El frío del invierno cada vez se hacía más notorio y estaban llegando las bajas temperaturas. El único modo más cómodo de afrontarlo era estar bajo las sábanas y acurrucada en la cama, osea durmiendo.
Mi felicidad se esfumó cuando recibí a las seis de la mañana un correo del director del instituto. Podría haberlo enviado más tarde sabiendo que hoy es mi día libre, pero no, lo ha querido mandar sabiendo que estaba en un profundo sueño. Yo creo que se está vengando de mí.
El cuerpo del texto no era tan largo, literalmente eran seis palabras que decían «¿Me puedes explicar qué es esto?». Y debajo del correo había una foto de una silla junto a una mesa completamente destrozada.
Sinceramente, yo no tenía ni idea. Le escribí un mensaje de vuelta pidiéndole explicaciones. Entonces me contó que ayer, cuando mis estudiantes de La Academia se fueron a sus casas, las limpiadoras pasaron por mi clase para hacer limpieza, encontrándose con el desastre.
El director se quejó de que si estaba haciendo bien mi trabajo o si me lo estaba tomando en serio porque decía que mis alumnos seguían siendo un desastre. Yo no los veo tan mal. Sólo que han roto una mesa y una silla, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?
Me mandó otra foto del aula entera para enseñarme dónde estaba situado el pupitre, pertenecía a Will. ¿Él había roto su propia mesa? ¿O quién fue el responsable?
💫 💫 💫
MEI LI
Tocaron el timbre y fui abrirles la puerta. Les pedí un segundo para arreglarme el cabello y coger mi bolso. Terminada de retocarme el maquillaje las tres fuimos al supermercado de mis padres para pillar algo de comer e irnos a dar una vuelta por el pueblo.
Al llegar a la tienda me percaté de las miradas furiosas de mis padres. Yo no les dije a mis amigas que cogieran comida gratis. De hecho, mis amigas han traído dinero para comprar.
Al dar una vuelta por el supermercado me di cuenta que faltaban muchas cosas, alguien había vuelto a robar. ¿Quién podría ser?
Judit fue la primera en ir a la caja para pagar su bolsa de patatas de jamón y un refresco. Después fue Eda y se compró una caja de gominolas. Yo también pagué mi sándwich de jamón york y queso ante la fulminada mirada de mis padres.
— ¿Qué pasa? — me asusté — Ya he pagado.
— ¿Sólo sabes comer todo el día o qué? — me regañó mi padre — Cada día estás más gorda.
— Yo si fuera tú estaría trabajando. — mamá me mandó una indirecta — Lárgate, no te quiero ver, vete a comer que no haces más que tragar cada día. Y ni se te ocurra pedirnos dinero.
Bajé la mirada porque no quería ver a mis amigas después de la vergüenza que pasé delante de ellas. En silencio nos alejamos de la tienda de mis padres y nos sentamos en un banco que estaba a tres calles.
Ninguna habló de nada, ellas dos empezaron a comer lo que se compraron para mantener las bocas ocupadas y yo les di mi sándwich porque ya no quería comer.
— Oye, tú no estás gorda. — Judit fue la primera en romper el silencio — Yo no sé si en tu país pesar cuarenta quilos es estar gorda, pero aquí eres muy flaca, si no te molesta que te lo diga.
— No, da igual. — negué — Igualmente comeros mi sándwich, no tengo apetito.
— Lo siento que pases por esto. — Eda me dio un abrazo de lado para consolarme — Te prometo que pillaremos a ese maldito ladrón.
Se guardó su bolsa de chuches, cuando Judit la vio también hizo lo mismo.
— Nosotras estamos para escucharte. — Eda dirigió una mirada a Judit y esta asintió — Da igual si no quieres hablar de lo que sientes porque no te guste contarlo. Pero sabes que puedes decirnos lo que sea.
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LA ACADEMIA
Teen FictionDiez estudiantes decididos en dejarse ayudar, para ser unos dieces en exámenes y ceros en problemas en vez del revés, ingresan en una academia. Seis profesores decididos en cooperar, para que el plan de la recién llegada funcione, aceptan salvar a l...