Ashley decidió pasar la noche con su hermana en el hospital.
Esta mañana fue distinta a lo normal.
En el amanecer me dediqué a salir a correr un rato y así mantener un nivel de resistencia más elevado para la llegada del momento de competir en el Festival del Florecimiento.
A mi sorpresa, hoy, Robin me habló sobre sus sentimientos de una forma tan sincera que me generó una flor de empatía. Su sinceridad me hizo detener mi entrenamiento, sus sentimientos eran de lo más humanos, él merecía ser escuchado.
Agradecí la confianza que me tuvo. Después de todo, las personas éramos bancos en los que elegir si depositabamos o no nuestra confianza.
Aunque algunos detalles no los comprendía al ser nueva en su vida, él parecía triste por estar solo.
Yo no era una persona solitaria, tenía amigos, pero jamás consideré los momentos de soledad como algo malo, no se podía pasar la vida en compañía de una persona. Igual, lo pensaba bajo mi propia experiencia, desconocía la sensación de añoranza de un otro que atormentaba a Robin.
No obstante, le prometí que no estaría solo mientras yo estuviera. Traté de aconsejarle a que siguiera siendo él mismo, era mejor desagradar por ser nuestra versión real que encajar a base de falsedades.Ahora la oscuridad reinaba y la luz diurna descansaba.
Una vez más, permanecía dentro de las instalaciones del hospital junto a mi hermanita, quien miraba hacia la televisión atentamente.
Para mi desgracia, hoy se llevaba a cabo un evento que reunía a celebridades de toda índole por el aniversario de una revista, o algo así, y la TV transmitiría la gala.
Alice estaba fascinada con eso debido a que su cantante favorito de country, llamado Peter, se hizo parte del evento.
Su delicado rostro, cuyo encanto de semanas antes se desvaneció y solo existía en mis memorias. Una imagen que contrastaba con el presente, dominado por ojeras profundas y ojos espejados de cansancio.
La magia le había hecho eso, era responsable de que ella se encontrara en ese estado. Los hechizos eran el vil cuchillo de deudas saldadas con sangre.
Si no hubieran príncipes ni princesas, la magia ni se consideraría como una vía de escape ni una bendición. La imagen de seres todopoderosos que representaba la Familia Real era perjudicial, solo genera dependencia a ellos, haciendo sentir inútiles a las personas "normales". Poner un objeto colosal al lado de una pulga siempre haría parecer que la pulga vivía de rodillas a la inmensidad.
Además, la profunda división desigual entre Mágicos y No Mágicos era histórica, pero ya a nadie le parecía importar porque le restaron importancia, supuestamente todo quedó dentro de Los Barrios.
No sabía lo que sucedía allí, solo sabía que cada tanto se llevaban niños huérfanos No Mágicos (muy pocos Mágicos) que no tenían más posibilidades en la vida por la pobreza y los sumaban a su fila de criados. Debía ser un lugar espantoso.
A la vez que mi mente pensaba en todo eso, mi corazón se aceleraba, propulsado por la ira, cada latido era irracional e intenso.
Para deshacerme de los pensamientos bruscos intenté enfocarme en la pantalla que mostraba a la cantante del momento, la nueva promesa de éxito en la industria, Astrid Blacke.
Ella llevaba un elegante vestido azul que se lucía en su piel morena. Le quedaba bien el término de estrella, sin duda, salió favorecida por nuestros dioses, desde su arte a todos los aspectos en los que un humano podía ser bendecido.
De un momento a otro, su imagen fue interrumpida por un anuncio de cosméticos.
— Ash, ¿no te gusta Astrid?— La inocente voz de mi hermana me atrajo a la habitación de nuevo— ¿O es que las publicidades te molestan?
— Ninguna, ¿por qué preguntas?
— Tenías cara de enfadada y no sabía porqué.
No me había dado de mi ceño fruncido y mirada asesina hasta que ella me avisó. Traté de respirar hondo a fin de suavizar mi expresión y soltar mi rencor a lo mágico.
— Igualmente, tú sabes que hay algunas canciones de Astrid que escucho, además, no me molestan los anuncios— Luego me replanteé lo que contesté— O sea, sí son molestos a veces, pero...
La conversación fue interrumpida ya que los cortes publicitarios finalizaron y se le estaba dando un enfoque importante a todas las mesas de la gala.
Ambas aguardábamos en silencio al momento que llegara Peter.
Sin embargo, se volvió el foco a la mesa de Astrid en la que una mujer de mediana edad le susurraba al oído mientras que un mesero de cabello castaño se acercaba a la mesa.
Esto se iba a poner interesante.
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Traidores a la Magia
Roman pour AdolescentsEl mundo jamás volvió a ser el mismo gracias a la codicia humana. Es así como nos encontramos en Edania, siguiendo las historias de cinco jóvenes, cuyos destinos se ven entretejidos en felicidades y desdichas dentro de una sociedad que se estamentab...