Capítulo 9 🌸

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Robin ingresaba a la famosa "E.T.A" junto a Ashley.

La muchacha que me acompañaba era agradable, no le faltaba el respeto a nadie y tampoco daba la impresión de ser una persona que buscara conflictos. Además, poseía un aura intrigante y peculiar.
Ashley no tuvo ningún problema con que yo hablara demasiado, me sentí mucho más agradecido de lo que demostré. A pesar que me gustaba hablar, no era bueno cuando se trataba de mis sentimientos expresar.
El edificio disponía en su primer piso varios asientos metálicos para esperar a ser llamado por alguno de los muchos recepcionistas que se ubicaban de manera circular en el centro de la sala alrededor de una columna.
Tras ingresar por las puertas mecánicas, a un lado, había una pequeña máquina roja de tomar turnos. Yo saqué un pequeño papelito por mí y Ashley, el lugar estaba casi vacío de personas, así que nos atenderían rápido.
Los dos tomamos asiento en espera de que en la pantalla apareciera el número de nuestro turno.
Toda la estructura era impresionante, se hallaba en tan buenas condiciones que parecía irreal. Por el olor a jabón de limón deduje que debían limpiar seguido.
Mi nueva amiga sacó su teléfono y suspiró con hastío, supuse que algo andaba mal.
Una parte de mí quería ayudarla y preguntarle qué le pasó, aunque como recién le conocía podría considerar extraño mi interés. Odiaba estar en la situación de ser el "nuevo", generaba tantas restricciones.
Con el paso de unos minutos, la pantalla iluminó un aviso que llamaba al número "476" a que se acercase.
Los dos por automático obedecimos. En un mundo tan repleto de señales adquiridas era difícil no reaccionar inconscientemente, cada mínimo rasgos nuestro estaba configurado.
Un hombre se encontraba sentado detrás del mostrador. El señor tenía pelo negro y un poco de barba. Las prendas que vestía eran el uniforme rosa y celeste de la E.T.A.
— Alabada sea la magia, buenas tardes, bienvenidos— Su tono era cortante, contrario a las palabras llenas de cortesía que pronunciaba— ¿Qué se les ofrece?
Ashley y yo nos miramos mutuamente para saber quién comenzaba a hablar primero.
— Buen día, alabada sea la magia— Tomó iniciativa la castaña— Él y yo queríamos anotarnos en el Festival del Florecimiento.
Asentí con la cabeza en verificación de sus palabras.
Él hombre buscó dentro de su ordenador y alzó su vista a mí.
— ¿Nombre?
— Robin.
— ¿Apellido?
— Quinn.
— ¿Edad?
— Dieciséis.
Y así continuo una serie de preguntas a la par que registraba mis respuestas.
Al finalizar, imprimió todo lo que contesté y me entregó la página. Examiné que estuviera todo bien escrito y firmé en una carilla.
Me emocioné con la hoja que tenía en mis manos, gracias a mi inscripción demostraría fortaleza y prevendría el maltrato de personas por simplemente vestir como les gustaba, y quién sabe, quizás podría alentar a más a manifestarse en contra de esas conductas.
En medio de mi alegría la linterna de una cámara me iluminó el rostro.
— Es para el anuncio de los candidatos.
— Me gustaría que me hubieras avisado de la fotografía antes.
No me agradaban las fotos y, menos, si eran tomadas sin que me enterara.
— Lo siento, pero, era una buena toma— Me mostró la imagen en la que hasta yo juraría que mis ojos centellaban— Saliste con una sonrisa radiante.
De manera involuntaria, mi entrecejo se frunció. No sabía si estábamos viendo lo mismo, no era de mi gusto, era capaz de darme cuenta de mil defectos en solo un vistazo.
— Siendo sincero, no me gusta como salgo en las fotos, la próxima avisa antes de tomarla.
Ashley, a mi lado, estaba con una cara neutral, en espera paciente a su turno de presentar sus datos.
— ¿Realmente consideras participar?— Preguntó el señor a mi acompañante.
— ¿Por qué lo dices?
— Ya sabes, no todas las personas están hechas para esto. Se necesita fuerza y una buena salud.
Mi expresión facial pasó de ser una sonrisa a abrir los ojos como platos y mostrar una mueca incómoda, no quise separar mi vista del papel en mis manos, el mínimo movimiento y estallaba algo.
— Si estás hablando de que intentaste participar y no pudiste por problemas de salud, lo lamento mucho, pero yo me encuentro perfecta de salud y no considero que, a simple vista, puedas saber si no lo estoy— Contestó ella aún manteniendo su rostro sin perturbar— En la casilla de nombre tienes que poner Ashley.
La contraria empezó a dar todos sus datos al igual que yo lo había hecho previamente.
Mientras Ashley firmaba, apoyé la hoja en el escritorio y me agaché para atarme las zapatillas.
Tomé el papel de nuevo y lo doblé con cuidado, sin darle demasiada atención.
Después de unos minutos finalizamos todo lo que teníamos que hacer y nos despedimos en la puerta del edificio.
Ashley me agradeció por mi compañía y no se fue sin antes decir:
— El recepcionista no se equivocaba, era una buena toma.
Tras pronunciar eso, dio media vuelta y se retiró.
Me hubiese gustado pedirle su número para seguir charlando, pero no me animé a hacerlo por si no quería o le parecía que tomé confianza muy rápido. No me atreví a arriesgarme al rechazo.
Caminé por las calles, sumergido en las vitrinas de los negocios, aunque siempre que pasaba cerca de una tienda de zapatos aceleraba mi paso, odiaba comprar calzados.
Avancé unas cuadras más hasta que me detuve a mirar la hora, eran las tres de la tarde y no había podido almorzar.
Decidí ir a una cafetería, pretendía, al menos, llenar mi estómago con una comida sencilla.
En el establecimiento no había tanta gente, la mayoría de las personas no salían en ese horario.
Tomé asiento en una de las tantas mesas desocupadas. Solo había un hombre usando una laptop y, más próxima a mí, se encontraba una chica de tez morena inmersa en un libro.
En el momento en el que bajó su novela para dar un sorbo de café me pareció reconocerla, sus ojos verdes eran extrañamente familiares.
Un mesero se acercó a mí para tomar mi orden y una vez que se fue el joven, saqué de mi bolsillo el papel doblado que tenía mi inscripción.
Me sorprendí al notar que, en una esquina, sin demasiada fuerza estaba marcada una secuencia numérica.
— Ashley no es ninguna tonta— murmuré por lo bajo con una risita.
Ella sí había tenido el valor de dejar una forma para contactarnos, quería ser mi amiga.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora