16. Un As bajo la manga.

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El "postre" no llegó ese sábado por la noche. Tampoco lo hizo en los días siguientes. Era ya miércoles, y lo más emocionante que había ocurrido en Villa Lila era una partida de cartas en la que Chiara y Violeta hicieron trampas para que Martin y Juanjo prepararan la cena. Últimamente, se habían vuelto adictos a jugar al mentiroso.

¿Recordáis el juego de cartas del mentiroso? Permitidme hacer un resumen rápido. Será importante en este capítulo, creedme. Solo tomará un momento, y luego os devuelvo a la historia. Los dejo congelados mientras os explico. Un segundo, nada más.

El objetivo del juego es sencillo: quedarse sin cartas antes que los demás. Los jugadores intentan deshacerse de sus cartas declarando en su turno el valor de las que ponen boca abajo en la mesa, sin necesidad de decir la verdad. Cualquier jugador puede desafiar la declaración si cree que es mentira. Si resulta ser falsa, quien mintió recoge todas las cartas del centro; si era verdadera, el desafiante recoge las cartas. El juego continúa hasta que alguien se queda sin cartas y gana la partida.

El resumen es de Internet. Si hay algún fallo, a mi no me echéis la culpa. Ahora que ya estáis en contexto, sigamos. Esto se va a poner intenso.

Las chicas siempre ganaban, y no solo por hacer trampas, sino porque tenían una gran complicidad. En cambio, aunque Martin y Juanjo se estaban volviendo más cercanos, aún no se conocían lo suficiente como para jugar (y ganar) formando equipo. Las chicas, por supuesto, se aprovechaban de esto. Aquella noche, los chicos prepararon toda la cena y se encargaron de fregar y recoger la cocina, mientras ellas se iban a la cama. Martin fregaba la vajilla y Juanjo la secaba y colocaba. Trabajo en equipo.

—Se te da fatal mentir. Eres transparente —dijo Martin.

—¿Qué? Soy muy bueno mintiendo, créeme.

—Te falta picardía.

—A ti te sobra, desde luego. Debe venir de familia. ¿Cómo puedes vivir con personas que son tan buenas engañando? Creo que he perdido la confianza que empezaba a tener en tu hermana y en Chiara. No volveré a confiar en su palabra. Me dan miedo. La pelirroja más.

—Qué gracioso —dijo Martin, más para sí mismo que para Juanjo.

—¿Qué es gracioso?

—Tú, eres gracioso. Desde que estás más relajado, eres más divertido. Me gusta eso de ti. Toma, guarda este vaso.

—¿Aquí? Vale. Gracias, supongo. Tú también eres divertido. Pero no tan buen mentiroso como crees; no me cargues a mí con la culpa de perder siempre. Tú mientes igual o peor que yo.

—¿Quieres que juguemos una última partida?

—¿Solo los dos?

—Así puedo concentrarme solo en ti. Y tú en mí.

Se sentaron en el jardín con un cuenco de yogur y fruta cortada para compartir. Juanjo nunca había consumido tanto lácteo como en los pocos días que llevaba en la isla, pero era una de las comidas favoritas de Martin y empezaba a convertirse también en la suya. Todavía llevaban puestos los bañadores, ya que habían pasado la tarde en la piscina con las chicas. Las embusteras, sí. Y como aún hacía calor, Martin insistió en jugar la partida en el borde de la piscina, para poder darse un baño mientras tanto. Juanjo se negó a meterse en el agua, pero aceptó jugar desde el borde y se sentó, sumergiendo los pies en el agua. Martin no tardó en meterse por completo y se estiró bajo el agua mientras Juanjo lo observaba, incapaz de apartar la vista. Cuando Martin emergió y nadó hacia donde Juanjo estaba sentado, este seguía absorto en sus movimientos y en el brillo de su piel mojada. Incluso tuvo que sacudir la cabeza para obligarse a volver en sí.

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