Eric se despertó y una pesadez interior le reprimía su motivación.
En primera instancia del día, una sombra invisible me drenaba mi ánimo y hacía que sintiera que todo iba más lento, como si de una máquina oxidada se tratase.
Algo no estaba funcionando bien en mis estructuras emocionales.
Tomé una decisión apresurada y ahora tenía miedo.
Cuando la visita al templo de Pearl llegó a su fin, me dirigí junto a Mary Margaret a inscribirme al Festival de Florecimiento.
Pero esta mañana corrí la cortina por primera vez en todo lo que llevaba de travesía y la incertidumbre que me generaba el no saber si volvería a ver a mi madre.
Me fui de casa con el ambiente tenso de la discusión sobre si era buena idea ser parte de esto y no quise escucharla a ella por solo concentrarme en lo que yo creía correcto.
Ahora que la luz de la impulsividad se había apagado, brillaban las estrellas de los defectos y temores.
Estuve a nada de tomar mi teléfono para llamar a mi mamá cuando se escucharon unos golpes suaves en la puerta de la habitación.
— Buenos días, alabada sea la magia, Eric— Saludó Mary Margaret detrás de la entrada— Voy a hacer té, ¿Quieres que te prepare una taza?
Mi mente aún somnolienta y abrumada de pensamientos tardó en procesar la pregunta.
— Sí, por favor.
Mordí mi lengua, me había olvidado del saludo formal.
— Bueno, en unos minutos te avisaré cuando ya esté listo.
Sus pasos se oyeron alejar.
Empecé a buscar alguna prenda dentro de mi maleta, aún no la había desarmado.
Me traté de arreglar mi maraña castaña de pelo lo mejor posible, en una sociedad de superficialidades la apariencia lo era todo.
Mary Margaret me avisó que el desayuno estaba listo.
Abrí la puerta de la cocina por primera vez desde que mi instalación en el departamento de Mary Margaret y me encontré con una habitación bonita.
Transmitía buena energía y lucía acogedora con sus paredes celeste pastel mientras el piso blanco presumía su carencia de manchas.
En el centro se ubicaba una mesa con varias sillas, asumí que allí se debía comer cuando habían visitas. Luego de esta, seguía una barra con tres taburetes y atrás se encontraba el espacio para cocinar que a su lado había una pequeña ventana.
— Aquí está tu té.
Lo apoyó sobre la barra y me senté frente a ella que tomaba su bebida de pie.
— Pareces cansado, ¿Dormiste bien?
— Todo bien, simplemente estoy un poco pensativo— Tenía un desayuno y un techo, los problemas en mi mente ya eran otro asunto— ¿Tú amaneciste bien?
— Casi, un hombre con el que trabajo me empezó a bombardear de mensajes desde hace varias horas— Mary Margaret dio una pausa para dar un sorbo de su té y puso una mueca— Hoy tengo un evento al que asistir y es bastante complicado organizarme porque quien debería ser la estrella se quiere ausentar.
— ¿De qué trabajas? Yo, por ejemplo, era mesero, gracias a eso pude venir.
Mary Margaret le puso una cucharadita de azúcar a su bebida.
— Pues, soy maquillista—El tintineo que se producía mientras mezclaba me traía recuerdos de los clientes cuando les servía sus platos— Sé que suena algo poco relevante a simple vista, pero yo me encargo de maquillar a una celebridad juvenil.
Arqueé mi ceja con la curiosidad de un gato.
— Aunque no lo creas, yo soy la mano detrás del maquillaje de la cantante Astrid.
Solté un pequeño grito ahogado y una invasión de emoción me tomó.
— ¿No es alguna especie de broma que no entiendo?
Mary Margaret me negó con la cabeza con una sonrisa que demostraba una combinación de orgullo y gentileza.
— Pensé que Sara lo presumía en todos lados.
Quedé asombrado ante tal revelación, esperaba que trabajara como policía o que fuera maestra, fue tan inesperado que dejé caer mi mandíbula y no podía dar el último sorbo.
— Entonces, ¿qué es ese evento que mencionaste antes?— Pregunté intrigado, no quería sonar interesado. El mismo calor que sentían mis manos en contacto de la taza se trasladó a mis mejillas.
— Hoy es el vigésimo aniversario de la revista "Vivianne La Fleur", y ya sabes, por su importancia nacional invitaron a algunas de las celebridades más emblemáticas que hayan aparecido en sus portadas para una lujosa cena que prometió ser "la gala del año"— Explicó al mismo tiempo que torcía su boca— Astrid es una invitada a la celebración, y al parecer hoy no se encuentra de buenas, por lo que, su mánager, me pidió ayuda.
— Oh, ya veo, te toca la parte complicada.
Se me hacía rara la idea de que una persona famosa pudiera sentirse mal, siempre que se les veía sonreían o hablaban con euforia.
Me hacía fruncir el ceño imaginarme a Astrid acostada en una cama descansando del dolor al igual que alguien ordinario.
En sus canciones habían algunas letras fuertes, pero nunca me pregunté lo que tuvo que vivir para componerlas. Después de todo, ella era una persona, podía sentir lo mismo que cualquier otro.
— Pero bueno, ya demasiado trabajo en la mañana— Mary Margaret apoyó su vaso, ya vacío, en la mesada— Cuéntame sobre tu decisión de participar en el Festival del Florecimiento, si no es demasiado intromisión.
La pregunta me tomó desprevenido, por un momento caí en las tinieblas del olvido y dejé pasar por alto todo lo que me preocupaba, azotando de nuevo como las olas del mar.
Se empezó a formar un nudo en mi estómago, haciéndole barrera al té que tomé. Se me erizaron los pelos de mis nervios, el rostro angustiado de mi madre me acosaba y no me permitía responder.
Abrí mi boca para contestar, sin embargo, fui interrumpido por el ruido del teléfono de Mary Margaret en señal de que alguien la estaba llamando.
— Dame un momento— Dijo a la vez que atendía y abandonaba la habitación por unos minutos.
Me quedé en un silencio repentino que me adentraba en la desesperación que rugía dentro mío respecto al Festival del Florecimiento.
Un paso falso y todo lo que me sostenía dejaría de existir.
Un paso falso y mi vida misma dejaría de existir.
Un paso falso y todo habría sido un sacrificio inútil...
— Eric— Me di vuelta para mirar a Mary Margaret, quien me nombró desde la puerta de la habitación— Ahora mismo me tengo que ir a realizar un deber del trabajo, así que te dejo una copia de la llave del departamento en caso de que quieras salir o tengas una emergencia, sé que no debo dejarte solo en tus primeros días en una ciudad nueva, pero es un asunto que me requiere, así que, si sucede algo mientras no estoy, avísame.
La acompañé hasta la puerta y nos despedimos. Le deseé buena suerte y ella a mí.
Si fracasaba en el festival, moriría lejos de mi hogar, apartado de mi única familia.
Estaba solo.
Solo en la gran ciudad.
Solo con mis pensamientos y temores.
Me senté en el sofá de la sala de Mary Margaret y me quedé allí, mientras lo desconocido gobernaba mi mundo.
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Traidores a la Magia
Teen FictionEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...