CAPÍTULO 6

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Will Mohammed, un estudiante problemático

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Will Mohammed, un estudiante problemático. A pesar de haber llegado hace casi tres años al país desde Marruecos se adaptó muy bien con un grupo de matones para causarle problemas a los estudiantes.

Es la pesadilla de los más pequeños del instituto y la figura más temida en todo el centro y afuera.

Pasó de milagros primero de bachillerato pero le fue imposible llegar al cinco en segundo, ni al cuatro alcanzaba.

Había aprendido a hablar el español gracias a su madre que es cubana, pero había pasado más de una década hablando árabe, el idioma de su padre, cuando vivía la familia en el norte de África, por eso aún no sabía escribir muy bien el castellano.

A pesar de no dominar el lenguaje, se había acomodado entre los más temibles y encajado con ellos.

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WILL MOHAMMED

No llevaba ni un minuto con el móvil porque mi amiga virtual me había escrito y mi madre ya estaba apresurándome para que hiciera la comida de la tarde.

Fui al salón para darle una colleja discreta a mi hermanito pequeño que estaba viendo el televisor y mis padres estaban distraídos con el móvil.

— ¿Qué cocino para la tarde? — pregunté y suspiré al ver que nadie me contestaba — ¿Vais a querer comer o qué?

Nadie respondía. Airado me fui a la cocina y rebusqué en la nevera algo decente para la tarde. Opté por un plato de cuscús con verduras.

Al terminar de preparar la comida serví todos los platos a la mesa y los llamé para que se reunieran. Después de seis intentos fallidos en la séptima me escucharon.

— Quiero zumo. — se enojó mi hermano pequeño.

— Ve a la nevera a cogerlo. — señalé.

— ¿Qué te cuesta tú levantarte y dárselo, mijo? — se quejó mi madre.

— Pero...

— Nada de peros, hazle caso a tu madre. — interrumpió mi padre.

— Joder. — me levanté de mal humor para dirigirme a la nevera — Como si él no tuviera manos o pies.

Nadie me hizo caso. Papá y mamá siguieron con el móvil mientras comían y mi hermano me quitó el zumo de las manos en cuanto lo saqué de la nevera. Ni un trago me dejó para mí.

Al terminar de recoger la mesa y fregar los platos quería pedir permiso para salir porque había quedado con mis amigos para ver la última pelea del solar. Si me hubiera apuntado seguramente habría ganado yo.

Sin embargo, no pude ir. Me obligaron a llevar a mi hermano a jugar al parque como si fuera su niñero. Ya estaba harto de todo.

Pasados dos horas regresamos a casa y vi a una mujer en la puerta de nuestra casa llamando al timbre. Parecía llevar un buen rato, normal, si mis padres estaban con el móvil no la escucharían.

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