Ashley aguardaba sentada debajo de un árbol.
Quedamos en reunirnos en un parque y de ahí iríamos a tomar ese café que sugirió Robin tras la insinuación de Alev en la enfermería.
Habían pasado tres días de mi combate y Leah era una nube oscura que me ensombrecía.
Al menos, este día, no me visitaría su fantasma de culpa.
Mi alma se sintió eternamente agradecida por la distracción, de lo contrario, mi mente solo hubiese tenido un tema que abordar: la muerte.
Quizás ese sea el efecto analgésico y calmante de los amigos, a veces te despejaban el estado de humor.
No estuve segura de ello hasta que lo viví. Antes no era de mi interés juntarme con la gente, tenía a mi familia, un vínculo que jamás se desdibujaría.
Sin embargo, quise darme una oportunidad de estar con Robin y Alev, tal vez podríamos ser un grupito. Preferí pasar la tarde con ellos que matarme entrenando, era hora de disfrutar la vida. Ya no más esfuerzos aniquiladores.
La brisa fresca acompañaba el ambiente. Ojalá nevara, eso aquí no sucedía.
He oído de planteamientos científicos sobre altas temperaturas por la contaminación, pero vi un periodista, que era parte del equipo de la realeza, que lo negaba. Mi confianza estaba divida.
La mirada de algunas personas se desviaban hacia mí, conocían las atrocidades del Festival del Florecimiento que cometí.
— Adelante, pídele— Una familia rubia se acercó con cautela. Me pareció que fue la mujer la que alentó al hijo.
— Alabada sea la magia, ¿Te gustaría sacarnos una foto juntos?— Preguntó el niño, cuyos ojos celestes brillaban con inocencia.
Me quedé en blanco, ¿una foto? ¿Conmigo?
¿Por qué tenían admiración por una asesina?
Ni siquiera era una asesina cualquiera, me pagarían por ello, ¿me transformé en una especie de sicaria para salvar a Alice?
— Ehh...— No me podía negar al pedido de un niño. Sin embargo, tampoco di mi aprobación porque el brillo de su cámara me tomó desprevenida.
Lo más probable era que, en la foto, quedé con una mueca en proceso de sonrisa.
Luego reflexioné, ¿por qué usaban cámaras de fotos? Esos eran artículos costosos que, además, ya estaban casi obsoletos por los modernos celulares.
— Gracias, campeona— Esta vez el padre fue el que habló. Acto seguido el niño me abrazó, como si fuese un amigo conocido de toda la vida— Que la risa de Emily te favorezca y triunfes.
Se alejaron en pasos tranquilos y confiados, parecían una familia salida de un cuento. Probablemente sean provenientes de Los Barrios.
— ¿Qué fue eso?— Una voz conocida siseó a mis espaldas.
Me incorporé del suelo, supe que el momento había llegado.
Alev entró en escena con el entrecejo fruncido y sus ojos abstraídos a su propio interior.
— La verdad es que desconozco la respuesta...
Un suspiro leve tomó presencia de mi parte. En cambio, Alev lanzó una risa.
— Gracias por la invitación, me alegra que vayamos a juntarnos, alabada sea la magia— Intenté mover el caudal del río de la conversación hacia otra dirección.
Alev se encogió de hombros.
— No es nada— Que ironía la manera que algo que podía significar todo para mí, podía significar nada para él— Mira, allí viene Robin.
El muchacho de ojos verdosos se veía a cierta distancia. Por algún motivo ansiaba tenerlo alrededor mío, en su mirada era capaz de hallar la verdadera esperanza.
En unos minutos Robin llegó a su paradero.
— Alabada sea la magia— Extendió sus brazos para un abrazo.
— Alabada sea la magia— Le correspondí con calidez, no llevábamos mucho de conocernos, pero nos sentíamos cercanos, él y yo nos entendíamos y apoyábamos.
Cuando Robin se dirigió a Alev este último arrugó la nariz con disgusto, el contacto físico no le sentaba bien. Ni siquiera dio el saludo formal.
Iniciamos nuestro camino hacia una de las cafeterías más famosas de Battletown. Sería mi primera vez y de Alev allí, Robin se había sorprendido de eso.
Abrimos nuestro paso por las distintas avenidas de la ciudad. Noté que Robin ya no caminaba de la misma manera que la primera vez que lo conocí, iba más lento, su ritmo acelerado de ciudad se disminuyó.
En el recorrido peinamos los rededores de negocios cuyas vidrieras nos atraían cual imán a un metal.
— Miren ese conjunto de tazas— Les señalé a mis amigos, eran todas de porcelana con flores talladas.
— Ay, sí, están muy lindas— Coincidió Robin y asintió con la cabeza.
— Sí, están bien— Se limitó a decir Alev sin darle revuelo. De hecho, parecía como si no mirase a través de las ventanas realmente, solo tenía ojos para nuestros reflejos.
Un gato atigrado se asomó por la puerta del local y maulló en un tono agudo, demasiado tierno.
Alev se acercó sin dudarlo y le acarició el pelaje. Por un momento me dio miedo que el felino sacara sus garras y lo rasguñara, pero el gato se dejó tocar y ronroneó ante la mano del enfermero.
— ¿Por qué me miran así?— Alev giró su cabeza hacia nosotros— Acariciar al perro lo hacen todos, el gato es más difícil.
Me gustaría tener mascotas, Alice estaría muy feliz con una.
Pasamos hacia la siguiente tienda, una zapatería.
— Por favor, sigamos de largo— En el rostro de Robin se esculpió una mueca.
Tanto Alev como yo nos observamos repletos de incertidumbre.
— ¿Acaso la zapatería te intentó matar o algo?— El castaño se rascó la sien.
— No, es solo que no me gusta comprar zapatos, ni zapatillas, ni botas, ni calzado en general— Contestó Robin a la par que entrecerraba los ojos ante el irónico comentario de Alev— Además, aquí en la esquina está nuestro lugar de destino.
Las ansias danzaron en mi interior al conocer una de las franquicias más habladas por toda Edania.
Incluso, como cultivadora me interesaban, siempre oí rumores de sus excelentes plantaciones de café.
Ingresamos al negocio y tomamos asiento al lado de una ventana. Afuera, el cielo se encontraba despejado, a excepción de unas zonas en las que estaba nublado.
El ambiente era tranquilo, a nuestro lado se encontraba una barra donde se preparaban bebidas y café. Los muebles eran de madera y el aroma a café y pasteles tomaba revuelo.
Un mesero se acercó a pedirnos la orden. Me hizo pensar en aquel participante, Eric. En las noticias no dejaban de hablar de cómo uno de los participantes más controvertidos había tomado lugar como camarero en una gala tan lujosa como la de Vivianne.
— ¿Ustedes qué piensan de ese tal Eric?— Preguntó Robin, en un intento de generar un tema de conversación.
Abrí la boca con asombro ante la coincidencia.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?— Frunció el ceño por mi reacción a su comentario.
Alev puso los ojos en blanco y luego esbozó una sonrisa de lado.
— Apuesto a que ella estaba pensando en lo mismo— Él leía bien a las personas.
— ¿Hay alguien en todo el reino que no piense en eso?— Ladeé la cabeza— Es el tema de la semana.
— Yo estoy muy seguro que tengo otras prioridades— En su sonrisa inclinada se percibía cierto grado de arrogancia— Aunque debo admitir que es un muchacho interesante, atractivo a su manera.
Robin desorbitó los ojos hasta que captó que la conexión entre Eric y Alev.
— ¡Ah, claro! Tú lo conociste— Robin asintió para sí mismo, como si estuviese teniendo una conversación consigo— En la enfermería, ¿verdad?
— Así es y me llamó la atención— Juntó sus manos, evocando algún vago recuerdo— Pero no es lo único trascendental en mi vida.
Esa aclaración adicional llamó mi atención, arqueé la ceja y él lo notó.
— No me malinterpreten, solo no es algo que carcoma mi existencia— Me sorprendí que no le importase, todo el reino no hacía más que hablar, pensar y hasta soñar con eso. Nunca antes nadie había desafiado a la Familia Real tan abiertamente, siempre se nos enseñó a ser leales y devotos súbditos— Pero es agradable, me gustaría conocerle más.
Robin soltó una risita y añadió:
— Te gustan los chicos malos.
Alev soltó un suspiro y revoleó sus ojos.
— Conozco muchos "chicos malos", pero sé que él no es de esos.
¿Un joven médico de la capital involucrado con "chicos malos"? Eso era raro.
De hecho, quise hacer un comentario al respecto, pero el mesero regresó con nuestro pedido.
— Ja, ja, ¿ustedes también hablan de ese Eric?— Preguntó el muchacho al mismo tiempo que apoyaba las distintas bebidas en la mesa junto a la porción de pastel que solicitamos.
— ¿Cómo lo supiste?— Respondí, simpática.
— Es de lo que todos hablan. Y el festival también.
Al apoyar el café con leche de Robin se balanceó un poco sobre la taza.
Mi amigo se rio ante la situación, en cambio, Alev, poseía la vista perdida en su café que era puro, sin nada de crema y leche. Tampoco quiso echarle azúcar.
— ¿Necesitan algo más?— Averiguó el trabajador. Su rostro se tornó diferente— Esperen, ustedes dos me resultan familiares.
Con Robin intercambiamos una mirada en alerta.
— Por supuesto que sí— Alev me señaló a mí primero— Ella fue la campeona del viernes pasado...— Cambió su dirección a Robin— Él es el chico que defiende la libertad de elección de ropa masculina— Le sonrió de manera superficial— y tú deberías atender la mesa que te está llamando.
El mesero lució afligido y se retiró.
— Eso fue un poco grosero— Solté de forma deliberada. Él hizo mal, yo no debía porqué temer de aflojar la lengua. Si no señalábamos las actitudes incorrectas, ¿cómo podíamos esperar a que no se repitieran?
— Parecía un fisgón y no me gustan los fisgones, siempre frustran todos los planes.
— ¿Cuáles planes?
Alev se quedó en pausa a mitad del sorbo que daba.
— Ya sabes... la diversión.
No sonó seguro de sus palabras, no objeté.
— Entonces, volviendo a la pregunta inicial que ninguno respondió— Robin arrojó un salvavidas a la situación— ¿Qué piensan del tal Eric? ¿Qué les parece lo que hizo?
Estuve a nada de responder que lo consideraba como un descarado que ofendía nuestros propios dioses y que eso tendría consecuencias. Nadie se tomaría el atrevimiento de hacer esa demostración tan masiva para denunciar actitudes que le disgustaban.
Sin embargo, Alev tomó la iniciativa y desenredó todos los nudos de pensamientos negativos que tuve.
— Estoy totalmente de acuerdo— Se echó hacia el respaldo de su asiento, denotó seguridad— Me refiero, todos conocemos los trapos sucios de la Familia Real, solo hacen ojos ciegos porque les da miedo tenerse que enfrentar a la verdad— La caja en la que me encontraba se comenzó a abrir— Les parece ofensivo porque eso es lo que quieren que vean. Harían lo mismo si no tuvieran miedo o sintieran que son deshonras. De hecho, ¿qué no es por culpa de la Familia Real que la mayoría de gente inscrita al festival sean de escasos recursos o marginados?
Alev dio un disparo a la diana y acertó en el centro. Me quedé en silencio dentro de un replanteo de opiniones.
Quizás ese era el importante ejercicio de la escucha. Uno era conservador a sus ideas, pero podía aumentar su coherencia frente a lo que antes se veía mal, todo gracias a poner la oreja con atención. Aunque era distinto que dejarse lavar el cerebro, una cosa era ser llevado de lo lógico a lo ilógico, y otra era aprender, empatizar y razonar.
— Pues yo sé que no me inscribí por lo mismo que el resto y, aún así, soy consciente de que no todos están en mi situación, yo me inscribí por otra lucha— Robin mezcló su bebida— Aunque sí considero que Eric tuvo razón, en parte. No sé si estoy de acuerdo con escribir "Asesinos" con la sangre de la persona que mataste, pero con la idea del mensaje sí.
Ahí fue cuando lo entendí todo.
Sí, eran asesinos.
Abandonaban a su pueblo y hacían ojos ciegos a las riquezas mal formadas, a los sistemas explotadores de recursos y permitían las injusticias sociales, de esa manera era como Robin y yo nos vimos involucrados. Él luchaba por una injusticia social y yo por una pobreza desoladora.
— ¿Y tú, Ashley, por qué te inscribiste?— Indagó Alev con sus ojos oscuros tan fríos cual noche— Sé que Robin busca esa libertad de falda para los hombres, pero, ¿y tú?— Entrecerró su mirada, como si pudiese ver más allá de mi cuerpo físico— ¿Acaso quieres magia del príncipe del amor? ¿Eres una verdadera devota?
Mi puño se cerró ante la insinuación.
Me sentí debajo de un foco de luz que no dejaría escapar ningún movimiento que realizara, dejé la taza sobre la mesa.
— Pues...— Mi mente reprodujo las imágenes Alice desvaneciéndose entre los cultivos de manzanas, su cara tan débil en el hospital y su falta de alegría infantil— Lo hice por mi hermanita, ella...
¿Debía o no debía contar la verdad de su magia? ¿Confiaba a pleno en mis amigos?
A todos nos llegó un momento en el que tuvimos que elegir si depositábamos nuestra confianza en otro. Ese fue el mío.
— Ella tenía mala salud, unas migrañas incesantes, una agonía eterna— Tragué saliva. Quizás involuntariamente me quise decir que tragara la piedra de la verdad— Eso la llevó a hacer magia con tal de mejorar— Robin desconocía esa parte de la historia por lo que sus ojos se abrieron de par a par. Alev mantuvo su rostro sereno, atento a cada palabra que decía, curioso como un gato— Sin embargo, solo logró empeorar y por eso es que estoy aquí, su vida depende de una cirugía muy costosa, el dinero de la realeza es mi objetivo, no su magia.
Con mis últimas palabras le fulminé con la mirada a Alev, él fue el que insinuó que yo era una creyente. Aunque la verdadera pregunta era: ¿por qué eso me ofendió? ¿Qué tenían de malo ser una fiel devota, si se suponía que era lo correcto?
— Lo lamento por tu hermana y por lo del día del patinaje.
Me reí ante el recuerdo de aquella pelea ridícula.
Ese era uno de los sentimientos más hermosos, recordar las viejas batallas y reírse.
— No pasa nada, no te preocupes, creo que ambos necesitábamos conocer otro punto de vista de la vida.
Por primera vez en toda la conversación Alev esbozó una sonrisa afectuosa. No fueron las bromas, no fueron los accidentes graciosos, fue la interacción humana genuina de calidez lo que le evocó ese efecto de felicidad.
Me preocupó que si, tal vez, haya sido eso lo que logró causar su mueca de placer significara que estaba metido tan profundo en el agua, que con un pequeño atisbo de luz pudo reanimar su corazón.
Mi necesidad de respuestas quería adentrarse en su océano de misterios.
— Ya nos conoces a Robin y a mí, pero tú pareces quejarte mucho de la Familia Real y, de todos modos, estás dando tu servicio por ellos.
Incliné la cabeza al formular la interrogante. No era mi intención meter las manos en el fuego, solo quería resolver el enigma.
— Algún día lo entenderás.
Esa fue la limitante respuesta de Alev. Ese chico era un completo cubo Rubik, un enigma que la cabeza debía focalizarse exclusivamente en él para descifrar sus secretos o planes.
— ¿Y si queremos entenderlo ahora?— Aventuró Robin levantando sus cejas.
Alev movió un mechón de su cabello detrás de su oreja.
— ¿Para qué digo que odio a los fisgones si ustedes se van a poner a fisgonear?— Se rio por la ironía— Aunque está bien, ustedes ganan... Yo...— Apretó sus labios por su lucha interna— Edania me escupió de demasiadas maneras y jamás tuve un lugar seguro en esta sociedad, ¿Saben?— Su delicada voz era como susurro de un manantial— Tuve que huir en más de una ocasión e hice demasiados enemigos, hasta que unos hermanos me acogieron y me hicieron parte de ellos, les debo la vida.
Percibí una auténtica devoción, no especificó lo que sufrió y yo ya ni me lo quería imaginar.
Lo contrario, en mí surgió un deseo inmenso de cuidarlo y demostrar la compasión que no conocía.
— No me miren así, el mundo funciona de esta manera: Injusto para muchos, perfecto para pocos...— Se encogió de hombros— Se habrán dado cuenta que me gustan los gatos, ¿verdad?— Tanto Robin como yo asentimos— Cuando era un niño tenía uno, se llamaba Panqueque— Se rió con liviandad— Él era mi único compañero en una vida de restricciones, cuando estaba triste me escuchaba, cuando me perdía me hallaba, cuando soñaba me despertaba, pero...— Sus ojos se empañaron— Lo mataron...
Solté un grito ahogado. Los tres nos quedamos en silencio.
— Sí, que linda historia para un lunes a la tarde, les deseo un muy buen inicio de semana— Alev en una sonrisa apresurada limpió las lágrimas que no pudieron escapar de su bóveda— Es por eso que estoy tan agradecido con los dos hermanos que me salvaron, me dieron la única muestra de amabilidad que pude vivir.
— Creo que hablo por ambos al decir que con nosotros también estás a salvo— Comentó Robin y me dedicó una mirada de complicidad que respondí asintiendo con la cabeza.
— Estás invitado a unirte a la familia Godoy, a Alice no le vendría mal un hermano.
La sonrisa efímera de Alev se borró gracias a que las puertas del negocio se abrieron y entraron miembros de las órdenes eclesiásticas con sus característicos brazaletes de bronce.
— Alabada sea la magia— Musitamos todos en un coro de sumisión del que incluso Alev fue parte. Cualquiera sabía que el respeto religioso iba ante cualquier cosa.
Nadie quería ser señalado como un Traidor a la Magia de manera pública.
No supe distinguir a quién era su alabanza. Sus túnicas eran celestes, nunca antes había visto un culto de ese color. ¿Será a Crystal?
Algo sucedía con Edania, estaba cambiando.
El país funcionaba como un barco sin una gota de tierra visible en pleno mar: siempre va a parecer que se mueve, pero jamás sabrás a que dirección. Quizás avanzaba, tal vez daba media vuelta para retroceder y no te darías cuenta hasta que regresaste al punto de partida.
En ese momento estábamos en ese trayecto, ¿avanzábamos o lo contrario, retornábamos?
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Traidores a la Magia
Teen FictionEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...