Los humos de la familia de Ashley se encontraban más controlados.
Hubo relámpagos, tormentas tempestuosas y fuegos arrasadores en los miembros de la familia Godoy.
Luego de mi pequeña, aunque conflictiva, admisión de que Alice uso magia las cosas solo fueron cuesta abajo.
Lanzas y cuchillos volaron, por supuesto, todos me los clavaron a mí. ¿La familia solo por ser familia tenía el derecho a dañar nuestra integridad con sus emociones negativas?
Dijeron que mis decisiones eran erróneas, que me equivoqué y no estuve nada bien. Jamás se cuestionaron porqué no fuimos capaces de confiarles tal peligrosa confidencia.
Me acusaron de cómplice, de que no me importaba mi hermana y demás, siempre pasando de largo el hecho de que estaba dando la vida por mi hermana y que mi respeto hacia ella me hizo mantener su secreto.
Lo más doloroso fue cuando me llamaron una inútil que solo traía más dolor a Alice.
Éramos unas Mágicas desdichadas y limitadas. A las personas comunes les pasaba eso, no encontraban escapatoria a lo ordinario porque las oportunidades solo existían para pocos. Cualquier rebanada del pastel de la fortuna que se nos ofreciera la aceptaríamos, casi sin pensar.
Mi hermana consideró justo el trato y lo selló, hizo magia y así fue como me encontraba saliendo de la reja que me liberaría a mi primer enfrentamiento del Festival del Florecimiento.
Mi contrincante era una rubia escurridiza, su nombre era Leah.
No quería quejarme, pero en este enfrentamiento me encontraba en una leve desventaja.
Ella era la definición de escuálida, más su baja estatura, se le proporcionaba cierta agilidad en los movimientos rápidos.
En cambio, mi contextura robusta, me otorgaba cierta lentitud, aunque, con todo mi entrenamiento, mi fuerza fue incrementada.
A simple vista, Leah parecería inofensiva y, en combate, fue un caos andante.
Ella no fue la única sorpresa presente en el estadio durante aquella ocasión.
— Que el Festival del Florecimiento comience, que la mejor semilla sea la que se cultive— La típica corneta resonó— Y que el amor los proteja.
De inmediato mis oídos empezaron a filtrar una melodía que conocía desde que tenía consciencia, el himno.
Eso fue nuevo, en el combate anterior no sonó, solo en el primero. Era extraño, quizas sospechoso.
¿Qué ocurría? Me perturbaba, una sudoración fría se coló por mi sien.
Ni Leah y yo supimos si nos movíamos o no, por lo que esperamos a que acabase.
Entoné las estrofas solo con la boca, no con la voz. Cantar en ese momento no era algo que surgiera de mí de manera auténtica.
Una vez que cesó, inició el verdadero combate, y los cambios no se detuvieron ahí.
— Buenas tardes, Edadianos, ahora mismo nos encontramos en el Estadio Floreado donde se llevará a cabo el evento más histórico del siglo, el Festival del Florecimiento del príncipe Crystal— Empecé a ladear mi cabeza hacia todas las direcciones, era una búsqueda visual de dónde provenía esa voz. En el palco de la Familia Real se encontraba un hombre canoso que aparentaba ya haber cumplido la mitad de su vida. Un comentarista, como si de un deporte se tratase— ¿Ustedes quién apuestan que gana? Nuestras jóvenes competidoras de hoy son Ashley Godoy y Leah Bing. ¡Al parecer la última decidió dar el primer golpe!
Volví a mi realidad de combatiente y todos los sistemas de alerta en mi cuerpo se activaron cuando vi una cabeza rubia a muy poca distancia de mí, su velocidad me hizo alucinar, era como una serpiente acelerada que se deslizaba por la arena.
Imité su accionar y fui directo hacia ella. No me iba a quedar quieta en espera de mi muerte, muchos lo hacían, pero no quería ser parte de esos muchos.
Mi espada era de un alcance más amplio que su daga por lo que intenté de clavársela en mi primer movimiento.
Leah actuó sin vacilar y esquivó su muerte al escapar por el lado contrario.
Ella no se detuvo solo con eso, sino que comenzó a dar vueltas alrededor mío, lo que me obligó a mantener la espada en alto y el cuerpo intranquilo.
Cada vez que me volteaba a su dirección, ella se movía a la opuesta. Intentaba que me quedara sin energía.
Si cumplía su objetivo, sería un blanco fácil para su victoria.
Además entraba en juego no solo la energía física, sino la paciencia mental, no todos podían soportar encontrarse en una situación de estrés que sea de vida o muerte en la que el oponente se adelantaba unos cuantos pasos.
— ¡Que combate tan redondo! Parece que hacen una especie de danza en círculos— El hombre añadía una pizca de emoción a la tensa situación— Ashley intentó darle un final rápido, pero Leah pudo esquivar su golpe y ahora es ella quien dirige la marcha de esta lucha.
La voz que recorría y ocupaba todo el estadio hacía eco en mi cerebro, era una desconcentración punzante a mis sentidos fijos en la rubia.
Sin embargo, pareció todo lo contrario para los espectadores, muchos estallaron en vítores y coros de aplausos. Mi sudor era entretenimiento, mi sangre un espectáculo visual, mi muerte era un show.
Quería gritarle a Leah que se quedara quieta, pero comprendía lo que implicaba eso para ella.
De pronto, supe la manera de detener los movimientos de Leah, cuando ella hacía su rotación debía poner la espada en su camino, eso le pondría freno.
— Nuestra concursante Ashley se está poniendo algo lenta, ¿ustedes que creen?— Risas siniestras rugieron, me aterraba que les resultara divertido. No le di importancia y seguí con mi plan— Oh, alto, ¿qué acaba de pasar? Un pequeño cambio de guión diría yo— Más risas surgieron mientras puse mi espada en la dirección en la que Leah iba a girar.
La rubia se detuvo en seco. Acto seguido, tomó su daga y me hizo un tajo en el brazo. El corte se sentía como millones de agujas de vacunas perforando mi piel sin piedad alguna.
En respuesta la empujé con una violencia inhumana. ¿Tan rápido había pasado de ser una persona a un animal herido que actuaba en respuesta sin pensar?
— Finalmente, la verdadera lucha comienza y no es más una danza— ¿Cómo alguien era capaz disfrutar de ver este salvajismo desesperado?
Al apoyar mi mano libre en la zona del corte se tiñó de rojo.
Mi mente civilizada pensó en echarse a pedir ayuda, pero esto no era una humilde catedral en la que se rogaba misericordia y asilo, era la calle de todos los días.
El dinero nos empujó a hacer cosas deshumanas que el más millonario haría por diversión.
Reproduje la imagen de Alice en el hospital y me llené de coraje. Su vida y su salud parecían estar atadas a un par de papeles que nosotros les adjuntamos valor.
Ahora mismo, no solo tenía que ganar por ella, sino también por mí, necesitaba sobrevivir por Ashley Godoy.
Con mis ardidos pensamientos me arrojé sobre Leah que se había reincorporado del suelo.
— Ashley acorrala a Leah en el piso, ¿será que se acerca al final de este combate?
Me arrodillé encima suyo para que no escapara, el contacto del suelo arenoso con mis piernas fue picoso y pequeñas gotas de mi sangre caían encima suyo sumadas a mi sombra proyectada sobre ella. De algún modo podía sentir el peso de los ojos de la multitud sobre nosotras.
— ¿De quién será la victoria?— Parecía como si fuéramos jugadoras de un deporte y una estaba por anotar puntos.
Por supuesto la contraria no se quedó quieta en dejarse vencer y forcejeó para librarse. No obstante, puse todo mi peso en evitarlo.
— Ashley, Ashley, Ashley, no...
Quise darle un golpe en la cabeza con el mango de la espada, la punta de esta resultaba más difícil de manipular ante tanta cercanía.
— Leah, Leah, momento de extrema tensión. El éxtasis se acerca, lo siento.
Aunque, de todos modos, no pude golpearle, ladeó la cabeza a otra dirección.
— Ashley, Leah, no, Ashley, Ashley— Intenté de dar otro golpe y de nuevo lo esquivó en un débil ladeo— Ashley, Ashley. Esperen, Leah, Leah— Giré mi cabeza y vi que con uno de sus brazos intentaba de alcanzar la daga arrojada a su lado.
— Ashley, Leah, Ashley, Leah...
Me incliné para tomarla, eso sí sería efectivo para tan corta distancia.
— Leah, Ashley, Leah, Ashley...
Con la daga en mi mano intenté de apuñalar directo a su cabeza, la muchacha puso uno de sus brazos y detuvo, una vez más, el golpe.
— Ashley, Ashley, Leah, Ashley, Leah...
En su simple armadura había una apertura en los costados.
— Leah, Ashley, Leah, Leah, Ashley...
Cambié de mano el arma y arremetí directo a ese punto. Acuchillé un montón de veces, mis lágrimas no paraban de ser lloradas.
La sangre salió a chorros y Leah redujo su movilidad.
No la iba a dejar desangrándose en una lenta agonía y le proporcioné otro golpe, pero en su cabeza.
En mi mente no existía nada más que el cruel asesinato cometido.
El mundo pareció detenerse, traté de estabilizar mi respiración mientras mi corazón se estabilizaba.
No fui consciente de mi alrededor hasta que mi cerebro filtró lo que mis oídos reportaban.
— ¡Enhorabuena! ¡Ashley es nuestra nueva campeona de Edania!— Exclamaba el comentarista a la par que el himno resonaba de fondo.
Se suponía que tenían que salir los guardias a escoltarme a la enfermería y otros se llevarían el cuerpo a cremar.
El cadáver de Leah fue transportado, pero a mí allí me dejaron. No entendía lo que sucedía hasta que apareció el príncipe Crystal con una medalla de bronce en sus manos.
Una vez finalizado el himno el príncipe se acercó.
— Gracias, humilde servidora de Edania, por haber luchado con tanto fervor por tu príncipe. Tu patria entera está agradecida con esta gran demostración de esfuerzo y valentía— En algún punto de su discurso me colocó la medalla y el público estalló en aplausos, pero lo único que tenía en mi mente era querer huir.
No quería su reconocimiento, no quería su festejo, quería ser humana.
Mi respiración tornada en jadeos se reflejaba con la pulga que era ante el público ensimismado.
La secuencia que siguió fue mi abandono de la sangrienta arena acompañada de unos guardias hacia la enfermería, a la vez que los aplausos continuaban.
Cuando la puerta de la sala fue cerrada, me derrumbé.
Con movimientos bruscos me arranqué la medalla y la lancé al extremo de la sala.
Alev en alerta se acercó y apoyó su mano en mi espalda.
— Ya lo sé, tranquila— Su voz sonaba con tanta calma que por un momento temí que sea indiferencia— Ven, siéntate, algo tenemos que hacer con esa herida primero que nada.
Por algún motivo seguí su indicación, a pesar de mi alma hecha jirones.
Estaba demasiado ida de la realidad, parecía ajena a mi cuerpo desbordado de adrenalina y estrés.
Tan ida que no pude sentir el dolor punzante de la costura de mis heridas ni percatarme del tratamiento. Una destreza casi mágica del enfermero, supuse.
Mis sentidos estaban paralizados, seguía sin poder controlar mi respiración. Era una marioneta de ira y alivio.
Me salvé solo por la armadura abierta de Leah, sino, quizás con todas sus fuerzas me podría haber vencido.
Me salvé por suerte.
¿Realmente el trabajo te llevará al éxito? Como dijo Robin, quizás en la vida haya una pizca de buena fortuna, y mi buena fortuna comenzó cuando lo conocí a él.
Unos golpes en la puerta me ataron de regreso y la persona que entró fue mi faro de luz en la oscuridad.
— Ashley, ¿está todo bien?— Se acercó apurado Robin con aquel pelo negro reluciente suyo revoloteando en libertad. Que irónico que lo único realmente libre en este mundo era nuestro cabello, si no te obligaban a cortarlo.
No hizo falta respuestas, se sentó a mi lado y apoyé mi cabeza sobre su hombro para llorar todo lo que me dolía.
Sabía que en ese momento el nombre de Robin revoloteaba por todo el Internet como una manzana de discordia por su entrevista de ayer, pero no me importaba. Él era más que un desafía normas, era un ser humano, uno puro de verdad.
Yo, por el contrario, me sentía sucia, una asesina por dinero, era lo más bajo y ruin de la sociedad. No me importaba que fuera por una buena causa, era un monstruo.
No supe cuanto tiempo estuve en esa posición, pero Alev pareció haber reflexionado en su interior.
— Ustedes y yo deberíamos encontrarnos en algún lado que no haya muerte rondando en cada rincón de la habitación.
Me aparté del hombro de Robin para ver si él también comprendió lo que insinuó el enfermero.
Alev rápidamente se cruzó de brazos y miró hacia otra dirección.
— Es que cargan con demasiado dramatismo.
Robin se rió un poco. Yo aún no tenía las fuerzas de sonreír.
Me pasé mi mano manchada que pesaba toneladas y me limpié las lágrimas.
— ¿Qué les parece si nos juntamos en una cafetería?
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Traidores a la Magia
Teen FictionEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...