24. Sentir la adrenalina.

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Juanjo.

"Lo que deberíamos haber hecho mucho antes... bien dicho, Martin. Yo pienso igual. No sé por qué hemos tardado tanto en besarnos. Bueno, quizás lo del viejo tenga algo que ver. Y las interrupciones de Chiara, y de Violeta, e incluso de Pedro. Bueno, lo que sea. Que sigamos haciéndolo. Ayer todo pasó muy rápido y yo estaba atacado. Puedo hacerlo mejor. ¿Beso bien? ¿Te besé bien? ¿Ronco? ¿Me has escuchado roncar? Oh, no. Mierda. Denna me dijo que hablo por las noches. Y que me tiro pedos. Espero que no hayas oído nada de eso. Qué guapo estás recién levantado. ¿Estoy muy feo? ¿Por qué sonríes? ¿Qué he hecho? ¿Qué tengo? Quita a Pedro de encima, estamos en un momento privado. No debería ver esto."

Juanjo no dijo nada, le sonrió con la boca apretada. Se movió sobre el colchón hasta quedar frente a frente, con ambas cabezas recostadas en la almohada, mirándose.

Martin también le sonrió. No supieron qué decir, ni cómo mirarse. Era como si acabaran de despertar después de una noche de fiesta y desfase, como si anoche, cuando se besaban sobre esa misma cama, se hubieran dejado llevar por la euforia y el alcohol, y ahora, con la luz del sol entrando por la ventana, los cuerpos pegados, las bocas nostálgicas y los ojos nerviosos, estuvieran sobrios, despiertos y conscientes de todo lo que había pasado unas horas antes.

—¿Cómo has dormido? —se atrevió a preguntar Juanjo.

—Bien. Pero me costó coger el sueño. Estabas muy cerca, muy pegado a mí.

—Oh. Lo siento, ¿te di calor?

Martin soltó una risita y le sonrió de lado, justo como a Juanjo le ponía nervioso que lo hiciera, porque esa sonrisa significaba muchas cosas, todas las que hacían que Juanjo se sonrojara.

—Muchísimo. No sabes cuánto. Un calor insoportable.

Y ahí estaban, las mejillas rojas de Juanjo. Y ahí estaba Martin, disfrutándolas, ahora de cerca y en su cama.

—Estoy bromeando. He dormido genial contigo —le dijo, aún con una sonrisa—. Aunque sí me costó coger el sueño, roncas más que Violeta.

"¿¡Qué!? ¡Lo sabía! ¡Qué vergüenza! No puede ser. No, no, no. Mi primera noche con Martin y ronco. ¡Agh! ¡Preferiría que me dijera que estaba cachondo para irse a dormir sin más!"

Juanjo abrió mucho los ojos y se obligó a dejar de mirar al chico, volviendo la vista al techo. Martin se rió y se acercó un poco más. Estiró el brazo y hundió un dedo en la mejilla caliente de Juanjo, buscando su tacto por primera vez en el día. Juanjo le miró de reojo.

—No te preocupes, puedo acostumbrarme a unos ronquidos si al despertar estás así de guapo a mi lado. Y así de desnudo.

Juanjo puso los ojos en blanco y volvió a mirarle de reojo mientras Martin le pellizcaba suavemente la piel de la mejilla, con esa misma sonrisa.

—Eres tan impredecible.

—¿Perdona? —contestó Martin, fingiendo estar ofendido.

—Aún no sé si eres un romántico o un pervertido. Me cuesta pillarte.

—Ese es mi encanto.

"Pues sí. Por eso estoy loco por ti. Qué bien suena. Loco por ti. Y tú lo estás por mí. Qué fuerte. Tengo que asimilarlo aún."

—Puede ser, sí. Eres diferente.

—¿Diferente?

—Diferente a lo que he conocido hasta ahora.

—¿Y eso es bueno o malo?

—No sé. A mí me gusta.

Pensó en voz alta otra vez. Le solía pasar cuando se trataba de Martin, porque pensaba mucho en él, mucho y muy alto. Sus palabras solían adelantarse a sus pensamientos, especialmente cuando se trataba del chico que le aceleraba el pulso.

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