A Eric se le asomó un temblor en los labios.
Diecisiete de julio.
Diecisiete de julio, el cumpleaños de Crystal.
Mejor dicho, el cumpleaños del príncipe Crystal.
Realmente, no debería importarme la fecha, ¿acaso no era solo un día más para las personas ordinarias como yo? Pero, como otorgaba tema de hablar, resultaba de mi interés.
Por más que el cumpleaños tomara lugar en julio, la celebración siempre venía en agosto, luego de un mes. La clase alta organizaba un banquete y una fiesta en la que gastaban sus riquezas cuando podrían invertirla en mejoras comunes.
De todos modos, nosotros llenábamos sus bolsillos, así que no era quien para quejarme.
No obstante, no todo giraba en torno a Crystal, sino a que hoy se daba comienzo oficial al Festival del Florecimiento.
Las televisiones, sin ninguna excepción, estarían emitiendo ininterrumpidamente, el discurso que el príncipe daría, aunque todavía había que aguardar.
Mary Margaret pidió comida, ninguno de los dos quiso preparar el almuerzo. Ella dijo que no quería gastar su energía que debía guardar para su trabajo durante la noche.
— Aún no puedo creer que estemos viviendo un hecho histórico— Exclamó la mujer con los ojos abiertos, como si toda su vida previa no fuera igual de significativa.
Quizás jamás tomemos dimensión de que solo pocas personas seleccionadas a propósito son las que realmente logran trascender en la historia.
— Espero vivirlo y resultar victorioso, no quiero acabar como Ralph Pérez— Fue un luchador del festival del príncipe Albert un siglo atrás. Él ganó gran popularidad y murió en la final. Era recordado solo por ser un "desperdicio" de simpatía.
— No digas eso, confío en que vas a poder lidiar con todos.
Me limité a sonreirle, hubiese sido agradable prometerle que así iba a ser, pero no sabía lo que llegaría a pasar.
Junto a Mary Margaret decidimos que íbamos a almorzar en la sala con el televisor y no perdernos ni un detalle de la ceremonia de Crystal.
Según lo que recordaba de la clase de historia, la reina Pearl (ex reina, en realidad), al sobrevivir a los intensos combates que tuvo y demostrar su magia imparable, fue proclamada reina de las tierras occidentales que fueron bautizadas como: "El Reino de Edania".
Por eso, llegar a los diecisiete años, era simbólico para la realeza. Significaba ser un apto monarca y era un contrato con todo el pueblo de protección a cambio de veneración.
Aún yo no era capaz de imaginar que se alzarían ciudades que lo adorasen, rogando a él cuando necesitaran ayuda y un ganador de su Festival del Florecimiento con una porción de su don del amor.
— Ayer Sara me escribió, preguntó cómo iban las cosas por aquí— Comentó Mary Margaret con tal de no prolongar el silencio. A veces me olvidaba de que era la tía de una compañera del colegio, a mi parecer, ya era como una amiga— Ella te manda saludos.
Entonces, ¿por qué no me los escribió a mí?
— Gracias, envíale de mi parte también.
Sin dar más tiempo de charla, la televisión, comenzó a mostrar el frente del palacio con sus escaleras majestuosas que entre ellas contaban con una plataforma donde estaba parado el cumpleañero.
— Alabada sea la magia. He aquí el príncipe— Anunció una voz grave de fondo— Salve príncipe Crystal.
Su atuendo era impecable, una camisa blanca igual que la impoluta nieve. Se podían notar los finos bordados y encajes que estaban por debajo de la casaca roja que la cubría, esta lucía tan antigua como la Familia Real.
Sin embargo, su pantalón beige era opacado por la larga capa, escarlata por fuera y púrpura por dentro, que era incluso más extensa que su propia sombra.
La imagen era perfecta.
Seguro las personas que observaban se quedaron hipnotizadas por lo que sus ojos devoraban.
— En la tarde de hoy nos reunimos los edanianos en celebración de mi decimoséptimo cumpleaños para dar paso a una nueva era en nuestra historia— El príncipe movía sus labios, pero su mirada era rígida.
La reina Ivonne apareció en la escena y, consigo, captó la atención por su lujosa corona a la que todos nos doblegamos.
Su vestido era largo hasta sus pies que reunía el celeste de los cielos y el blanco de las nubes en su piel morena como la tierra. Ella representaba a la vida, por algo su título era: "Ivonne, la curandera".
Su mentón se mantenía alzado, símbolo de su superioridad frente a la cotidianidad mundana de los demás.
Ahí me percaté de la presencia de otra persona en este tablero, el Primer Ministro también estaba allí.
Jesee Thomas con la cabeza gacha se ubicaba detrás del príncipe, en una esquina de la pantalla, en un segundo plano.
Al parecer nadie notaba que, a pesar de su rol fundamental en el reino, estaba relegado en un rincón inclinando su cabeza ante dioses impuestos. Y pensar que fue elegido en democracia por ciudadanos.
En otras palabras, no les importaban nuestras elecciones porque siempre estaríamos inclinados a la merced de lo divino.
— He aquí la reina— De nuevo era la misma voz grave— Salve reina Ivonne.
— El sol ha salido otro día y su luz brilla en Edania— Supuse que quiso decir que seguíamos en una época de "oro", aunque yo no veía ningún oro— Al igual que la sangre fluye en nuestros cuerpos, la tinta escribe cada pergamino y el fuego crece, un nuevo retoño despega sus alas verdes de naturaleza. Delicado como una perla salida del mar y fuerte como un dragón que se avecina para atacar...— Se iba por las ramas, no era capaz de mantener el diálogo en el mismo hilo. Ivonne se apresuró por añadir:— Nuestro pequeño príncipe ya llegó a esta fase de la eterna vida.
Al recitar eso, (lo más probable era que fuera lo único planeado en su discurso) dos hombres trajeron una corona en un cojín rojo.
La corona no era igual de grande que la de Ivonne, pero seguro su valor era mayor que el de mi casa o incluso una vida. Había gente que mataría por llegar a ella y las riquezas que prometía.
La reina la colocó en la cabeza del contrario. Toda su vida tuvo una corona en la cabeza, esto era más por un gesto simbólico que otra cosa.
— El día de hoy, nuestra gran Edania, conocerá otro lado de su próspera armonía, la calidez del amor que sentimos por estar vivos— Exclamó Crystal con una singular sonrisa elegante— Como una extensión más de sus gobernantes, les garantizo que tendrán la felicidad que hará regocijar sus corazones cada día.
¿Acaso nadie se cuestionaría las imágenes que veían en la pantalla? ¿Era solo un punto que se absorbía lo que transmitía sin filtro alguno?
Si mi corazón regocijara de felicidad sería porque podía llevar una vida normal y adinerada, si mi corazón regocijara de felicidad no me preocuparía por el pan de todos los días.
Si mi corazón regocijara de felicidad no me hubiese inscrito en el Festival del Florecimiento.
— Los llevaré al éxito. El poder fue puesto en mis capaces manos, dejemos de lado la vagancia y hagamos frente a cualquier mal que se avecine— No bajó el mentón en ninguna de sus palabras, él no aceptaría obstinación por parte de nadie— Me gusta considerarme como uno de ustedes, un ciudadano más que lucha por la libertad. Soy su gobernante, soy su príncipe.
Trompetas resonaron y confetis se arrojaron.
— Soy su príncipe del amor.
La transmisión acabó e inmediatamente fue reemplazada por periodistas que hablaban con frenesí desde la vestimenta del príncipe a su imagen política.
Por algún motivo, mis sentimientos me empujaron al desprecio. Un ojo afilado percibía que esa confianza no era seguridad, era ego. Nunca había que confundirse entre ambas, una marcha a paso firme y la otra cuando tambalea lo niega.
Mientras mantenía mis dientes apretados en disgusto, noté los ojos abiertos de Mary Margaret en una ensoñación.
Mis cejas se impulsaron hacia abajo con repulsión.
— Me irritó su actitud— Me excusé antes de que siquiera preguntara.
— No entiendo el por qué— Murmuró Mary Margaret para sí. Seguí la mirada de sus ojos a mis puños, inconscientemente, cerrados.
Me hubiese gustado contestar que un príncipe criado en un castillo de privilegios le hacía invisible reconocer su posición adelantada frente a los demás, él jamás podría ser uno de nosotros.
Solo fue coronado por la magia que corría por sus venas, no por estar formado para eso.
Sin embargo, sabía que siempre era mejor ahorrarse la opinión de la realeza así se evitaba la etiqueta de "traidor a la magia". Una vez que te registraban de esa manera, nada volvía a ser lo mismo.
— Prefiero ver la entrevista que harán a Astrid en la noche— Me limité a contestar.
Gracias a mis sentidos en alerta escuché el desliz de un papel, por debajo de la puerta atravesaron un papel lila.
No aguardé en tomarlo y, al darme cuenta que era una carta, no vacilé en abrirla.
"Estimado Eric Freeman:
En este santo día se le notifica que su presencia será solicitada el día lunes dieciocho (mañana) con el motivo de conversar las condiciones que se darán para el Festival del Florecimiento junto a los otros luchadores. Además, se realizará el sorteo que definirá el orden de los enfrentamientos.
Es el comienzo de una nueva etapa.
¿Serás la semilla que florezca?"
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Traidores a la Magia
Teen FictionEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...