Ese lugar que siempre era casa para ellas, donde no había ninguna duda de que fueran felices y nadie se interpondría en su camino, ahí en los brazos de cada una y escuchando sus respiraciones como si fueran una sola, se encontraban Luisita y Amelia disfrutando de lo que era el sentirse plenas con cada suspiro y caricia que se daban en ese trocito donde el corazón es el que le pone nombre a todos los sentimientos, anhelo, miedo, pasión, lujuria y deseo eran los calificativos de la noche que estaban compartiendo donde la luz de la Luna, que siempre había sido testigo de su amor, era la que adornaba esa habitación, donde por primera vez después del perdón estaban a solas recordando cada rincón de la piel de la otra, midiendo cada milímetro para ser besado y donde las palabras no eran necesarias porque sus ojos llenos de deseo hablaban con hambre, sus lenguas se mezclaban mojando y mordiendo los labios que eran la excusa perfecta de las ganas que habían tenido guardadas.
- Nunca podré explicar lo que me haces sentir Amelia... - Rompió el silencio Luisita jadeando.
- Sólo contigo tiemblo Luisita de lo que me provocas, estoy ardiendo de deseo cada vez que tu cuerpo choca con el mío...- Decía Amelia recorriendo la piel de la rubia sin dejarla escapar de sus brazos.
Esos brazos que eran el refugio perfecto y donde nunca existió el miedo de que fueran de otra persona la que las separara porque después de lo que habían vivido y superado, ya no había dudas de que eran la una para la otra y lo que tuvieran que enfrentar lo harían juntas porque ahora existía un motivo por el que luchar, ese bebé que le darían las fuerzas suficientes para seguir adelante.
- Si supieras cuánto te amo...- Dijo Amelia subiendo desde su vientre con la boca.
- En tus ojos siempre tengo la respuesta Amelia porque me miran con amor, esos ojos en los que me pierdo y me llevan a la locura nunca quiero dejar de mirarlos.
- Pues nunca dejes de mirarme amor.
Se enrollaron entre las sábanas blancas durante toda la noche aunque poco les duraron porque sus pieles ardían a fuego lento y sin descanso, a cada minuto llegaban a la punta del iceberg donde con cada orgasmo que se provocaban se derretían en sus propios cuerpos.
Paso a paso y a cámara lenta como si de una película se tratara donde no había descanso ni demora, esas escenas llenas de deseo pero con encanto que tanto se disfruta con la persona que amas y no tienen final porque no hay límites en el amor cuando se quiere con intensidad, porque la mujer que tienes delante es tu mayor anhelo y quieres cuidarla para toda la vida, porque desde que se conocieron supieron mirarse a los ojos y saber que era la persona correcta aunque fueran de dos mundos diferentes y ahora estaban ahí desnudas en cuerpo y alma prometiéndose y dedicándose todo el amor que desde el primer día nació de forma espontánea y sin buscarlo sólo que Cupido las flechó y hasta el Sol de hoy se quedó.
No había tiempo limitado para amarse porque desde que entraron a esa habitación no escuchaban nada, sólo las súplicas, la voz ronca por querer más, los jadeos de disfrutar el máximo placer con tu persona favorita y llegar a la cima del cielo después de haber sido amada como nunca hasta que luego de horas de cansancio terminar pegada a su pecho donde el sueño es la imagen perfecta de tranquilidad y satisfacción.
- Quisiera toda la vida tenerte así, pegadita a mí. - Hablaba Amelia en voz bajita viendo el amanecer mientras Luisita dormía entre sus brazos.
La morena creía que la abogada no la había escuchado pero para seguir disfrutando de su voz calmada, ni siquiera se movió.
- Todavía pienso a veces de qué te fijaste en mí si ni siquiera tengo qué ofrecerte. - Seguía hablando la morena con la mirada perdida en la ventana y a Luisita le provocó una sonrisa triste al escuchar sus palabras.

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Lo que en ti veo
Fiksi PenggemarAmelia es una chica que por circunstancias de la vida y por haber crecido sin un padre, se crió en la calle rodeada de ladrones, drogas y traficantes y sólo con la ayuda de su madre gravemente enferma ha podido salir adelante. Luisita es una abogada...