Capítulo 45🌹

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Eric ingresaba al departamento que compartía junto a Mary Margaret.

Regresábamos de presenciar la lucha de Henry con una muchacha en el Festival del Florecimiento.
La victoria fue de Henry y le hicieron la misma ceremonia de reconocimiento que le otorgaron a la chica del día anterior, Ashley. Al parecer esa era la nueva movida.
Fue de mi agrado que Henry saliera victorioso, aunque aún me seguía pesando el fallecimiento de Leah. Su familia ya cargaba con un dolor por culpa de Los Barrios y se le sumó la muerte de su hija en un evento organizado por la propia Familia Real, sus almas debían consumirse en ira, la pena removía mi tranquilidad. Más motivos de no arrepentirme por llamarlos asesinos.
Cada vez que se daba una batalla en la que Crystal se emocionaba entre sonrisas y aquella paz de mandatario, era una punzada a mi ego.
Sin embargo, el perturbador alivio que me traía la victoria de Henry me hacía distraer de mi odio.
Incluso, pensé en ir a visitarlo a la enfermería como excusa y, así, ver al misterioso enfermero Alev una vez más. Quería conocerlo, saber de él. La confianza en sus movimientos, la manera honesta en la que escupía las cosas, su talento, todo encendía sirenas que atraían mi atención, era como si me hubiese encantado.
De igual manera, no tuve suficiente valor para acercarme, me convirtió en un ser tímido.
Atravesé la puerta de entrada detrás de Mary Margaret, el característico aroma de coco sucumbió a mi nariz.
Que ella me hubiera aceptado para habitar en su hogar durante mi estadía en la capital fue el gesto más noble que pude conocer. Mary Margaret se transformó en una de las personas que más admiraba: sensata, generosa y amigable. Su bondad conmigo despertó mi propia gentileza, ¿qué no era así como funcionaba eso? Los humanos solo imitábamos a otros humanos, si nuestro ejemplo era amable seríamos iguales, si nuestro ejemplo era vengativo copiaríamos la violencia.
La mayoría de hombres buscaban entre otros hombres alguien a quien admirar, pero yo no necesitaba eso, Mary Margaret era quien encarnaba los valores que yo quería adquirir, por eso era mi modelo a seguir. Era tan ridículo que los hombres no fueran capaces de admirar a una mujer, ellas eran mucho más humanas que varios de los salvajes hombres que los jóvenes idolatraban.
— Eric, ¿gustas de una taza de café?— Ofreció Mary Margaret con tal de distraernos del sangriento festival y de la muchedumbre de cámaras que aún insistían en hablar conmigo, ¿Para qué habré escrito ese mensaje?
No era una celebridad, no quería salir en televisión nacional por haber asesinado a otra persona ni por ser un trasgresor de las normas.
— Sí, me gustaría, gracias— Acepté su propuesta a la vez que caminábamos entre las paredes blancas del pasillo hacia la cocina.
Una vibración en mis bolsillos atrajo mi atención. Metí mi mano y saqué mi celular que recibía una llamada entrante.
Se trataba de una persona a la que no podía ignorar, Olivia, mi mamá.
— Solo aguardame unos minutos— Le comenté a Mary al mismo tiempo que cambié mi rumbo a la habitación de invitados. No quería llamarla "mi habitación", jamás podría saber si me moría en la próxima ronda o si solo era una parada pasajera en toda mi vida, no me sentía merecedor de aquella pertenencia.
Atendí el teléfono y nos saludamos de manera cálida, nos extrañábamos. Después de todo, el amor de la familia era lo único que conocíamos y lo único que transmitíamos con el mundo.
No hablábamos en llamada desde mi victoria pasada, ella estuvo decepcionada con mi actitud cuando escribí aquel mensaje a la Familia Real.
— ¿Cómo te fue hoy? Yo ni pude mirar ese festival. Ya no lo soporto, es tan desgarrante— Comentó mi madre en escape a su fastidio.
— Yo tampoco lo soporto la verdad, me atormenta, cada participante me da lástima porque podría ser yo...— Me percaté de la negatividad que irradiaba, por lo que me apresuré por remediarlo:— Extraño estar en casa junto a ti, Battletown es tan caótica como su nombre lo dice.
Una sonrisa se asomó en mis labios ante los recuerdos de compartir hogar con mi mamá, la calidez de sus abrazos y el contacto humano.
— Pero aquí es lo mismo que allí, solo que con otro nombre.
De haber estado en frente suyo hubiese visto mis ojos en blanco.
— Lo sé, pero el estilo de vida acá por algún motivo se siente distinto. Más movido.
— Eso es porque estás en el centro, si te mueves a la periferia verás la misma vida que tenemos nosotros, replicada tal cual— A mi mente vinieron las calles de tierra, las luces anaranjadas, las paredes de ladrillo sin pintar y los perros abandonados a su suerte— Por algo no somos centro, solo adornamos lo perfecto, pero lamentablemente somos el marco roto.
Me dio incomodidad a donde desembocaba la conversación, quise cambiar su rumbo con el primer comentario que se me vino a la mente.
— Imagínate si un Festival del Florecimiento sucediera por casa.
— Basta, no me hables de eso, ya me agota verlo todos los días en todas partes— Obtuve la reacción contraria a lo esperado, seguro se llevó las manos a la cabeza con estrés— A partir de ayer la gente solo habla de eso y escarban por cada oportunidad de saber más sobre los competidores, hasta he visto remeras que dicen la palabra "Asesinos" mientras hacen teorías de quién podría ganar. Los edadianos quieren ser parte del Festival, ganar una porción de la magia del príncipe del amor.
— No entiendo cómo pueden estar tan sedientos por más, al principio era todo por dinero y ahora solo ven una cara de la moneda como si la otra no les hubiese tentado primero, desde mi enfrentamiento que los medios de comunicación están desesperados para que hable con ellos.
Me senté en la cama, ya no podía mantenerme más de pie.
— No lo estarían de no ser del ofensivo acto que hiciste...
— ¿Por qué los defiendes?— Siseé, tajante.
— ¿Por qué te inscribiste?
— Por su culpa, si mi vida fuera fácil como la de ellos no buscaría atajos rápidos para llegar a eso.
— ¿Te crees que existe algo mejor? Nada mejorará y los Primeros Ministros son el ejemplo de eso, todavía están todos esos defensores de Jesse Thomas que lo sostienen a muerte cuando es solo un vendido a los elfos, un vende tierras, un vende cultura, un vende patria.
Quise cruzarme de brazos y morder mi labio, pero me limité a levantarme de la cama.
— ¿Y entonces qué? ¿Nos callamos?
Me acerqué a la ventana de la habitación. Necesitaba ver movimiento, necesitaba ver vida, necesitaba saber que el mundo seguía girando mientras estaba dentro de esas cuatro paredes.
— No, hijo, solo te estoy pidiendo una cosa...
Y yo sabía cual era. Era el motivo de mi llanto en las noches.
Mis pecados flotaban en el aire gracias a todas mis acciones impulsivas. Tenía firmeza y testarudez, eso me conllevaba a la precipitación.
Un impulso me hizo abandonar mi vida, un impulso me llevó a tomar armas, un impulso me hizo ponerme en contra de nuestros dioses y todo lo que me han enseñado.
Los árboles del exterior, las personas que caminaban y los autos que pasaban se empañaron. Eran siluetas borrosas por mi lloriqueo incipiente ante las palabras que debía pronunciar..
— No sé qué hacer... me siento tan perdido en mis propias decisiones, a veces solo actúo sin pensar y para cuando me doy cuenta ya todo es distinto— Mi voz se entrecortó al expresar mis carencias— No dejo de pensar en mis pecados y como me eclipso tan fácil cuando quiero algo.
La verdad más pura era esa, mi temperamento reinaba y opacaba la calma.
Había personas que nacían para ser una calma y luego, de última opción, se hacían una tormenta. Yo era de los que eran una tempestuosa calma, un huracán eterno.
— Creo quizás confundes la perseverancia con la impulsividad.
Mi mejilla se humedeció En un fijo trazo.
— ¿Acaso existe diferencia?
— Pues claro, la perseverancia siempre con el tiempo se mantiene, los impulsos son temporales y pueden acabar en lamentos. Quizás sea eso lo que te afecta.
Ella tenía razón, cada acción que tomé acabó en la pregunta de porqué lo hice y para qué lo hice.
Siempre me arrepentía, pero siempre el patrón repetía.
La conducta de las personas era como un fuego incontrolable, aunque pudiera ser extinguible, acababa incendiando todo a la larga.
— Me duele que no haya nada por hacer, es de esas cosas con las que uno nace...
Me aparté de la ventana y me eché al suelo con la espalda apoyada en la cama. La sensación de derrota me pesó sobre los hombros.
— Sí que se puede hacer, respirar profundo y detener el mundo— Ella se mantuvo en tranquilidad, de esa manera se me contagiaría su paz— Cuando estés por actuar, frena todos esos sistemas de ataque. Sé que no lo haces por maldad... quizás solo te quieres cuidar porque sientes que jamás estuviste a salvo...
Un silencio estático se apoderó de Olivia.
No supe si comentar algo, estaba tan enterrado en lágrimas que mi propia voz me daba desconfianza.
— Tal vez no te equivocabas, lo nuestro no se puede llamar vida... Ay, mi niño, me siento tan confundida— Parecía tener miedo de sus propios pensamientos— Nunca fui una vacilante de creencias, pero, ¿por qué nuestros dioses nos hacen esto?
Sacudí mi cabeza, me estuve ahogando en un mar de lágrimas que hizo olvidar del fuego que a mi corazón alimenta.
— Esa es una pregunta que nos tienen que responder y hay que luchar por eso.
— No, pero... esa no es la manera de ganarse los favores y bendiciones...
Un día llegó el momento de cuestionarse si era más fuerte nuestra fe o nuestros pensamientos. El mío fue en ese instante, cuando tuve que elegir si cambiar al mundo o atarme a las reglas de la pobreza.
— No sirve de nada ganarse una bendición si la gente sigue en miseria.
Si el impulso se enfriaba y se mantenía, ¿Realmente era impulso?
— Por favor, no te opongas a ellos.
Me incorporé del suelo con firmeza y me dirigí a la puerta a tomar ese café de distracción con Mary Margaret.
— Esto es un llamado que no puedo ignorar...
Cada persona nacía con la sensación de que tenía un propósito más grande en esta vida, solo que con el tiempo lo olvidaban. Yo no haría eso.
Sí, desafíe a la mismísima realeza exponiendo su veneno en su propio juego y no me tenía que arrepentir por nada.
Quizás esa rebeldía que latía en mi sangre era efímera, otro producto de mi insaciable impulsividad, pero no le daría importancia.
Después de todo, era lo que realmente pensaba, ¿no?

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora