27. Solos.

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Labios, lengua y manos. Eso era lo único que importaba un par de días más tarde, sobre la cama de Martin.

Era tarde. Acababan de merendar en esa misma cama, comiendo directamente con las manos de un cuenco lleno de mango y uvas. Se alimentaron mutuamente, jugaron, se provocaron, y cuando se dieron cuenta, los restos de fruta yacían esparcidos por el suelo mientras ellos estaban completamente enredados el uno con el otro.

Desde que habían decidido dejarse llevar, este tipo de situaciones se repetían constantemente. El deseo estaba ahí, cada vez más intenso, más fuerte. Porque aún no habían pasado el límite de los besos y las caricias. Quizás porque solo gestionar la bomba de emociones que desataban con solo unos besos, era más que abrumador. Pero empezaban a acostumbrarse a los labios y besos del otro, y empezaban a querer más.

—¿Violeta? —preguntó Juanjo entre besos, mientras Martin seguía mordisqueándole los labios—. ¿Chiara?

Juanjo preguntaba con nerviosismo. No le gustaba la idea de interrupciones o de ser sorprendidos. Sabía que si seguían así, no podrían detenerse, y la idea de que las chicas estuvieran escuchando desde detrás de la puerta o desde el salón le inquietaba. Martin, sin embargo, estaba completamente concentrado en los labios de Juanjo.

—Haciendo un bizcocho, Juanjo. Cállate —dijo Martin con impaciencia, deseando que el chico volviera a enfocarse en él.

—¿Pedro? —insistió Juanjo, alejándose ligeramente de Martin, quien gruñó con frustración.

—Lamiéndose los huevos en el jardín. Yo qué sé, haciendo cosas de perro —respondió Martin, atrapado por la impaciencia. Volvió a buscar la boca de Juanjo—. Deja de hablar un rato, estoy intentando liarme contigo.

Giraron sobre el colchón y Martin quedó por encima de Juanjo, colocándose entre sus piernas. Juanjo puso los ojos en blanco y le sonrió. No podía evitar sentirse nervioso, no solo por la falta de intimidad, sino también por tener a Martin tan entregado sobre él. Se sentía como si lo fuera a devorar, con la mirada, con la boca, con las manos.

Martin no tardó en tomar el control de la situación. Se recostó sobre Juanjo, cadera contra cadera, haciendo que se olvidara de todo lo que les rodeaba. Volvió a besarle, explorando su boca con la lengua, mezclando su aliento con el de Juanjo. Le mordió el labio antes de bajar lentamente hacia su cuello, donde comenzó a lamer y besar, haciendo que Juanjo dejara de pensar con claridad.

Martin le miró desde el primer botón que estaba a punto de desabrochar en la camisa de Juanjo, buscando una señal de aprobación. Al recibir un breve asentimiento, continuó, desabrochando el botón y lamiendo la piel que iba descubriendo.

Juanjo pronto sintió las manos de Martin por todas partes, colándose por debajo de su camisa, acariciando su abdomen mientras su boca lo besaba. Era una combinación exquisita, tan intensa que solo podía agradecer cada movimiento de Martin con jadeos y respiraciones profundas. Y Martin disfrutaba de esa respuesta.

Desabrochó otro botón, dejando al descubierto más piel. Mordisqueó donde quiso, allí donde Juanjo mostraba más placer. Sus manos, aventureras, recorrían la piel del vientre, provocándole con caricias sutiles, aunque premeditadas. Justo debajo del ombligo, el dedo índice de Martin danzaba siguiendo el camino del vello hasta perderse bajo el bañador, deteniéndose justo donde Juanjo empezaba a hiperventilar.

Martin volvió a besarle, con más urgencia, con más deseo, y Juanjo respondió con la misma intensidad. Le agarró del pelo en la nuca, el tirón fue casi inintencionado, fruto de la anticipación. Martin gimió y Juanjo supo que debía recordar hacer eso de nuevo para volver a escuchar ese sonido. Con sus labios todavía sobre los de Juanjo, las manos de Martin avanzaron decididas, terminando de desabrochar la camisa por completo. Ahora sí, pudo tocarle y acariciarle, sintiendo la piel caliente bajo sus palmas. Juanjo no quiso perder la oportunidad de desnudar a Martin, y con manos nerviosas y dedos torpes, tiró de la prenda de Martin para que entendiera el mensaje: que se quitara la camisa.

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