18. Un probador para dos.

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Juanjo.

—Y no sé si voy a poder aguantar hasta mañana para besarte.

Espera. Rebobinemos. Eso aún no. No nos adelantemos. Volvamos a donde lo dejamos. ¿Recordáis lo que dijo Martin? Lo de la segunda cita, ¿verdad? Vale. Pues acordaron que sería el sábado. El viernes, a Chiara le tocó hacer de taxista y, tras varias vueltas, consiguió que todos llegaran al pueblo para ir de compras. Tenía que comprarse bragas, ya sabéis por qué. Y Juanjo quería comprarse ropa; se negaba a volver a usar los malditos pantalones chinos. Además, necesitaba bañadores nuevos. Si seguía pasando el día en traje de baño, no tendría suficientes para todo el verano.

Ah, eso. A lo que íbamos. Recordad ese comentario de Martin para más tarde. Paciencia.

Martin, muy a su pesar, tuvo que acompañar a Chiara a una tienda de ropa interior, a unas calles de donde se quedaron Violeta y Juanjo. Se organizaron: primero Juanjo acompañaría a Violeta al mercado a comprar fruta, y después pasarían por un par de tiendas de ropa para que él comprara lo que necesitara. Así que ahí estaban, pesando la fruta en una báscula: Juanjo con una sandía de dos kilos en la mano, y Violeta con dos bolsas llenas de fresas.

—No sé qué mosca le picó a Martin que acabó con todas las fresas que había en casa.

Juanjo se atragantó con su propia saliva. Él tenía parte de culpa. No solo por haber agotado las fresas, sino también por tener una mente tan inoportuna que le trajo de vuelta la imagen del hermano de la chica dándole fresas cubiertas de chocolate directamente en los labios, haciéndole perder el poco autocontrol que le quedaba. La imagen de Martin en esos calzoncillos volvió a dejarle la garganta seca. Tosió, incluso. Martin, Martin, Martin. Siempre en su cabeza, y de las formas menos apropiadas para estar en una frutería con su hermana.

—¿Te gustan las fresas o prefieres cerezas?

"Las fresas. Fresas. Fresas siempre."

—Sí —dijo sin pensar. Se apuró por corregirse—. Quiero decir... me gusta todo. No te preocupes.

—Oh, bien. Eres de buen comer, como Martin.

"Martin. Fresas. Martin. Cocina. Martin. Encimera. Chocolate. Labios de Martin. Ojos de Martin. Martin, Martin, Martin. Sal de mi cabeza, me estoy volviendo loco."

—¿Tenéis planes para esta noche?

"¿Eh? Perdona. Estaba pensando en tu hermano."

—¿Quién?

—Tú y Martin.

"Yo y Martin. Suena bien, ¿no? Juanjo y Martin. Martin y Juanjo. Juantin. ¿Qué estoy diciendo? Estoy desvariando. No hay Martin y Juanjo. Ni Juanjo y Martin. Solo hay Juanjo babeando por Martin a cada segundo. Solo hay Martin en mi cabeza, demasiado Martin, mucho Martin."

—¿Martin y yo? No, no. Nada. De hecho, me acostaré pronto hoy, no he dormido demasiado bien.

—¿Y eso? ¿Pasaste calor? Hay ventiladores en el cuarto de abajo. Puedo darte uno esta noche.

"Oh, no. Solo me desperté sobresaltado por haber soñado con tu hermano de nuevo. Vaya, esto no lo había dicho nunca. No tendría que haberlo dicho ahora. Bueno, qué más da. He soñado con Martin unas... no sé cuántas veces. Ya he perdido la cuenta. Prefería mantenerlo en privado, pero se me ha escapado. Guardadme el secreto. No se lo digáis a él, que seguro que se viene demasiado arriba y me acorrala contra la encimera de nuevo. O bueno... venga, sí, decídselo. Pero que conste que no lo he dicho yo. Aunque, sí, un ventilador me vendría bien. No son sueños muy suaves, para qué os voy a engañar. Son sueños... que dan calor. Ya me entendéis".

OASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora