Capítulo 19 ⭐

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Astrid le preguntó a Mary Margaret cual fue la solución a su problema y ella le susurró que ya lo vería.

La maquillista con una sola llamada a David puso fin a su situación y la salvación se acercó como el mar hacia una costa, o mejor dicho, se acercó como un mesero de cabellera castaña a la mesa.
— Alabada sea la magia, buenas noches, mi nombre es Eric, durante la gala seré yo quien se encargue de atenderlos a ustedes— Se presentó con un tono cordial y una luminosa sonrisa— Los meseros nos ubicamos allí— Señaló una pared cercana a una gran puerta, que asumí que debía ser la cocina— Para lo que necesiten estoy yo aquí.
El muchacho disponía de facciones armoniosas, admitía que sus pómulos eran divinos.
— Bueno, muchas gracias— Le devolví la sonrisa.
La postura impecable de Eric era erguida hasta el punto que se percibía desde fuera su esfuerzo por mantenerla así.
Su traje, como el de todos los meseros, era de colores plateados y negros.
El hecho de que Mary Margaret aceptó mantenerlo en su hogar para que no estuviera solo en la capital despertaba curiosidad. Mi corazón se ablandaba de admiración por ella, simbolizaba mucho en mi vida.
Eric llenó mi copa con agua sin que se le escapara una sola gota.
La mesa disponía de un mantel blanco pulcro que en el centro poseía un gran florero. Era cruel encapsular las flores de una planta como un adorno, de todos modos, realzaba la elegancia de la sala.
El detalle de que las mesas estaban colocadas en perfecta simetría entre sí era clásico de Vivianne, siempre fue obsesionada por el orden.
Aún recordaba cuando la conocí por primera vez. Fue en la época de mi debut en el mundo de la música y había obtenido mi primer número uno.
David decidió que ese era el momento de meter sus manos en mi carrera para llevarme al "siguiente nivel", por lo que arregló entrevistas y se aseguró que esté en cada portada de cualquier contenido.
De esa manera, mi imagen se popularizó entre las personas y mi nombre llegó hasta la oficina de Vivianne, quien no quiso desperdiciar tener en primera plana a la nueva mercancía del mercado.
Esa sesión de fotos fue eterna y muy estructurada ya que Vivianne deseaba todo a la perfección. Por donde ella mire no había error que se escapara de sus meticulosos ojos. Sin embargo, fuera de su obsesión por la excelencia, era una buena persona, carismática.
Estaba segura que en el fondo tenía un alma amorosa, era incapaz de dañar a alguien.
Eric terminaba de servir los platos de la entrada en la mesa en el momento que fue sorprendido por una cámara que le preguntó cómo se sentía servir a la mesa de Astrid.
Presté atención a lo que diría, sin demostrar un claro interés.
— Es una gran oportunidad, no todos los días se le sirve a una gran estrella de la música. Incluso, si me pidiera que le trajera una iguana parlante, lo haría— Acto seguido se quedó pasmado al darse cuenta que sus palabras eran escuchadas por millones de personas y sus mejillas morenas se sonrojaron.
El comentario evocó una risa que compartimos con los miembros de la mesa.
El camarógrafo pasó a enfocarme y un hombre soltó una duda mortal:
— ¿Y tú, Astrid? ¿Hay algún hombre que tenga tu corazón?
La pregunta me tomó por desprevenida y, a pesar de que solo sea un lente de una cámara, sentí los ojos de todas las personas que observaban el programa sobre mí.
Mi pulso se aceleró por mi corazón que latía con violencia como si tuviera tambores que golpeaban dentro de mi nuca, a la vez que percibía cierta humedad en mi cabeza, el sudor comenzó a descender sin pudor.
Quise dar un trago de saliva, pero, ni eso pude, se me secó la garganta.
— No— Lo único que fui capaz de soltar por mi incomodidad que pesaba igual que una mochila de piedras. David me observaba satisfecho por mi respuesta— No hay ningún hombre.
Contestar a una simple pregunta fue mucho más difícil de lo que la Astrid de unos años antes hubiera creído.
— ¿Qué tal tus nuevos proyectos de música? ¿Nos espera música relajada o una explosión de sonidos majestuosos?
Esta vez si podía dar una respuesta certera, aunque, cuando mis cuerdas vocales iban a entonar la frase, me interrumpió David.
— No queremos revelar detalles, pero nos inclinaremos a una "explosión" de sonidos.
Mi lengua se hizo una molestia dentro de mi boca con el peso de todas las palabras tragadas y el silencio de la humillación.
En ese instante, reapareció Eric para quitar los platos de la mesa y llevarlos hacia la cocina.
En el momento que retiró el mío y se inclinó un poco más para susurrarme:
— Que divertido sería ir a la pista. Allí la gente baila sin interrupciones.
Dirigí mi vista hacia los individuos que estaban allí.
Las cámaras solo hacían planos generales de sus movimientos, nadie era entrevistado con incómodas preguntas. En algunos casos, las personas solo caminaban por ahí, quizás no era la única que ansiaba huir del foco de atención.
Le agradecí en otro murmuro, solo nosotros sabríamos de esa pequeña ocasión en la que me brindó un gran favor.
Una vez que volvió a la cocina, anuncié que iría hacia la pista; no obstante, no me esperaba cruzarme a la anfitriona.
La figura de Vivianne era distinguible por su cabello rubio reluciente que destacaba en contraste a su vestido negro que lograba darle énfasis al resto de su cuerpo.
Eso sonaba a algo que ella haría, usar una prenda simple y elegante para exaltar al completo su imagen.
Sus rasgos eran muy marcados, sus labios carnosos estaban pintados de rosa a juego de sus ojos verdes, los mismos que escondían secretos y chismorreo.
— ¡Miren el pececito que se coló en mi anzuelo!— Exclamó y estiró sus brazos— ¡Astrid ha venido a mi fiesta!— Nos dimos un corto abrazo en el que me dijo:— Alabada sea la magia, cariño, ¿Cómo estás? ¿Qué digo? Claro que estás bien, si es una mega gala.
— Por supuesto, como si pudiera perderme de tanto esplendor. Alabada sea.
— Oh, no seas demasiado modesta, querida, tú sabes que esto es lo mínimo que puedo hacer— Luego se acercó un poco— Aunque, si las cámaras preguntan, esa es una gran respuesta.
Soltó una carcajada ante su propia broma.
— ¿Quieres bailar un rato conmigo, Vivianne?
— ¿Cómo podría negarme?
La invité a danzar con tal de evitar la cámara que se acercaba. Este encuentro, más tarde, saldría en primera plana.
La conversación avanzó junto a la fiesta que continuaba bajo los reflectores coloridos hasta que las luces tenues de la pista aumentaron levemente, indicando que era el comienzo de la cena ceremonial.
Vivianne se dirigió a la mesa ubicada en el centro, la única en portar un mantel rojo intenso, forma sutil de decirnos que ella era el núcleo de todo.
Una vez en mi asiento, noté las miradas de todo mi equipo.
— Ya ha vuelto nuestra fiestera número uno.
Pasé por alto el comentario de David y dejé que la velada transcurriera con normalidad.
Eric era un hábil mozo, contaba con una firmeza y suavidad espectacular que casi hacía parecer un arte el servir platos de comida.
Liberé una bocanada de aire ante la idea que recién estábamos cenando.
Gracias al avance casi inexistente del reloj, mi garganta se cerró,  mis cejas pesaron y las ansias por regresar a mi hogar aumentaron, allí podría escribirle un mensaje a mi pareja en paz.
De casualidad, llegué a divisar a la cámara que se acercaba, como si fuera un cartel que marcaba "peligro", y logré dibujar una sonrisa en mis labios angustiados que deseaban evitar una toma mala de la que, al día siguiente, pudieran hablar.
No había notado cuantas personas se encontraban dentro del edificio hasta que se concentraron todas para la cena. Demasiadas personas para mi agrado.
El aire que pasaba a mis pulmones comenzó a disminuir, mi pecho se comprimía cada vez más.
Mi mente inició a nublar las sensaciones de mi cuerpo. No existían aromas ni sabores, tampoco percibía mi cuerpo sentado y los sonidos eran cada vez más distantes e indescifrables, solo estaban mi pecho que demandaban respirar aire fresco.
— Necesito salir afuera, me estoy comenzando a sentir ahogada.
Le susurré a David en busca de ayuda, pero él solo se limitó a mirarme y hacerle un gesto a Eric.
— La señorita Astrid se encuentra algo indispuesta, te agradecería que la llevaras al exterior unos minutos.
Él me escoltó hacia afuera a disipar el repentino mareo.
Me detuve en la silenciosa ciudad sumida debajo de las estrellas mientras mis pulmones se ensanchaban para recibir esa masa de gases naturales que les debíamos la vida.
Algo que muchos no apreciaban era la belleza de la pureza del aire, esos instantes en los que se podía ir al exterior y la brisa fresca te hacía sentir vivo de verdad al mismo tiempo que tus pulmones se llenaban de fulgor. Si ese no era el concepto de magia, ¿qué más podría serlo?
Por momentos sentía que respirar no se valoraba como debía, esa capacidad de calmar todas las tormentas con inhalar profundo era importante. Simplemente detenerse un minuto del día y respirar profundo era todo lo que yo necesitaba para ser feliz.
Cuando mis aguas se calmaron, me percaté de que ningún alma caminaba por la calle.
— Que extraño, este lugar está desolado.
Eric hacía buena compañía, era raro pensar que era un simple muchacho que solo vería por esta noche, hasta se podría considerar decepcionante.
Él me salvó dos veces de la presión social. No me esperaba su ayuda, pensé que me vería como una frívola chica adinerada del montón carente de problemas serios, o en otro caso, hasta podría ser un fanático mío que soñaba con conocerme.
No encontraba palabras para expresar cuan agradecida estaba por su apoyo. Aunque no pareciera mucho, un gesto de amabilidad movía mundos.
— Si no me equivoco, hoy es la marcha de los elfos, vendrán al palacio— Contestó Eric a la vez que llevó su mano a su mentón, pensativo.
El comentario me despertó curiosidad, no recordaba que eso fuera hoy. Sin embargo, era la explicación adecuada.
Tras unos minutos volvimos a ingresar al edificio para seguir con el show.
La gala continuó con normalidad, repleta de momentos "agradables" y otros que helaban la sangre.
Ya quería que todo acabara, que las cámaras se apagaran y el mundo parara.
Y, cuando finalmente llegó la hora de retirarse, un inconveniente no tardó en presentarse.
Las personas en mi mesa tardamos un poco más en terminar de comer el postre, fue entonces cuando un montón de personas se amontonaron contra la salida, algo les impedía volver a su hogar.
— ¿Y ahora qué sucede? ¿Hubo un accidente?
Mary Margaret frunció el ceño ante la muchedumbre acumulada.
No obstante, yo supuse lo que realmente ocurría.
— Está ocurriendo, llegaron los elfos.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora