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La fuga del detective era la protagonista del día y todos estaban nerviosos de saber qué estaba pasando hasta que no supieran algo de las chicas o que llegaran a casa de Amelia sanos y salvos.

Mientras en casa de Luisita la abogada estaba pendiente de si llamaba Amelia o si desde la fiscalía tenía noticias buenas sobre el traslado de su cuñado, daba vueltas por la casa mirando el reloj y la ventana de su edificio esperando encontrarla de vuelta cuando en ese momento llamaron al timbre.

  - Ejem...eehh, ¡Qué sorpresa Alberto!¿Qué haces aquí? - Preguntó Luisita sorprendida al ver al fiscal en su casa.

  - ¿Puedo pasar? - Preguntó el fiscal tímidamente.

  - Sí, sí, claro. - Respondió Luisita abriéndole la puerta y guiándole hacia la sala.

  - Perdón el atrevimiento por venir a tu casa pero quería verte fuera de la Corte y...no sé, eehh... charlar un rato, ir a tomar algo...en plan amigos, si te parece bien, claro. - El fiscal hablaba con nerviosismo por tener a Luisita delante suya ya que desde que estudiaron juntos siempre había estado enamorado de ella.

  - Eehh...ah bien, sí. - Respondió Luisita con despiste sin saber qué contestar.

  - También venía a decirte que el traslado de tu cliente salió favorable, todo sin ningún problema.

  - Ay, gracias Alberto, no sabes lo tranquilos que estamos de que a Nacho no van a molestarlo más. - Contestó la abogada esquivando un poco la mirada.

  - No fue nada, sólo tuve que hacer un par de llamadas para dejarlo todo en orden. - Contestó el fiscal para darse importancia frente a la abogada. - Luisita yo... quisiera disculparme por el comportamiento que tuve cuando nos vimos el día del juicio de Ignacio Solano, perdón, no quise ser grosero. - El fiscal se disculpaba apenado con Luisita porque no quería que tuviera mal ejemplo suyo.

  - Fue una sorpresa verte allí la verdad, después de tantos años pero lo que sí realmente me sorprendió fue que me dijeras que en la sala no éramos amigos, que ya sé que hay que separar trabajo de amistad pero...esperaba otra respuesta por tu parte. - Explicaba Luisita cómo se sintió en ese momento.

  - ¿Me perdonas? - Preguntó el fiscal juntando sus manos y poniendo cara de pena.

  - No te preocupes, está todo olvidado. - Respondió la abogada cruzando los brazos.

En ese mismo momento sonó el teléfono del fiscal rompiendo el incómodo encuentro con Luisita que cada vez estaba más nerviosa por tener que fingir delante de él que no sabía nada de la fuga.

  - ¿Sí Quevedo, dígame? - Contestó al descolgar la llamada.

  - Señor Guerrero, ha pasado algo con lo que no contábamos, el traslado del preso Ignacio Solano ha sido un engaño, se trataba de una fuga. - Respondió el director de la cárcel al otro lado del teléfono.

  - ¡¿Qué, qué?! ¡Eso no puede ser! - Gritaba Alberto Guerrero con furia. - ¡Vayan y vigilen todo, no tiene que estar lejos, maldita sea! - Luisita estaba asustada por los gritos del fiscal. - ¡Preparen varias patrullas en las salidas de aeropuertos, estación de tren, lo que sea pero hay que encontrarlo! - Gritó de nuevo cortando la llamada de mala manera y mirando a la abogada con rabia.

  - ¿Qué pasó Alberto? Estás fuera de sí. - Preguntó Luisita queriendo saber por qué el cambio de actitud del fiscal.

  - Luisita dime que no tienes nada que ver en el escape de fuga del detective Solano. - Contestó el fiscal entrecerrando los ojos queriendo saber pronto una respuesta por parte de la abogada.

  - ¡¡¿Quéee?!! - ¿De qué estás hablando Alberto? - Preguntó Luisita haciéndose la desentendida.

  - Tu cliente Ignacio Solano se escapó de la cárcel cuando iban a trasladarlo y creo que estaba todo planeado, no ha sido coincidencia que haya pasado en el momento justo de su traslado. - Le contestó enfadado y dudando de ella.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora