Capítulo 33 🌄

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Las inmensas rejas se imponían ante Ashley.

Correspondí al llamado de asistir a la reunión del Festival del Florecimiento.
Mi estómago se revolvía por lo que se avecinaba pero, primero, tendría que ingresar al palacio.
Dos guardias en la entrada sostenían armas de fuego en sus manos, a pesar de la funda de espada que adornaba sus cinturones.
Quizás las armas históricas ahora eran meras exhibiciones simbólicas porque las importantes eran las que se podían asesinar de lejos, sin mirar a los ojos a la víctima y sin compadecerse de ella.
Ellos pusieron su mirada en mí.
Les saludé como era debido y enseñé la carta que me traía hacia allí. Consideré vestir mis mejores prendas, de no ser que no iba a cambiar mi aspecto para simpatizar en un ambiente donde no era más que otra devota subordinada del montón.
Una vez tras las rejas todo lucía asombroso.
Las flores sin ninguna hierba mala ni plagas de Poigor, fuentes relucientes, esculturas lisas y el castillo al final del camino como la olla de oro en el extremo del arcoiris, ¿se podía no ser feliz viviendo en un lugar como este?
Seguí caminando en línea recta, evitando que las tentaciones visuales me distrajeran de lo que realmente importaba, salvar a Alice.
Sin embargo, no podía evitar el trinar de los pájaros contentos  junto al olor de los lirios y rosas que me invitaban a voltear mi cabeza y dedicarles mi tiempo.
Subí unas escaleras de importante tamaño que se dividían en dos, en el centro se encontraba la plataforma en la que se emitió el comunicado del cumpleaños del príncipe el día anterior.
Di con las puertas del palacio y me encontré con la figura más llamativa del momento, Jesse Thomas, el Primer Ministro.
— Que la gracia de Su Majestad te ilumine— Saludó con una formalidad excesiva y a regañadientes. Nunca había escuchado esa expresión, que curioso— Buenos días, asumo que por tu presencia eres una de las participantes de este evento. Adelante, ingresa.
— Alabado sea— ¿Qué otra cosa tenía para decir?
— Sí, como digas— Murmuró él a mis espaldas mientras abría mi propio paso hacia el interior.
El celestial jardín delantero parecía mediocre en comparación al impecable interior.
Las orquídeas adornaban cada rincón posible, ¿ellos mismos la cuidarían?
Una vez Alice y yo quisimos plantarlas en nuestro hogar, murieron a las semanas.
De haber estado descalza, bajo mis pies, hubiese sentido la suave seda de la alfombra azul que resguardaba el suelo.
El aire olía a jabón, pero no uno sintético como el del hospital, sino uno suave, igual que jazmines frescos.
Muchas decoraciones adornaban el espacio, desde costosos jarrones a pequeñas figuras esculpidas, una recepción bastante ostentosa.
Robin ya estaba allí, sonreía con fascinación y, hasta que nuestros ojos coincidieron, no me percaté que yo también.
— Larga vida a la Corona, mis queridos. Gracias por su humilde presencia aquí y por su valentía al inscribirse en esta gran festividad— Exclamó Elena. Sus rizos oscuros estaban prolijos y controlados, muy contrarios a lo que se esperaría de la princesa de la guerra.
Era sorprendente tenerla cara a cara, la última vez que se la vio en público fue un año atrás y noté la ausencia de aquel flequillo inclinado de antes.
— Alabada sea la magia— Repetimos en un coro de voces sumisas ante el esplendor de la realeza. El chico de mi lado lo susurró con recelo, al parecer estaba teniendo una mala mañana.
Los cuatro miembros de la Familia Real que se imponían ante nosotros eran angelicales: jóvenes eternos, Mágicos sin precios, dioses perfectos.
— También queríamos dar un agradecimiento especial a nuestra compatriota Astrid por su participación particular— Añadió el cuarto principe, Albert, el artista.
Seguro él se relacionaba con la inscripción polémica.
— El honor es mío, Su Majestad— Murmuró Astrid casi para sí. No me había percatado de su presencia, ella era la cantante más popular actualmente, ¿por qué pasó tan desapercibida? Era una estrella cuyo brillo titilaba con debilidad.
Además, ¿Por qué casi todos los presentes lucíamos tan apagados?
Emily le guiñó un ojo, asumí que debió ser porque la noche anterior dijo en una entrevista que la admiraba.
— Bueno, en primer lugar dentro de una hora se sortearán sus nombres para definir con quien les tocará en su primera ronda— Intercambié una mirada con Robin, ojalá no nos tocara luchar juntos— ¿Todos vieron el anuncio de los participantes?
Muchas cabezas asintieron, pero la mía junto a la de otras dos personas se negaron.
— Ya veo, les dejaremos una pequeña carpeta a cada uno con la información recolectada en el formulario para que se conozcan— ¿Qué lógica tendría conocernos si acabaríamos matándonos entre todos?— Pasado ese tiempo, escucharán las campanas y se tendrán que reunir en el balcón entre las escaleras para el sorteo. Su valentía lo es todo para nuestro país que...
— Larga vida a la Corona— Recitó una voz— Con que ustedes son los honorables guerreros que participarán en mi Festival del Florecimiento.
Técnicamente, no eramos guerreros.
El príncipe Crystal entró en la escena con una sonrisa confiada, como si no hubiese interrumpido el discurso de Elena.
— Considero que ya se puede ver quien va a ganar— Comentó sin ataduras, me pareció que no se dio cuenta que lo dijo en voz alta.
— Creo que ya no hay nada más que decir, salvo remarcar las reglas obvias, en cada enfrentamiento se les dará una armadura y un arma a elección. Sus padres, o tutores, tendrán que estar allí en el estadio sentados junto a los que no sea su turno de competir, presenciarán la lucha de todos— La sonrisa de Emily se llevó toda la atención. Realmente era el sol de esa familia— Ah, y la primera ronda será mañana.
Un coro de incertidumbre nos recorrió a todos.
— Por la lanza de Elena— Se escapó de mis labios por automático.
Quizás al día siguiente podría estar en obligación de matar a Robin, era demasiado fuerte. Me sudaron las manos.
— ¿No se están olvidando de algo?— Irrumpió una voz fina, pero masculina.
Las puertas detrás mío se abrieron a la par de que un joven entró con naturaleza, como si de su casa se tratase. Él vestía una camisa blanca acompañada de unos pantalones negros ajustados, de su hombro derecho colgaba cruzando por su torso un largo bolso que parecía contener hierbas y artilugios importantes.
— Oh, sí, tú—Comentó Albert por lo bajo— Les presento a Alev, él es el encargado de toda la parte médica y atender a los vencedores una vez que el combate finalice. También le cerrará las heridas a los cadáveres en caso de que se quiera enterrar el cuerpo, sino los cremará cuanto antes.
El muchacho sonrió con ironía, sabía que no era motivo para sonreír.
— Un gusto conocerlos, montón de desconocidos— Tras liberar eso, se encaminó hacia el lado de la reina mientras intentaba guardar la mayor cantidad de distancia posible del resto— Su Majestad, todavía tienes pendiente hablar conmigo del asunto.
Todas las cabezas de la Familia Real se voltearon, nunca antes nadie se había dirigido con tal indiferencia a la monarca.
El chico alto, que estaba a mi lado, pasó su peso de una pierna a la otra y arqueó su ceja, interesado.
— Los árboles no caminan, la lluvia menos— Ivonne asintió, luego dijo la típica despedida y se retiró con Alev.
Era curiosa la manera en la que, a pesar de su locura, tenía incorporado el saludo formal.
— Les deseo lo mejor, nos vemos en la tumba— Fue lo último que se le escuchó decir al chico antes de retirarse.
Me llamó la atención sus rasgos tan joviales, lucía de mi edad, pero, de alguna manera, era enfermero.
— Ahora sí, gracias por honrarnos con su inscripción, tienen permiso de abandonar el palacio, aunque les recomendamos que se queden dentro de los jardines así cuando comience el sorteo podrán asistir de inmediato— Emily dedicó su valeroso tiempo para mirarnos uno por uno— Larga vida a la Corona, mis queridos.
Dicho eso, las puertas a nuestras espaldas, se abrieron y nos liberaron con el fin de que nos conociéramos entre nosotros.
De inmediato me emparejé con Robin.

Traidores a la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora