Capítulo 32 ⭐

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La brocha acariciaba la mejilla de Astrid.

La escena me resultó familiar: Yo sentada frente a un espejo mientras una persona adornaba mi cabello y Mary Margaret maquillaba mi neutral rostro.
No estaría mintiendo si dijera que una chispa de emoción deseó que este momento llegase.
Me hallaría cara a cara con el gran Charlie, el histórico conductor de shows, era un prestigio enorme el concederme este espacio, sería perfecto.
Mi mejor amigo me acompañó en la ausencia de mi padre, una urgencia de un paciente lo ocupó.
Marcus parecía desconcertado ante el mundo de las celebridades, su expresión lo delataba. Además sus simples ropas no encajaban con mi elaborado vestido del mismo color que el vino.
— Pareces una reina— Mary Margaret me dejó espacio con tal de que apreciara mi aspecto.
David golpeó la puerta y avisó que en ocho minutos estábamos al aire.
— ¿Vamos?— Preguntó Marcus e inclinó la cabeza.
Asentí y ambos caminamos hasta el set de grabación.
Este estaba compuesto por el escenario y una serie de cámaras que apuntaban al asiento del conductor y al sofá donde me colocaría, en frente de la audiencia. 
A mi mejor amigo le encargué llevar consigo mi teléfono y, cuando este comenzó a emitir sonidos y música, él atendió la llamada haciéndose cargo.
— ¿Hola? Sí, ahora mismo Astrid está ocupada, dime cual es el mensaje para que se lo comunique— Inquirió Marcus. Hubiera sido mejor que no me comunicara ese mensaje— ¿Qué? ¿En serio?
Me volteé hacia él, a unos pasos de entrar al set, no necesitaba ninguna interrupción.
Marcus, retraído, se inclinó un poco a otra dirección, como si buscara evadirme.
David también frenó en seco con sus ojos llenos de desprecio por la pausa, quedaba poco tiempo para salir en público.
— Oh, vaya...— Marcus suspiró, lucía alterado. Necesitaba saber qué ocurría— ¿Podrías repetirlo así lo anoto?— Escribió un par de cosas en mi mismo celular para luego bajar el tono de voz y murmurar:— ¿Está muy grave?
Esa pregunta sobrepasó mi tranquilidad y me empujó al nerviosismo, activando cada fibra de nervio en mi cuerpo, atento si había una emergencia en la que debía accionar.
Él se percató de mi reacción y cortó la llamada para contar lo sucedido.
— Astrid, escucha, han asaltado a tu padre en camino a su trabajo, fue un robo a mano armada— Mi corazón pegó un vuelco, mi respiración se entrecortó— Por sus heridas tuvieron que trasladarlo al hospital.
Sus palabras bastaron para que mis piernas vacilaran, casi me derrumbé de no ser que me atrapó Marcus a tiempo.
— Le he dicho a Rita, ahora que ha vuelto a la capital, que vaya al hospital a verlo, ella estará ahí para él.
Atacaron a mi padre. La única familia que me quedaba.
— Tengo que ir con él— No había tiempo para pensar y luego actuar— Ahora mismo.
Un grito de fondo dio aviso que las cámaras ya estaban prendidas, transmitiendo todo lo que captaban para un público expectante por ver a Astrid.
Una lágrima estuvo al borde de escaparse de su bóveda y, como David se dio cuenta de eso, se apresuró a limpiarmela. En aquel momento agradecí el gesto.
— As, mira— Apoyó sus manos en mis hombros y me volteó a mirar el set— Ya todo está en marcha, no puedes abandonarlo así, es hora de que saques tu mejor sonrisa y no arruines nada.
Odié el instante en que me percaté que limpió la lágrima para que mi maquillaje no se corriera bajo su falsa idea de que saldría a dar la entrevista. Sobre mi cadáver abandonaría a mi lesionado padre.
— Fue atacado, no puedo abandonarlo, podría morir...
Mi corazón rugía y cada latido golpeaba mi pecho en busca de estallar en una apurada huída que me llevase a mi papá.
— Ellos también te necesitan— Susurró David con el veneno de una serpiente en sus palabras y el peso del plomo en sus manos encima mío.
— Pero...
— Buena suerte, el show debe continuar.
Y me empujó hacia dentro del ojo del huracán.
De inmediato, los lentes de las cámaras enfocaban mis desequilibrados pasos hasta llegar a un lugar donde sentarme.
— Aquí está con nosotros, la grandiosa Astrid— No me sentía grande en estos momentos, me sentía vulnerable— Un gusto que estés aquí con nosotros— y se apresuró por añadir:— Alabada sea la magia.
Charlie resaltaba su pelo castaño con un fino traje azul.
Giré la cabeza hacia la audiencia y dibujé una sonrisa con tal de aparentar. No existía ningún motivo para sonreír.
— Alabada sea la magia, y bueno, el honor es mío por ser recibida en este espacio— Contestación educada, agradable y fácil de digerir.
Los aplausos no tardaron en hacerse sonar, les gustó.
Me podía ver a mí misma por fuera, bajo los reflectores de luz, respondiendo entre risas y con calidez, como si mi identidad estuviera dividida en dos: la Astrid rimbombante y pomposa de las cámaras y la Astrid que lo único que deseaba era correr y que la dejaran de mirar en busca de hallar una celebridad.
No estaba siendo yo misma. No me permitían ser yo misma.
— Hoy es un día de demasiada alegría por el cumpleaños de nuestro querido principe Crystal, al igual que todos los presentes le deseo una hermosa noche y es por eso que les pido que se levanten de sus lugares para cantar el himno en su nombre.
Tras el anuncio de Charlie obedecimos y le dedicamos unos minutos.
En el fondo eso me ayudó bastante para que mis latidos se calmasen, gracias a la canción impregnada a mi memoria cuya melodía era la representación de un pueblo entero.
Nos unía en la misma condición de ciudadanos de Edania, sino, ¿por qué alguien no iba a querer cantarlo? Era la forma de decir que todos éramos uno.
Mientras recitaba cada estrofa me sentía acompañada y el dolor que a mi pecho apuñalaba era compartido. Un himno era la pura expresión de arte y compasión.
Una vez finalizado el canto, Charlie nos dio la indicación de tomar asiento de nuevo. Al apoyarme, contuve un suspiro de mi agotamiento.
— Ahora sí, esta entrevista ya puede encender sus motores— Fingí una risa por la broma, quizás en otro momento me hubiese reído en serio. Mis dedos empezaron a golpear uno por uno a mi pantorrilla, era un gesto constante y repetitivo que guardaba mis ansias por salir corriendo— Tengo dos tarjetas de distintos colores, Astrid. Una roja y otra azul, cada una con preguntas diferentes, dime con cual quieres iniciar.
— Roja— Solté de mis labios sin vacilar. Mi color favorito era el azul, ¿por qué dije rojo?
La verdadera Astrid jamás diría rojo, así como la verdadera Astrid estaría con su padre acompañándolo para que no sufriera solo, entonces, ¿quién era yo, si no era la verdadera Astrid?
Mis acciones no parecían ser mías, no me pertenecían, y no poseer mis propias decisiones significaba que no era más que un juguete inanimado que podía ser manipulado y satisfacía a los demás.
Astrid estaba muerta por dentro.
— Se está tomando su tiempo para responder— Dentro de mis oídos ingresó esa frase de Charlie seguida de las risas de la audiencia.
Con una sonrisa boba le pedí que repitiera lo que sea que haya dicho, era preferible jugar a ser tonta que asumir la tormenta de mi interior.
— Te dije que lucías fantástica, ¿cómo surgió este "look"?
¿Por qué las entrevistas siempre comenzaban con la superficialidad del aspecto físico?
— Muchas gracias por el cumplido, Charlie— Agradecí, esperaba cumplir con mi deber— Junto a mi estilista pensamos en el siguiente paso que debía dar luego del glamuroso vestido que use en la gala de Vivianne, así surgió la idea.
— Que bueno eso, yo también estuve en la gala de Vivianne, gran evento, ¿Cómo lo viviste? ¿Lo disfrutaste?
— Una hermosa fiesta— Sentí las miradas deseosas por una opinión de la que hablar— Fue de la talla de una de las revistas más grandes del mundo.
— Ahora que las aguas ya se movieron, vamos con las preguntas de nuestra querida tarjeta roja— Indicó el contrario— Son siete preguntas en total, ¿lista?
Asentí la cabeza cual perro obediente.
— ¿Cuál de los miembros de la realeza es tu principal inspiración?
Una pregunta sencilla, fácil de responder, pero que podía causar caos para los fanáticos de un miembro en preciso.
— Se puede encontrar una gran asociación entre mi pasión por la música con el canto de la antigua reina Pearl, aunque siento una profunda admiración por la princesa Emily, desde muy pequeña— Sabía que Albert era el miembro más popular de la familia entonces añadí:— Aunque, también un modelo ejemplar es el príncipe Albert, al estar relacionado con las artes y demás.
— ¿Alguna vez rezaste, Astrid?
Cada persona en Edania ha rezado alguna vez, era una pregunta absurda, al menos que estuviera tratando de averiguar mi vara de devoción por la Familia Real.
En Los Barrios eran de los más ortodoxos y, agradarles a ellos, era agradarle a la elite.
Tanto tiempo con David, me inyectó la ambición de aspirar a lo alto incluso en lo más bajo.
Necesitaba sentarme a respirar y llorar, pero no podía dejar de querer aspirar la subida por la escalera del éxito. ¿Por qué la felicidad debía ser una escalera de metas en lugar de un cálido abrazo?
— Pues, todos lo hemos hecho— Comenté entre risas para sonar simpática— Son nuestros dioses y hay que rendirles respeto— Quizás era un buen momento para soltar algo de carga. Era una necesidad aliviar ese peso que asfixiaba a Astrid— De hecho, ahora mismo, creo que tendré que rezarle a la reina Ivonne porque una persona que amo lo necesita.
Una expresión de conmoción fue soltada por el público. Por primera vez en toda la entrevista me concedí borrar la sonrisa.
— Entiendo, las emociones son fuertes y, hablando de emociones, ¿cómo las usas para componer tus canciones?— Charlie necesitaba seguir con la producción de contenido mío.
— Normalmente simplemente dejo que guíen mi pluma para hacer arte— Eso era cierto, pero faltaba una pieza a ese rompecabezas— De todos modos, recibo ayuda de mi padre para escribir canciones, de él heredé la pasión por la música.
Tras comentar esas palabras, sentí como si me hubiera clavado un puñal a mí misma. Quería irme corriendo junto a él, así ambos estaríamos a salvo, codo a codo, abrazo por abrazo, familia junto familia.
— Veo que tu padre es una persona esencial en tu vida.
— Por supuesto, ¿por qué no iba a hacerlo? Él es todo lo que tengo y siempre me apoyó en todo. Ojalá pudiera seguir su ejemplo.
Una humedad creció en mis ojos y Charlie fue capaz de notarla, obviamente no dudó en exprimirla.
— Bueno, como ya estamos hablando del tema, iremos hacia la siguiente pregunta: ¿Cómo fue la reacción de tu papá al contarle tu deseo de ser cantante?— Que magnífica coincidencia, tan casual que no podía ser asociada con los años de experiencia de Charlie en sacar información.
— Al igual que dije antes, su comprensión fue absoluta, es un gran padre, estoy agradecida de ser su hija— Mi mente reproducía sus abrazos y frases motivadoras, desearía que las cosas fueran diferentes— No tengo idea de lo que haría sin él.
Una lágrima se me escapó. Inmediatamente, traté de sonreír para disfrazar mi lluvia con un arcoíris.
— ¿Te sientes una buena hija, Astrid?
Con amargura en mi boca, respondí:
— No.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora