Capítulo 34🌹

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Eric no quería dejarse deslumbrar por el lujo de su al rededor.

Nos liberaron hacia el exterior del castillo.
De por sí, mi casa en Mordar era un espacio reducido, pero aquí, tan solo el jardín, lograba aumentar veinte veces el tamaño de mi hogar. 
Pensé en echarle un vistazo a todo el lugar, aunque era una oportunidad de conocer a mis contrincantes y la aprovecharía, después de todo, esa era la intención original de la reunión.
El Primer Ministro, manteniendo la misma cara de disgusto que cuando ingresé, nos entregó unos cuadernillos con información sobre cada participante.
Había dos que ya lucían ser amigos, me pregunté si serían conocidos desde antes de esta locura.
Por mi parte, nunca fui una persona que pudiera ser considerada como sociable, las personas me observaban distinto por mi situación así que yo no toleraba su pena o desprecio.
De hecho, solo una persona de las presentes me conocía aquí.
— Veo que nos encontramos de nuevo, que coincidencia— Comentó una voz melodiosa cerca mío— No tenía idea de que participabas en esto.
Allí estaba, la cantante que más admiraba, interactuando con una persona corriente como yo.
¿Cómo me mantuve de pie en aquel momento?
— Ojalá en alguna ocasión nos encontremos en circunstancias normales— Comenté en un intento de generar simpatía. Esperaba que mi risa no hubiese sonado nerviosa.
— Sí, ojalá pudiéramos...— Se vio interrumpida por una chica rubia con dos coletas que se acercó.
Todas las facciones de sus rostros no reflejaban un mínimo de calidez, era la mismísima definición de seriedad.
— Tú eres Astrid, ¿verdad?— Preguntó con sequedad.
— Hasta donde sé, eso es verdad. Soy Astrid, un gusto— Su actitud amigable me encantó.
Tras sus palabras la cara de la contraria se llenó de vigor, como si hubiese vuelto a la vida.
— Es todo un honor conocerte, me alegra estar junto a una persona como tú, estoy tan agradecida por esta oportunidad de oro. Alabado sea Crystal.
La cantante repitió esta última frase como cualquier devoto normal haría. Imité el gesto, pero en un tono más bajo.
— Aunque a ti no te conozco— La muchacha me señaló con desconfianza.
— No creo que me conozcas, no soy nadie importante.
— No hace falta que te conozcan para ser importante— Mi corazón se aceleró al notar los intensos ojos verdes de Astrid sobre los míos— Me haz ayudado una vez, y para mí, eso es importante.
Me hubiese gustado agradecer sus palabras, pero otro muchacho más se nos unió.
Los tres nos quedamos en silencio, agurdabamos a que el chico vestido de negro dijera algo.
Aproveché el silencio para echar una ojeada al cuadernillo sobre los participantes con el fin de indagar de quién se trataba.
La chica rubia me vio sacar el cuadernillo e inmediatamente se dirigió a Astrid y se apresuró en preguntar:
— ¿Me lo puedes firmar?
— Ehh, claro— Astrid accedió y la fanática giró su cabeza a mí con aire de suficiencia. El chico se rio— ¿Cómo te llamas?
— Mi nombre es Leah.
— Aquí tienes, lindo nombre.
Volví a enfocarme en mi investigación. Entre las hojas di con mi objetivo.
Se llamaba Henry, según la base de datos, venía de Los Barrios. Eso explicaba su prudente distanciamiento, todos los que venían de allí trataban al resto de personas como si fueran incivilizadas o bárbaras, sin importar si era un Mágico o No Mágico.
Ese era el problema con todos los que procedían de Los Barrios, se creían con derecho de criticar lo externo cuando solo vivían en una burbuja cruel.
— ¿Ya vieron al sujeto grandote de por allá?— Indicó Leah en voz baja a la vez que señalaba con su cabeza.
Sin duda alguna, ese sería el rival más difícil.
Era un hombre de tez morena, casi tan alto como yo, que vestía una camiseta sin mangas, exponiendo sus brazos musculosos, ¿No tenía frío?
Astrid soltó un suspiro hastiado.
— Ni que me lo digas.
— Quizás sea una persona buena y pacífica— Henry habló por primera vez en la conversación, me sorprendió su voz, era tan serena.
Los tres desconfiamos, ese hombre lucía diferente al resto, entrenado para ganar.
— Déjame revisar en la planilla.
Comencé a pasar las hojas sin tiempo que desperdiciar.
— ¡Bingo!— Exclamé y narré lo que decía— Su nombre es Bill, tiene 19 años y...— El próximo dato no fue de mi agrado— viene de Los Barrios.
Astrid no se inmutó ante la noticia, Leah frunció el entrecejo.
— Debe ser de la zona norte porque yo vivo en la zona sur y jamás lo he visto.
Leah inclinó con violencia su cabeza hacia Henry.
— ¿¡Provienes de los barrios!?— La muchacha estaba horrorizada: ojos abiertos, ceño fruncido y odio en sus venas— Contesta ahora mismo, ¡YA!
— Sí...
Henry musitó la corta respuesta a la vez que Leah le dio un puñetazo leve en el hombro.
— ¡Maldito bastardo!— Astrid y yo intercambiamos miradas llenas de sorpresa e incertidumbre. La expresión de Leah se arrugó en angustia— Eres cómplice de todos los males de este mundo, solo causan dolor y sufrimiento.
Me sorprendió su atrevido discurso, nunca nadie se atrevería a expresar tal disgusto por la sociedad. Incluso, aunque estaba de acuerdo, mantuve mi cabeza abajo.
Si hablaba, mi voz temblaría. Si me quejaba, arriesgado sería.
— ¿Acaso yo tengo la culpa de como funciona el sistema?
Henry se encogió de hombros, casi con vergüenza, casi con insignificancia. Era imposible distinguirlo.
— No tienes ni idea del dolor que ha causado tu gente, mi familia jamás pudo ser la misma luego de la atrocidad que cometieron— La respiración de Leah se tornó brusca— Mi tía seguiría con nosotros de no ser por ustedes, malditos parásitos.
Apoyé mi mano sobre su espalda y la guié lejos del contrario, ella necesitaba espacio.
Nos sentamos en la escaleras.
El ligero viento abrazó a nuestros cuerpos y levantaba el polvo de nuestras almas.
— Simplemente, no lo puedo creer, odio a esa gente, ¡cómo pudieron permitir que entrase alguien de Los Barrios! ¡Sinvergüenzas! ¡Canallas!
La ira de Leah no se disminuiría por su cuenta, así que hice uso de la palabra para calmarla.
— No sé si tienen la capacidad para negar la entrada a un evento nacional a un ciudadano más...
— ¿¡Un ciudadano más?! ¡Ellos no son como nosotros!
— No considero que nadie sea igual, siendo sincero. Si eres de Los Barrios, eres privilegiado, pero deshumano. Si eres Mágico, aún tienes privilegio, solo tienes que trabajar para mantenerlo aunque hay quienes lo carecen. Si eres un No Mágico, nadie te da nada, todo lo tienes que ganar por tu cuenta, si es que tienes la oportunidad. Nadie se parece a nadie— Chasqueé mi lengua— Puedes contarme tu historia, me daría gusto escucharla.
Leah se quedó en silencio, se tomó su tiempo en procesar cada una de mis palabras hasta que finalmente reaccionó.
— Cuando mi madre y mi tía eran niñas les gustaba jugar, ¿qué digo? A todos los niños les gusta jugar— Hizo una mueca— Ellas se tenían la una a la otra, entonces, se la pasaban en el exterior, conociendo el mundo— Los ojos de la rubia miraban hacia el suelo— Nosotros somos una familia de No Mágicos y pareciera que, en aquella época, cotizabamos en bolsa porque andaban desesperados buscandonos.
Asentí con la cabeza, todos sabíamos lo que hacían en Los Barrios. De todos modos, ninguno se atrevía a sobreponerse.
— Jamás se separaban, era raro que lo hicieran, pero una vez a mi mamá le compraron un juguete por su cumpleaños y el materialismo de ambas se activó, por lo que mi tía le pidió prestado el juguete y mi madre se lo negó. Después siguió una discusión y cosas así— Aún no comprendía la relación que había entre el juguete infantil y Los Barrios macabros— Mi tía le dijo que si tanto quería jugar sola que ella haría lo mismo. Se fue afuera de la casa y allí fue captada. Desde ahí no sé bien los hechos, solo sé que la secuestraron, ya sea con engaños y promesas de una vida mejor o a la fuerza, lo único que importa es que se la llevaron para mantener sus castas y su sistema de siervos.
Se llevaban niños a plena luz del día, sin ninguna pena ni castigo, ¿Qué clase de mundo era este?
El enemigo humano era la capacidad de acostumbrarse, hicimos que fuera una costumbre la miseria y sufrimiento de algunas personas mientras que otras disfrutaban de fiestas superficiales y privilegios sin frenos.
No obstante, esa era la situación verdadera de los No Mágicos más carentes donde la única opción era renunciar a su libertad para servir a un otro.
Sin embargo, ellos vendían la idea de que los rescataban e inculcaban los buenos valores de que, una vida de servidumbre esclavista, era el camino a la salvación y redención por sus pecados en la vida de aspirar y ser ambiciosos de buscar lo que ellos tenían, riqueza.
La mayoría de los No Mágicos (y unos pocos Mágicos desafortunados) eran forzados a llenar la copa de los demás. Nadie lo haría a voluntad propia.
— Este país apesta— Murmuré para que me escuchara. Jugaba con fuego, caminé por la cuerda floja, acariciaba el pecado.
Esa fue la primera vez que me acerqué a cometer el gran delito que llevó a personas a la tumba.
Comenzaba a detestar la magia.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora