqué de su accionar.
Aunque, Jesse Thomas, (¿antes me olvidé de mencionar que estuvo allí? A veces su existencia me era insignificante) postuló que la mejor opción era expulsarlo del festival y declararlo Traidor a la Magia.
Esa fue la opción que más me tentó, pero decanté en lo que Albert propuso: hacer del Festival del Florecimiento un evento popular.
Popular puede significar dos cosas, que sea reconocido o que sea perteneciente del pueblo. Lo que necesitábamos era que el público se enamorara de la festividad, que la sintieran suya, así ninguno cuestionaría los pequeños matices fraccionales.
Fue por eso que aplicamos cambios que acortaran la lejanía de la opinión pública. Y pensar que yo que en un principio consideré que Albert haría que la fecha patriótica pareciera una fiesta.
El himno servía para despertar unidad, el comentarista funcionaba para endulzar, la premiación era para generar aspiración a un logro como ese y más por el estilo. Ser parte de una nación era la moda.
El único rol de Ivonne fue mandar a ejecutar la orden, por el resto solo fue un decorado mientras debatíamos.
Sin embargo, fuera de las medidas tomadas (que esperábamos que dieran resultado), se armó revuelo entre los miembros de la pequeña familia por la mención que realizó Robin a Elena en aquel programa de televisión.
Ella no sacó el tema a colación, pero surgió apenas Jesse Thomas abandonó la habitación. Emily se vio interesada por conocer la historia de Elena con el muchacho y Albert se quiso involucrar con el exclusivo fin de determinar si afectaría nuestra imagen.
Quizás fui yo quien inició esa conversación y, en respuesta, Elena trajo a la luz mi paño sucio por lo que me tuve que dirigir a la casa de Gregory a deshacer el hechizo. Albert se hizo una furia al enterarse de que aún no lo había remendado.
Una pinza pinchaba mi orgullo por haber tenido que volver al hogar de ese jovenzuelo. Además, me arriesgaba a ser visto de nuevo, la vez pasada un paparazzi de la revista Vivianne publicó fotos de nosotros en el café.
Se suponía que los príncipes no pedían disculpas, solo llegaban en un punto de la historia y daban un final amoroso en el que todos vivían felices para siempre.
Sin embargo, me decepcioné al ver que hice de todo, menos un final amoroso.
— Su Majestad, alabada sea la magia— Los ojos ámbar de Gregory lucían hinchados (¿estuvo llorando?) y unas ojeras los adornaban.
Para deshacer el encanto tenía que ser en una chance que no estuviera bajo su radar visual, de lo contrario, advertiría mi magia y eso podría poner en juego mi reputación.
— Larga vida a la Corona— Los saludos formales eran imprescindibles para todos— ¿Cómo te ha ido en estos días? ¿Te sientes bien?
Gregory me invitó a sentarme a su lado en un sofá.
Su piel oscura carecía de brillo, era como un carbón húmedo que jamás se volvería a encender en una flameante llama.
Las cortinas estaban cerradas, la luz era demasiado escasa. Me sentía como en el funeral del sol y el reino de las nubes grises.
— Mira, en versión corta, no, no me siento bien— De pronto sus ojos parecieron iluminarse— Pero tú eres el Príncipe del Amor, me vas a entender y ayudar.
Le dediqué una sonrisa. Obviamente, revertir el hechizo podía esperar, quise disfrutar de mi victoria por un rato.
— Desde la última vez que nos vimos he estado experimentando emociones nuevas— Hizo una pausa en la que su vista se perdió en el vacío— Es como si hubiesen desenterrado un sentimiento de lo más profundo de mi inconsciencia, ¿se entiende?
— Por supuesto, querido súbdito— Asentí con la cabeza, en regocijo de mi traviesa venganza— Pero, ¿de qué es ese sentimiento del que hablas?
Quería llegar a la cereza del pastel.
— Me siento tan... solo— Sus ojos se posaron en sus manos. Me crucé de brazos. La soledad no debía ser un factor para desear el amor, la búsqueda debía empezar cuando uno estaba listo, no tedioso— Necesito tener algo, estar de novio, aunque sea una aventura efímera. No sé, pero, el problema es que no soy como esas caras bonitas.
Mi sonrisa se desvaneció. Mis brazos cruzados se pegaron aún más a mi cuerpo cuales cadenas.
— ¿Disculpa?— No comprendí la relación de la belleza con el amor.
Gregory suspiró, en parte decepcionado.
— En el espejo solo veo los defectos que me impiden ser amado, en las fotos veo los motivos por los que no estoy acompañado. No soy atractivo.
Sacudí mi cabeza, desconcertado, e hice una mueca.
— La verdadera belleza está en el interior...
El muchacho puso los ojos en blanco.
— Es como cuando los adultos ya casados te lo decían en la infancia, ellos ya encontraron el amor y no viven en el mundo actual donde es más difícil buscarlo con todos encerrados en las pantallas— No podía negar que las personas a «clicks» de distancia preferían buscar lo idealizado. Era como un mercado de manzanas rojas y verdes, si la moda eran las rojas, ¿Escogerías las verdes?— Y a ti te resulta fácil decirlo, con la cara soñada, en la mejor situación del reino y con todos en disposición.
¿Cara soñada? ¿Todos en disposición?
Sí, tenía muchos criados a mi disposición, pero no entendía la conexión de eso con mi decir.
— Solo mírate, con el ceño fruncido y una expresión de idiotez te ves perfecto...
Me ruboricé y me mordí el labio inferior con enfado.
— ¿Eso es un insulto o un cumplido?
— Yo no tengo nada de eso— Pasó de largo mi interrupción— No soy un rubio de ojos celestes que con una vista rápida logra impactar en cada persona— Dentro de su mirada, un mar de angustia se reflejaba— Ni mi nariz es grandiosa.
Llevé mi mano a la mía.
— El amor no son esas cosas que dices, y nada pasa con tu nariz...
Gregory se rio, aunque fue una risa apagada.
— Vives en lo profundo de una caja. Así funciona hoy en día y, si no es como digo, ¿entonces por qué estoy tan solo?
¿En serio este era el mismo chico que con descaro me desafío diciendo que el amor con otra persona no era posible si no eras el primero en amarte?
Me rasqué la sien e incliné mis cejas.
¿Qué era lo que había hecho?
— Pensé que tener sueños como ser escritor era todo lo que necesitaba, pero veo a cada adolescente salir de fiesta, beber, con sus amoríos salvajes y sus romances joviales. Yo no tengo nada de eso, no vivo el sueño adolescente. Estoy malgastando mi vida, la juventud.
Un pequeño sollozo se escapó de su boca, parecía que su alma estaba por quebrarse en miles de cristales.
Cada palabra que pronunció fue un puñal a mi existencia. Tampoco viví nada de eso, jamás experimenté conocerme con un otro, siempre conmigo mismo bastó para saber quien era y en ningún momento me sentí necesitado de amor.
Él era igual a mí y yo le impedí que siguiera así.
— Oye una vez un conocido...— Me detuve en seco y esbocé una sonrisa piadosa— Un amigo...— Corregí al mismo tiempo que le levanté su mentón con mi mano— Me dijo que el amor no necesariamente tiene que ser de una pareja. De hecho, ahora puedo ver que quizás el amor no es necesario, es solo un querer más en esta vida, porque él antes no lo necesitaba, era un tigre feroz y ahora es un gatito desamparado.
Gregory rompió en llanto. La lástima me carcomió la existencia, supe lo que tenía que hacer.
Le di un abrazo honesto.
Su cuerpo se sentía tibio, como un fuego en medio de una tormenta de nieve, así que yo mismo me encargaría de ser quien lo mantuviera encendido, echando leña y siendo el que prestara su calor.
Durante ese abrazo comencé a mentalizar las palabras para deshacer el hechizo que le introdujeron aquellos pensamientos intrusivos.
Con mi cabeza apoyada sobre su hombro yo veía las yemas de mis dedos emitir un brillo celeste, pero él no.
— Un encantamiento se ha arrojado y una víctima ha afectado, reconoce el embrujo— Musité las palabras tan bajo como pude, hasta el punto que parecía que solo hacía el gesto con los labios. Las fórmulas para contrarrestar hechizos casi siempre eran iguales, solo cambiaban algunos versos— Destruye los muros construidos sobre la semblante paz, el amor ya no es más tu necesidad, eres libre de la cadena que te han impuesto— Sentí un leve escalofrío en el contrario, no supe distinguir si era por mi magia. Me causó pavor que intentara alejarse y dar fin al abrazo. Entonces, por más que seguía escuchando el murmuro de lágrimas, empecé a subir y a bajar un poco mis manos sobre su espalda con tal de retenerlo. Me pareció que hasta lo disfrutó— La magia te ha hecho esto, la magia te lo revertirá, mañana de nuevo el sol saldrá y podrás sanar.
A pesar de que finalicé sostuve el abrazo el tiempo necesario para que se reponga.
Su aliento húmedo acariciaba mi oreja a la par que, desde su espalda baja, mis manos subían hasta sus hombros en un movimiento constante.
Sentía la suavidad de su remera celeste, percibía los surcos de las vértebras debajo de su piel y la nueva calidez que emanaba su cuerpo por la cercanía.
¿Hacía cuanto tiempo no abrazaba a alguien?
Gregory se sorbió la nariz y lo tomé como señal de apagar el consuelo.
— Gracias— Agradeció entre lágrimas que limpió con el puño de su ropa.
Él pensó que solo lo consolé, pero hice mucho más que eso, solucioné el propio mal que generé.
Al poco tiempo, me despedí del muchacho y abandoné el departamento con la cabeza hecha un revoltijo.
¿Por qué las personas, principalmente jóvenes, preferían sufrir por falta de noviazgo en vez de abrazar la vida? Atarse a que uno estaba solo y que no debía ser así era tan malo como atarse con alguien que te lastimaba para añadir drama o emoción a la vida. ¿No sería más fácil si, en vez de forzar la unión, diéramos tiempo a que surgiera el verdadero amor?
Mis pasos en el pasillo del edificio se realentizaron.
¿Por qué malgastar el posible desarrollo personal en desear que un otro nos amara? En nuestra inutilidad de anhelar lo que otros tenían era cuando desperdiciabamos las fuerzas para mejorar.
Jugueteé con un mechón de mi cabello, mordiendo mi labio.
¿Existía algún remedio para el amor? El desear cariño dejaba en estragos a la verdadera personalidad de uno mismo.
Intenté tragar saliva, mi boca estaba seca.
¿Por qué a los adolescentes se nos obligaba a tener que ser fiesteros, románticos e imprudentes para poder ser adolescentes reales? No todas las juventudes tenían que ser iguales para poder ser disfrutables.
Las náuseas se apoderaron de mí en una vertiginosa danza.
¿El amor verdadero realmente existía para todos o solo para afortunados? Me aterraba la idea de que quizás era más probable que un dios se muriera a que yo hallara alguien que me apreciara.
Mi respiración se tornó en jadeos.
¿Fue una victoria el hechizo contra Gregory? Éramos iguales, solo que no fui capaz de verlo hasta hoy. Yo no iba a fiestas, no tenía amigos, ni pareja.
Me derrumbé contra una pared, con la vista nublada y las manos en la cabeza.
¿El ser príncipe me quitó esa parte de la vida común? Estaba en una posición de privilegio, pero en lo humano quizás estaba en la miseria.
Me eché a llorar, hecho una bolita.
Y, por primera vez, no me importó si alguien me veía entregado en la eterna tristeza en la que siempre estuve inmerso.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora