Crystal caminaba de un lado a otro en la habitación.
Criaturas exóticas vendrían a mi hogar, pisarían mis tierras e interactuarían con mi gente.
La idea me revolvía el estómago, era desagradable.
Desconocía sobre sus costumbres, su cultura. Lo único que era de mi saber es que ellos en la antigüedad hacían uso de prendas confeccionadas con hojas de árboles, sin duda, una industria textil atrasada, y me atrevería a decir que hasta incómoda.
Alguien golpeó la puerta, quitándome de mis pensamientos.
— Adelante, pasa.
La puerta se abrió y entró una criada haciendo una reverencia.
— Alabada sea la magia.
Para elegir al personal del castillo se realizaba una ardua selección debido a que se requerían unas condiciones precisas que fueron impuestas desde las épocas de Pearl, quien estipuló, en primer lugar, que cualquier persona que rindiera servicio hacia la corona no debía ser usuario de magia, personas con el don no podían llevar la labor.
— La Reina solicita su presencia en la entrada del palacio.
— Gracias por avisarme— Contesté de espaldas, mi prioridad estaba en la ventana que daba al jardín de ingreso— Puedes retirarte.
En el fondo evitaba el contacto visual por no padecer aquella punzada de lástima que me invadía cada vez que su vestimenta sencilla se asomaba ante mí. Se me producía un nudo en la garganta al ver gente que hacía lo que sea con tal de sobrevivir, ojalá la vida les diera una mejor oportunidad. Nunca entendería porqué acaban en esa situación, quizás solo si se esforzaran más en vez de holgazanear sería distinto.Al llegar a la recepción del palacio me encontré con el resto de los miembros de la realeza.
Me causaba asombro ver a Ivonne entre nosotros, a pesar de su condición, seguía siendo la reina y no se permitía demostrar debilidad frente a los otros. Su pelo negro se bañaba con las finas telas verde oscuro que envolvían su cuerpo, la corona en la cima de su cabeza le proporcionaba una distinción singular.
— Ya llegó el principito del palacio— Comentó Emily con una sonrisa centelleante. Como de costumbre, ella no usaba vestido, con unos pantalones negros y un fino chaleco ya lograba ser persona más elegante de la habitación.
— Recuerda nuestra charla de antes— La advertencia de Albert vino acompañada de una mirada severa— No nos decepciones.
— No seas negativo, siempre haré lo correcto— Me aseguré de que mi traje no poseyera arrugas visibles.
Tras decir eso, Elena entró en escena con un vestido celeste que acentuaba sus ojos castaños rojizos implacables. Esta vez lucía esplendida.
Fuertes trompetas resonaron y las puertas se abrieron, los elfos tomaron paso.
— Presentando a la Reina Miranda de Calidumland— Enunció un hombre al lado de la puerta a la par que la monarca ingresaba.
Era la cabeza de la hilera, una mujer de mediana edad con un largo vestido blanco repleto de bordados y encajes.
Normalmente asociaba el color verde con la vida, pero el del tono de sus ojos eran venenosos.
— Reina Miranda, larga vida a la Corona, un gusto recibirla este honorable día entre nosotros— Dijo Elena con la voz cargada de suavidad, demostró ser una persona amable.
— Bendecida sea esta noche que el Señor nos permite celebrar— Fue la respuesta que soltó la contraria y agachó la cabeza.
— Presentando a Katherine, princesa heredera.
La muchacha de piel morena que caminaba detrás de la reina se acercó e hizo una reverencia. Ella, a diferencia de su madre, usaba un vestido bordó, más moderno.
— Presentando a Alastor, el príncipe.
Él fue el último en ingresar y su traje le otorgaba elegancia en cada movimiento.
Se sintió como una fuerte bofetada, esa parte de mí que desconfió de Emily cuando habló de los elfos estaba en agonía.
Casi dejé caer mi mandíbula ante la sorpresa de sus modales y sofisticación, pero no podía permitirme tal deliberada muestra de emociones, por lo que opté inclinar mi cabeza en señal de respeto.Entre cortesías los invitamos a pasar al Salón Principal, donde cenaríamos.
El comedor lo usábamos para informalidades y, esta vez, era una situación que requería la elegancia de una habitación hecha para huéspedes, el Salón Principal con sus amplios ventanales y paredes decoradas.
Muchas veces me quedé con dolores de cuello al alzar mi cabeza para apreciar los detalles celestiales de figuras y formas esculpidas en el techo.
La mesa era larga y en su punta se sentaba la reina Ivonne al ser la cabeza ejecutiva del reino. Normalmente, a sus lados están Elena y Emily por ser las herederas más cercanas al trono. Por último, estábamos Albert y yo que éramos los menores de la Familia Real.
Sin embargo, en esta ocasión, ese orden se rompió, Miranda, al ser una monarca de importancia, se sentaba en el lado izquierdo de Ivonne, ocupando la silla de Emily, haciendo que esta se sentara en frente de Albert. Lo que me deja a mí cara a cara con Katherine y Alastor a mi lado.
Sin duda alguna, podía decir que la reina elfa poseía un porte agraciado que ningún humano era capaz de igualar. En sus movimientos refinados reflejaba su poder y autoridad.
Te introducía la idea de que ella era perfecta con solo gesticular con las manos, una ingeniosa táctica.
— Fue de nuestro agrado saber que éramos bien recibidos por estos lares— El tono cálido de Katherine invitaba a participar en la conversación.
— Por supuesto, Edania es un lugar gentil con todos— Elena resultaba intimidante, pero sus facciones reflejaban hospitalidad. Sacó su lado diplomático.
Cada uno estaba en su asiento en espera del banquete, en la cocina debían ser una máquina acelerada sin pausas con tal de atender las exigencias dignas de la realeza.
A mi parecer, era raro que los elfos viajaran la gran trayectoria de ultramar solo para una noche de cena.
— Espero que su travesía no haya tenido ningún problema— Albert ladeó de forma su cabeza con cortesía.
— Sí, por supuesto, fue agradable— Katherine juntó sus manos.
Si era honesto, no parecía que Miranda fuera madre de Alastor y Katherine. Su piel pálida era muy diferente a la tez oscura de sus hijos. Lo único que compartían era el color de ojos.
— Querido, ¿Te sientes bien?
Me convertí en el centro de atención de la cena por la pregunta de la reina. Mis manos comenzaron a sudar.
— Sí, me siento excelente, contento por su visita— Esta era una de mis primeras charlas diplomáticas, quería causar una buena impresión a mis familiares. Lo ansiaba— Gracias por preguntar, Majestad. Alabado sea.
— Está bien, es que desde que llegamos la sangre no le dejó de circular en las mejillas.
Me toqué allí y, de inmediato, percibí el calor presente, estaba sonrojado.
Era la vergüenza que se removía en mi interior por mis comentarios en la biblioteca sobre los elfos. No estaban atrasados, en realidad, eran demasiado ostentosos.
— ¿A qué se debe el honor de su gentil invitación?— Miranda era hermosa como el hielo e igual de gélida y cortante.
— El reloj avanza y el amigo no debe ser amenaza. El león ruge y el árbol se sacude.
En perfecta coordinación, Ivonne logró atraer las miradas de los presentes.
— Lo que la reina quiere decir— Emily se apresuró a calmar las aguas— Desde generaciones remotas que nuestros reinos son aliados, y siempre se necesita comunicación para mantener un vínculo agradable.
— Ya veo, ciertamente, tengo que admitir que este palacio es precioso— Nos miró uno por uno, no me eché para atrás— Ojalá estuviese bajo mi propiedad, solo que no me gustaría ensuciarlo.
Las palabras de Miranda llenaron la habitación como un gas tóxico flotando por el aire.
— Como habrás notado, nosotros contamos con un gusto particular por la arquitectura exquisita, tenemos estándares altos que mucha gente no logra que le quede el zapato— Albert chasqueó la lengua.
— Tienes razón, por eso hay pactos y alianzas que evitan que un cliente ambicioso ataque al zapatero— La mirada de la elfa se opacó, el delato de su doble intención— Aunque, a veces considero que es demasiado negocio para un solo y penoso zapatero, creo que una segunda parte interviniendo sería fantástica.
— Por supuesto, pero, asimismo, el zapatero es viejo y no quiere compartir el negocio de su vida entera a manos inexpertas, manos jóvenes que se creen capaces de controlar todo— Albert entrecerró sus ojos. Hablaban en tono amistoso, pero el mensaje era macabro.
— Quizás el hombre esté oxidado y necesite jubilarse—Tras una breve pausa, Miranda añadió:— A esa persona que llamas "manos inexpertas" tiene posibilidad de quedarse con todo, tiene la fuerza, la juventud, y sobre todo, no tiene remordimiento en demostrar su poder.
Mi instinto dormido se percató que nunca hablaron de un zapatero ni calzado.
— Tú misma lo has dicho: "hay pactos y alianzas que evitan que un cliente ambicioso ataque el zapatero"— Elena intervino para darle fin al asunto, siempre le gustó mediar— No creo que esa persona quiera transformarse en un hipócrita hambriento de poder.
Una cadena de criados ingresaron al Gran Salón con bandejas de plata.
— Oh, miren, ya ha llegado la comida con la que nos deleitaremos hoy— Miranda cambió el tema de conversación, supuse que admitió su derrota argumental.
Todos aguardamos a que Ivone fuera la primera en degustar, al ser la anfitriona.
Una vez que la monarca indicó que ya podíamos arrancar a comer, Miranda observó a sus hijos y luego los tres recitaron:
— Gracias Padre nuestro que estás en los cielos por darnos un día más, una llama que aún no se extingue, que nos permite disfrutar de los placeres de la vida.
Sin intención, se me frunció el ceño, una acción que no pasó por alto.
— ¿Ustedes tienen alguna creencia o la insignificancia gobierna su vida?— Miranda hizo la pregunta para todos, pero sus ojos se posaron en mí, lo cual daba a entender que solo yo podía contestar.
Traté de calmar mi pulso acelerado y no volver a dar otra señal obscena de mis emociones como antes.
— El pueblo nos reza a nosotros para recibir nuestras bendiciones, es decir, somos los dioses de Edania, tal como ustedes tienen a su "Padre"— Respondí sin apartar mi vista de ella, no le iba a conceder autoridad sobre mí a uno de su clase— Cuando tienes talentos que ninguna vida mortal nunca podrá lograr eres un dios, nosotros logramos lo imposible.
La respuesta fue en un tono cortés, sin embargo, la contraria puso una cara escandalizada, como si mis palabras estuvieran llenas de horror.
— Eso no responde mi pregunta, yo me refería a ustedes, no a su pueblo— Miranda recompuso su expresión neutra, devolviendo sus cejas arqueadas a su posición normal— Aunque, viendo que así funciona el asunto aquí, no me sorprendería que dijeran que no tienen motivos para creer que hay algo más grande que ustedes moviendo el hilo de la vida, ¿O me equivoco? Ni se deben cuestionar la fuente de su magia y de su estructura de Mágicos y No Mágicos— Me pregunté si ella sabía de Los Barrios y su sistema de siervos, eso sería un arma a su favor— Solo me pregunto si su inmortalidad al paso del tiempo es también inmortalidad contra el daño.
Tras decir eso procedió a darle un bocado a su comida como si no hubiese insinuado que debíamos morir en nuestro propio palacio del que antes dijo que quería saquear.
— No lo sabemos, ninguno de nosotros jamás ha atravesado una situación de ese modo, y nunca sucederá.
Esta vez fue Emily la que decidió intervenir y frenar la atrevida sugerencia.
— Sin embargo, ha llegado a mis oídos que existen dos miembros de su preciada Familia Real que han "desaparecido"— La elfa de curiosidad insaciable arrojó un vistazo a Ivonne, sabía que hablar de la muerte de Pearl y James era tabú. Sabía demasiado.
Me pareció que la reina tomó su tenedor con mayor firmeza.
— Que tristeza, ¿Cómo pudo ocurrir algo así?— Katherine se sumó a la conversación por primera vez en mucho tiempo.
— Fue un momento lamentable, uno de los capítulos más oscuros de la historia de Edania— La voz aterciopelada de Albert escondía una leve tristeza.
— En el aniversario de los cincuenta años de la Guerra Celeste, entre todas las carrozas de celebración se encontraba la de Pearl y James...
»Aún recuerdo el color morado de la carroza que era iluminada por el brillo del sol. Pearl llevaba su cabello dorado en un peinado que permitía que portara la corona como una verdadera diosa. No obstante, de un minuto a otro, hubo una explosión en uno de los edificios adyacentes. El caos se esparció de forma errática, Ivonne gritó que prioricen a los civiles porque, al igual que el resto de la gente, creía que nada podría pasarle a las dos figuras políticas más potentes de la historia.
»Y así fue como todos nos equivocamos. Nunca más volvió a ver a ninguno.
»Encontramos dos cadáveres desfigurados entre escombros por lo que supusimos que se trataban de nuestros antecesores. Al lado se pudo hallar la corona de la reina destruida.
Desplacé mis ojos hacia el objeto que reposaba sobre la cabeza de Ivonne, sentí como si hubiese resuelto las piezas de un acertijo gracias al relato de Elena.
Cuando era niño me gustaba jugar a mi coronación, lo que siempre acabó en Emily atrapándome con la corona en mis manos. Ella me advertía que el zafiro central de esta era muy valioso para la reina y que si llegaba a ensuciarlo un pleito se desarrollaría. Ahora entendía el porqué, era una gema de Pearl.
— Lo lamentamos mucho, lloramos la pérdida de su familia— Alastor fue el único en decir un comentario de amabilidad auténtica en toda la noche. Su voz era profunda, me gustaría escucharla más seguido.
— Gracias por sus gentiles palabras.
Luego una oleada de silencio se asentó en la habitación.
— Mamá...— Murmuró Ivonne por lo bajo, nadie parecía haberlo notado, excepto por mí, sabía leer labios y estaba seguro de lo que dijo.
— Tienes un bello cabello, Príncipe Crystal, ¿cuál es el motivo de que se haya teñido de celeste?— La voz de Alastor me distrajo de mi interpretación.
¿Debería haber un porqué?
— Es un color precioso, de mis favoritos, me hace recordar al cielo durante el día. Además combina con mis ojos.
— Es agradable oír eso— Katherine me estudiaba, hija digna de su madre.
— ¿Se sienten cómodos con su estadía?
— Claro que sí— Esta vez fue la reina la que habló.
— Nos alegra que diga eso, Su Excelencia, hemos puesto en servicio al mejor personal— Conocía lo suficiente a Albert como para saber lo que ocultaba sus palabras, él ya quería que la noche acabase.
— Me doy cuenta, muchas gracias por todo lo que hicieron esta noche, queridos "sudamericanos"— Miranda sonrió solo con la boca. Mi mente se llenó de dudas.
Albert soltó una risa en respuesta.
— Estamos en Edania— Corrigió el príncipe de las artes con una copa de vino en la mano— Es un lindo reino, al igual que África— Dio un sorbo— Mi error, Calidumland.
— Tienes razón, un reino muy hermoso— La rubia era mortífera con su cabeza en alto— Ojalá vivir aquí por el resto de la eternidad, bañada de felicidad por la perpetua ignorancia de mi propio pueblo— Sus ojos se posaron en mí— Como una de los suyos.
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Traidores a la Magia
Novela JuvenilEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...