El calendario de Robin marcaba la fecha martes.
De todos los días de la semana, este era el más irrelevante. No pasaba nada interesante, lo contrario, era tedioso y aburrido.
Siempre se trataba de la misma rutina basada en despertar, ir a la escuela, volver a casa y luego no hacer nada. A veces sentía que mi vida se pausaba cada vez que era martes.
Sin embargo, faltaban cinco días para el inicio del Festival del Florecimiento.
Muchos debían estar asustados con eso, yo me sentía emocionado.
Esa celebración tenía un significado especial para mí. Era el fin de la vida ordinaria, traería a la cima del cesto la manzana podrida por todas las personas que vivieron las injusticias de no entrar en el parámetro de lo "correcto".
No obstante, ahora estaba en el presente donde esperaba que mi madre terminara de hacer los huevos fritos.
— Buenos días, Rob— Saludó Isabella con su característico tono cariñoso— Alabada sea la magia.
Normalmente, al mismo tiempo que desayunábamos, la TV se encendía, en contraste del peculiar silencio de hoy.
— Hola, alabada sea la magia, ¿Cómo amanecieron?— Me senté junto a mi hermano— ¿Por qué hoy no ves las noticias?
— En la televisión no dejan de hablar de una gala de celebridades, la llegada de los elfos al reino y ahora se suma el comienzo del Festival del Florecimiento— Contestó mi mamá a la par que se servía el desayuno— Si quieres, prendela, pero no digas que no te lo advertí.
— Esos son demasiados acontecimientos para la rutina común.
— Sí, demasiados acontecimientos fuera de lo común.En el momento que ingresé por las grandes puertas de la escuela un rostro familiar se acercó, su pelo rubio y característica estatura alta eran fáciles de diferenciar en cualquier lado.
— Buen día, Robin. Alabada sea la magia.
Ese era Hans, una de las pocas personas con las que me hablaba.
— Alabada sea la magia, ¿qué tal tu mañana?— Le dediqué una sonrisa, apreciaba su cordialidad conmigo.
— Por ahora, genial. No sé si ya te enteraste, no tendremos matemáticas hoy.
Nos zambullimos en el mar de estudiantes que era el pasillo mientras la conversación fluía cual río sinuoso.
— ¿Por qué? ¿Le pasó algo al profesor Walter?
— No, es que a esa hora se anunciarán los competidores del Festival del Florecimiento.
En ese mismo instante sufrí una breve parálisis en todo mi cuerpo.
— Oh, ya veo— Contesté de forma automática— ¿Me disculpas un momento? Tengo que ir al baño.
Al terminar la oración di media vuelta y me fui en la dirección opuesta a él, sin siquiera darle la oportunidad de ofrecerse a acompañarme.
Era claro que no me dirigía al baño, solo necesitaba una excusa para irme.
¿Ahora cómo saldría de esta situación? Mi nombre iba a aparecer entre los participantes del festival y tendría la invasión de preguntas y miradas de extrañeza.
Fue mi error interpretar el evento como una manera de llevar solo la manzana al foco, también yo estaría debajo de las luces y cada uno me haría su propio juicio.
A lo que se sumaba que, para las pocas personas que les agradaba, sería una noticia chocante y no estaba en mis planes ver rostros angustiados.
El peso de mis ojos era innegable, un parpadeo frenético cargado de incertidumbre a la reacción de tendrían los demás a mi participación.
Llegué hasta la entrada de la escuela, una escapatoria fácil. Aún ingresaba gente así que quizás podría intentar colarme y escapar.
Mis piernas querían desplazarse, pero ningún movimiento se llevó a cabo.
Con la vista desenfocada respiré profundamente, en el fondo sabía que no podía huir del más mínimo inconveniente.
La última vez que hablé con Ashley me dijo que a veces solo bastaba con mantenerse de pie ante todos los problemas para sobrevivir, y no se equivocaba.
Me inscribí al Festival del Florecimiento con el fin de contribuir frente al mundo que condenaba lo que salía de la expectativas que establecía la norma.
Y no tenía porqué avergonzarme de mi decisión.El tiempo se escurría sin freno hasta llegar al punto que con tanto miedo no quería que llegase.
Nos concentraron a todos los alumnos en una habitación inmensa. A veces me sorprendía la manera en la que una escuela se podía parecer en una granja, los traslados grupales y los ojos atentos por posibles escapes.
El profesor Walter contaba con una expresión molesta representada en su entrecejo, aparentemente, no era el único que prefería tener clases antes que el anuncio del Festival del Florecimiento.
Cuatro paredes, un piso de hormigón gris, una luz artificial, sillas distribuidas en torno a una televisión y ninguna ventana en la que apartar la vista.
Me senté en un asiento al azar sin darme cuenta que podría haber ido junto a mis amigos y estaría rodeado de gente que era de "confiar". Ahora era demasiado tarde, no dispondría de un hombro para sostenerme.
— Buenos días a todos, alabada sea la magia— Saludó el director y, al recibir un coro de respuestas alabando la magia, prosiguió:— Como ya muchos sabrán, por orden de la reina, en caso de que se de la posibilidad, los habitantes tienen que observar a las personas que se inscribieron dentro del Festival del Florecimiento cuya celebración dará inicio en la próxima semana, tras el cumpleaños del Príncipe Crystal. Alabado sea.
Aún me sorprendía mi capacidad de seguir respirando, estaba por atravesar una situación repleta de incomodidad, y de algún modo, nadie predecía lo que ocurría en mi interior.
En el final de la habitación se ubicaba una pantalla grande en la que asumí que transmitiría a los participantes.
Cerré los ojos con fuerza deseando que hubiera alguna posibilidad de salvación.
La gente charlaba o miraba su celular en espera. Yo no necesitaba nada de eso puesto a que mi propia mente me ocupaba en ese tiempo muerto.
Sacudí mi pie de arriba abajo y me crucé de brazos, necesitaba que esto acabara pronto. Una gota de sudor bajó por mi sien.
Junto a una exclamación de sorpresa, la pantalla comenzó a brillar, mis pelos se pusieron de punta y clavé mis uñas en mi pierna. Toda la escena parecía surreal.
Se emitía el canal de noticias del palacio, lo que representaba la magnitud del evento.
Siempre que un acontecimiento era de importancia a la población se usaba ese programa que suplantaba al resto, de esa manera, nadie lo podía evitar.
— Alabada sea la magia, queridos habitantes de Edania, aquí Sandra Miller presentándose— Apareció una mujer de imponente altura vestida con ropa formal de tono azul. Sandra era la reportera por excelencia, nunca nadie igualaría su carrera televisiva— En unos momentos anunciaré los participantes del evento más esperado en todo el reino, el Festival del Florecimiento que celebrará los diecisiete años del príncipe Crystal.
Esperaba como un prisionero a punto de ser colgado.
La impaciencia bombeaba en mis venas repleta de alerta para el instante que pronunciaran mi nombre.
Lo único que podía hacer era mirar, mis acciones no tenían la capacidad de modificar lo que estaba por ocurrir. Aflojé mi agarre, cavar mi propia tumba sin saber si moriría no tenía lógica.
Dejar de ser el primero en señalarme me trajo alivio, si iba a atravesar un momento incómodo era porque tenía que suceder. Después de todo era solo eso, un momento, algo efímero. No importaba lo que ocurriera, siempre habría un día nuevo mañana.
La imagen de un rostro familiar apareció al lado de Sandra.
— Este anuncio lo comenzaremos con una joven cuyo nombre es Ashley— Comentó la periodista— Ella es una adolescente, fue de las últimas personas en inscribirse. ¿La ven como una candidata para ser finalista?
La imagen de Ashley en la televisión me transmitió una breve calma.
Una cara confiable dentro de un torbellino de caos me otorgó una paz hermosa. Fue una paz corta porque apareció mi nombre y mi foto a la vista de cada uno.
Inhalé bruscamente y contuve el aire dentro de mí. No estaba listo para la respuesta que se esparció en mi alrededor.
Todo aquel que me conocía se volteó para mirarme.
Todo aquel que percató esa reacción se volteó para la dirección a la que observaban.
Todo aquel que no estaba interesado por el festival se volteó para ver al muchacho que se inscribió a su muerte.
Por un momento me sentí como en una habitación oscura en la que la única luz me iluminaba a mí, el foco de atención para las criaturas de las silenciosas tinieblas.
— Robin Quinn es otro participante más del Festival del Florecimiento, según una fuente se ha inscrito a la par de Ashley, ¿ustedes creen que haya algo ahí?— Las palabras de Sandra no eran más que ruido, un sonido de estática que adornaba el sigilo de la habitación.
Cada persona presente parecía un pavo real que contenía mil ojos disfrazados en su plumaje abierto a mí.
Lo peor vino detrás del abrumador silencio, los susurros.
Muchos creían que esas palabras dichas por lo bajo no llegarían al oído de la persona, pero siempre habría una pared en la que resonarán.
El resto del anuncio me lo pasé con la cabeza gacha y mis manos bajo las piernas.
Esa cadena de sucesos se mantuvo vigente en la atmósfera del resto de las clases.
Hans y su mejor amigo, Gregory, se intentaron acercar a mí, pero, a pesar de que desconocía sus intenciones, me alejé de ellos.
Intenté mantenerme estable, lo que terminó siendo un esfuerzo en vano, era un único soldado luchando contra un ejército, mis fuerzas nunca serían suficientes.
Sin embargo, al final de cuentas, llegué a casa sin perder la cordura.
Mi padre estaba allí con unas ojeras que no le sentaban bien, parecía cansado, aunque una sonrisa dibujó sus labios al verme.
— Ey, Rob, alabada sea la magia, ¿qué tal tu día?— Preguntó a la par de que se levantaba de la silla.
— Pues, anunciaron que participaba en el Festival del Florecimiento frente a la escuela entera y todos hablaron de mí, un día normal— Respondí mientras iba hacia mi cuarto.
Una vez dentro, me acomodé en la cama con la intención de desconectarme del mundo.
El suave sonido de unos golpes de la puerta interrumpió mi plan.
— ¿Todo bien? ¿Necesitas consejos de papá?
— No te preocupes, me encuentro bien.
No quería ser desagradecido, valoraba el gesto, pero me costaba abrirme con mis papás y hablar de mis sentimientos, por más que quisiera, no podría.
El único deseo realizable era descansar un rato.
Así que cerré mis ojos y me dormí para callar mis pensamientos.
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Traidores a la Magia
Ficção AdolescenteEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...