CAPÍTULO 27

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Logré hacer las paces con Asia porque el director nos obligó a llevarnos bien aunque realmente con quien debía de llevarse bien no tenía que ser yo.

Llamé a su dormitorio y la vi suspirar de alivio. Adentro también estaba Álex y le fulminé con la mirada para que se retirara del dormitorio de las chicas, cuando llegaron a La Academia les expliqué claramente que no podían estar en el dormitorio de los demás por muy amigos que fuesen, sobretodo para evitar marranadas ya que con esta edad tienen las hormonas por los aires.

Eda volvió a ponerse nerviosa al ver que su profesora de historia me acompañaba. La tranquilicé un poco cuando le obligué a Asia hablar primero. Finalmente quedaron en un acuerdo, Eda no le pegará más a su profesora y no volverá a escapar de sus clases y Asia no le obligará a exponer algún trabajo si tiene ansiedad social o pánico escénico. Luego, las dos se disculparon por los bofetones.

La profesora de historia se fue porque tenía tarea pendiente, sin embargo, Eda siguió a mi lado, por lo que significa que tiene algo que hablar conmigo.

— Pregunta sin miedo. — intenté transmitirle un poco de confianza para que se atreva a preguntarme lo que tenga pensado.

— ¿Me promete que no se enfadará? — me miró asustada.

— Yo no me enfado. — mentí.

Abrió la puerta de su dormitorio para hablar a solas las dos en privado. Lo que tenga que decirme parece un tema muy serio y que le está preocupando bastante por el hecho de haber tirado del cuarto hasta a sus dos amigas.

— ¿Cómo supiste que te gustaban las mujeres? — preguntó finalmente.

Sus mejillas se pusieron rojas y enseguida fijó la vista en el suelo. Menos mal que estaba apoyada contra la pared porque si no me iba a caer al suelo.

— Tú eras la de la foto con la futbolista. — hizo referencia a Paula — Lo sé por eso, te prometo que no he estado cotilleando nada sobre ti.

Suspiré del alivio. Por lo menos los mensajes penosos de mi móvil suplicándole a la deportista siguen a salvo.

— Bueno, todo fue por salvar a mi hermana Celia. — sonreí al recordar ese día — No sabía que me gustaban las mujeres, simplemente no me importaba. Así que besé por primera vez a Paula cuando tenía 15 años y descubrí que me gustó.

— ¿Así de fácil? — se quedó sorprendida.

Me extrañó que me hiciera esta pregunta cuando su hermana era lesbiana, todo el pueblo lo sabía. ¿Será que tiene le miedo a sus padres y que le hagan lo mismo a su hermana?

— Eda, no puedes vivir ocultando la verdad. — dije — Al final siempre acaba saliendo a la luz. Por culpa del miedo y escondiendo lo que realmente sientes lo único que vas a lograr es perder el tiempo y arrepentirte de por vida por perder a una persona que querías.

— Yo ya perdí a mi hermana. — se le pusieron los ojos llorosos — Seguramente pierda a toda la gente de mi alrededor porque nadie me quiere.

— Seguro que tu hermana está bien y te quiere mucho.

Yo también casi perdí a mi hermana. El día que mi madre disparó a Emma se me cayó el mundo encima, ella había sido mi pilar fundamental para seguir viviendo todos los años que viví en esa mansión y verla herida me destrozó. Fue un milagro que ese disparo no la mató y ahora seamos hermanas.

— ¿Sabes que mi hermana me llama Pingüino desde pequeña? — intenté hacerla reír — Porque siempre visto de blanco y negro.

— Suenas como Isa, a las dos os gusta decir cualquier cosa cuando estoy triste. — sonrió.

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