Capítulo 41 ⭐

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Astrid ingresó a la enfermería con los ligeros pasos de sus costosas zapatillas.

La conversación con mi padre de ayer removió la arena del océano de mi mente.
A partir de eso, las aguas de mi destino cambiaron corriente y, con un nuevo flujo, quería aprender más de la persona que me brindó su ayuda en más de una ocasión.
— Alabada sea la magia, hola, ¿entré en un mal momento?
Eric se acomodó la remera.
— No, para nada, justo se fue el príncipe Crystal que vino para darme una "advertencia"— Contestó con los ojos en blanco. Él omitió el saludo formal.
Me percaté que en la esquina a mi derecha, al lado de unas encimeras, estaba el enfermero.
— Hola, alabada sea la magia, soy Astrid, aunque eso probablemente ya lo sepas— Saludé humorística y le extendí la mano para un apretón con una sonrisa.
El contrario acercó su mano de una manera extraña, fue un movimiento lento, desconfiado. No supe distinguir si fue por mí o si así era su personalidad.
Eric observaba la escena expectante.
— ¿Por qué habría de saberlo?— Preguntó Alev con los ojos entrecerrados, era la descripción perfecta de una cara de pocos amigos.
Eric soltó una carcajada que fue respondida por una mirada de incertidumbre del enfermero, fue un tanto más cálido con él.
— ¿Preguntabas en serio?— La expresión de Eric se tornó en seriedad. Alev asintió.— No puede ser que no la conozcas, es la famosísima cantante Astrid, ya sabes, la de "Color Me Dead" o "Born Again".
— Si te soy sincero, no me suena de nada— Alev negó, un poco apenado, con los hombros encogidos.
— Bueno, nunca me había pasado que no me conocieran— Eché una risa— De todos modos, esta vez los periodistas en la entrada no vienen por mí— Eric frunció el entrecejo y eso llamó mi atención— ¿Qué no es eso lo que te advirtió el príncipe Crystal?
— Hizo de todo menos hablar de eso— Un suspiro se escapó de la boca de Alev.
Mordí mis labios, un tanto nerviosa por la noticia que tenía que dar.
— En la puerta principal del estadio hay un grupo de periodistas muy interesados en conocerte a ti y esos mensajes que das— Intenté sonar simpática. La popular Astrid debía ser portadora de carisma, de lo contrario la crudeza del mundo se la comería.
En cambio, obtuve una respuesta de mandíbula caída y ojos desorbitados que me transportaron a la primera vez que estuve frente a una multitud ansiosa por oír más de mí.
Fue durante mi primer show grande, en la boda de una celebridad. En las puertas hubo un séquito de periodistas que ansiaban conocer a la intrigante cantante que en su voz podías ver su corazón.
— Oh, ya veo, supongo que cuando salga de aquí, tarde o temprano, tendré que responder.
El enfermero giró la cabeza hacia Eric con una mirada asesina.
— ¿Acaso no recuerdas la charla que acabamos de tener con el príncipe? Un movimiento en falso y será un desperdicio, es mejor no arriesgarse.
— Tienes razón...
Sin duda alguna, me intrigaba lo que sucedió momentos antes de mi llegada, el príncipe tuvo que haber intervenido por gravedad.
— No estoy de acuerdo— Juraría que pude visualizar los signos de exclamación con las sirenas de alerta cuando rechacé la idea.
— ¿Disculpa?
— Si eres libre para accionar, eres libre para responder a las consecuencias— Por eso la incipiente Astrid que ansiaba rugir contra David y las reglas del mundo no podía salir a la luz, no sería capaz de soportar las demandas y censura, por eso no era libre— Me refiero a que, elegiste este arriesgado camino y, si es lo que realmente sientes, deberías mantenerte en él.
Eric se quedó en un silencio introspectivo. Se le notaba cansado, el combate debió consumir su energía.
— ¿Qué es lo que te motivó a llamar "Asesinos" a los príncipes y princesas?— Mi pregunta fue rápida, incluso mi corazón se aceleró, esperaba que me pudiera confiar la respuesta.
— Si te soy honesto, no creo que nadie se haya unido al Festival del Florecimiento por voluntad propia, al menos, no los de mi situación— Agachó la cabeza— Se puede ver en la planilla que nos dieron, la mayoría vienen de situaciones malas y esta es una manera de afrontarlo— Jugueteó con sus dedos en forma de expresión de su angustia— Considero que en realidad nos dormimos en lo que sucede en el Festival, cuando en verdad esto pasa en todos lados, ¿qué no asesinan gente a diario para conseguir dinero?— Arqueó una de sus cejas. El rostro de mi padre vino a mi mente como una caricia lastimosa— No nos engañemos, esta es una oportunidad de ganarlo "decentemente", suena triste, pero es así. Además, yo solo empuñé el arma, quienes me mandaron a tomarla son ellos, la Familia Real con su sinfín de privilegios. En este caso, Miguel, también es víctima de eso, ellos lo empujaron a estar aquí igual que a mí.
Mientras lo oía, la charla con Matthew resonaba en mi mente, ¿cómo podía ser que continuábamos permitiendo esta situación? ¿Las vidas que se cobraban valían menos que las casas resguardadas en Los Barrios?
Por supuesto, el dinero es lo único que movía y conmovía a la sociedad actual, de otra manera, ¿cómo se llenaría nuestro materialismo y satisfacción interna?
— Lamento todo eso, no quiero imaginar lo desolador que debe ser, nuestros propios dioses nos abandonan— Siempre sentí orgullo de mi cultura, con toda nuestra religión e historia, pero solo estuve inmersa, sin cuestionarla, sin darme cuenta que era nuestra propia carcel.
— ¿Y tú por qué te inscribiste?— Alev posó su letal mirada en mí. Me gustaba el contraste de su palidez con la oscuridad de sus ojos y pelo castaño— No eres como el resto, ¿para qué arriesgar tanto?
Mis manos sudaron y una presión creció en mi estómago.
Nadie me preguntó mi motivación de participar en tan sanguinario evento.
Tenía muchas opciones: podía mentir, podía responder a medias, podía evadir la pregunta.
Sin embargo, de todos modos, decidí hablar con la verdad.
— No fue por voluntad propia— Ambos enarcaron sus cejas ante la confesión— No sé porqué, mi mánager insistió en que debía inscribirme para "generar popularidad", esto no es algo que haya planeado— Admití con la vista perdida en un punto vacío— Duele no ser libre de tomar mis propias decisiones, lo único que espero es que este festival sirva para ponerle fin a todo— Una sonrisa débil se formó entre mis labios— Ya saben, si no acabo muerta, mi reputación quedará por los suelos así que cualquiera de las dos sirve como solución.
Mis hombros, antes rígidos, ahora pesaban menos.
Eric pareció empatizar con mi relato.
— No digas eso, la vida es lo más importan...
— ¿Por qué no te escapas?— Alev repuso con el ceño fruncido.
— ¿Perdón? No creo que eso sea sencillo o la solución. El Festival del Florecimiento es irrenunciable, no podría "escaparme", ellos me hallarían en cualquier rincón del reino.
Alev revoleó sus ojos.
— Pues entonces ve a un lugar que no sea parte del reino, como las tierras del norte.
Tanto Eric como yo nos quedamos helados ante la sugerencia.
— ¿Qué pasa?— Su expresión era seria, él no andaba de juegos y parecía no comprender nuestra reacción.
Era sospechoso, se trataba de una de las lecciones básicas de historia en la escuela.
— Bueno, pensé que todos sabían que las tierras del norte son el terreno que les dejamos a las tribus tras ganar la Guerra Celeste— Contesté a su duda— Lo hicimos por clemencia, nos quedamos con una parte y ese puñado se los donamos.
— No sé, yo solo escuché que está llena de salvajes— Comentó Eric, pensativo.
— Además, hace mucho frío allí— Tercié, las tierras del norte eran incivilizadas e inaccesibles, existía un pacto entre los tres continentes que eran tierra de nadie. Jamás supe el porqué.
Aunque lo mismo ocurrió con el territorio oeste de los Yendibird.
— Solo era una sugerencia— Alev se encogió de hombros— Igualmente, yo me hubiese ido hace tiempo. Las cosas se pueden poner muy feas.
Entonces, ¿Qué hacía aquí?
Me crucé de brazos, no quería perder la fe en mi nación. Debía poder hacer algo, un cambio.
No controlaba la corriente, pero sí mi navegación en ellas.
— Creo que ya es hora de que me vaya...

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora