06. Una cena de madrugada.

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"Vale... Veamos. Piernas largas, delgadas pero fuertes. Masculinas. Mucho pelo. Bueno, el justo. Estaba bien así. Muslos rellenos. Cadera estrecha, proporcionada a sus dimensiones. Bañador colocado de nuevo. El color le sienta bien. Pelvis plana. Vello oscuro descubriéndose desde la cinturilla del traje de baño, trazando el camino hasta el ombligo. Sombra en los oblicuos, bien porque están ejercitados o por la falta de luz, no estoy seguro. Abdomen marcado por una línea central ascendente, o descendente, depende desde donde mires. La piel del pecho tersa y lisa, húmeda aún por gotas de agua. Hombros marcados, fuertes, al igual que los brazos, más ejercitados que quizás el resto del cuerpo. Los huesos de la clavícula dejándose notar a través de la piel, creando huecos en la base del cuello. La vena marcada del cuello hasta la oreja. El pendiente. Los mechones de pelo asomando por la nuca, con las puntas mojadas, pegándose al cuello. La mandíbula relajada, y aún así marcada. Afilada. Atractiva. La boca... me la salto. El bigote cuidado. Recortado. La nariz en punta. La cicatriz. Los ojos... Mierda. No. Me ha visto. ¡Joder! Pillado".

—¿Cuál es tu veredicto final, Juanjo?

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Estabas repasándome de arriba a abajo. Bueno, de abajo a arriba.

—No. No lo hacía.

"Sí lo hacía".

—Sí que lo hacías. Te he visto.

—Que no.

"Que sí. Que me ha pillado".

—Venga, dime, ¿qué nota me pones? Mójate.

—Yo no...

—Acepto críticas. Constructivas y sinceras, siempre. También acepto cumplidos y propuestas sexuales, así que no te cortes.

—¿Qué? No. Esto es incómodo. No estaba... repasándote. Eres la única persona aquí, es normal que te mire. Pero no te repasaba. Y mucho menos tenía pensada ninguna propuesta sexual, por el amor de Dios.

"¿Bien, no? Suena bien. Yo creo que sí. Tiene sentido".

—Bueno, como tú digas. Yo sí te miraba. Por eso te he visto. Te pongo un ocho. O un siete. Por ahora. Aún no te conozco en tu máximo esplendor. No estamos en igualdad de condiciones. Aunque confío en que todavía puedes sorprenderme. ¿Consideras que tienes un buen culo como para llegar al nueve?

—¿Qué? ¡No!

—¿Al diez? Joder. Qué intriga. A ver. Date la vuelta.

—En serio, deberías practicar lo del filtro, sobre todo con desconocidos. No tienes ningún tipo de vergüenza, ¿verdad?

—No. Además, es divertido ver cómo te pones rojo. Vamos, siéntate aquí conmigo y relájate, mirón. Estaba bromeando contigo.

—No soy un mirón. Tú eres un exhibicionista, te podría incluso denunciar... creo. Y si no estoy relajado, es porque no puedo intentar mantener una conversación si todo el rato estás... con todo al aire. Por eso estoy tenso.

—¿Pero qué problema tienes con los desnudos? Es lo más natural del mundo.

"Lo más natural del mundo cuando vives en la selva. Tienes un casoplón en una isla italiana, ¡no eres un pobrecito que no puede permitirse unos calzoncillos!".

—En todo caso, podría yo preguntarte, ¿por qué ese impulso en andar como un salvaje por ahí como si no tuvieras ropa?

—Créeme, una vez que lo pruebas, cualquier tela parece demasiado apretada. Además, no parecía molestarte mi casi desnudo hace un momento cuando me dabas ese repaso. Oh, perdón, no me repasabas, solo me mirabas porque soy la única persona aquí, cierto. Y sigues tenso, por mucha piel que me cubra el bañador. Apaga esa cabeza un rato y siéntate aquí.

OASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora