31. Decirlo en voz alta.

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⚠️🔞 ya sabéis lo que significa :)

No supieron cómo, pero de alguna manera lograron abrir la cerradura de la casa. La puerta se abrió de golpe, empujada por sus cuerpos enredados y bocas urgentes. Apenas la cerraron de un tirón, sus manos volvieron a buscarse con desesperación. Tropezaron con el mueble del recibidor, pero no se detuvieron. Martin se recostó sobre él mientras seguían besándose, con la misma intensidad que los había arrastrado desde la calle. Juanjo le agarró los muslos por detrás, levantándolo lo justo para que encajaran, difuminando cualquier diferencia de altura. Martin, cansado de fingir que no quería el control, se aferró a él y lo estampó contra la pared del salón, mordiéndole la boca con hambre, con impaciencia.

Las manos de Martin se movieron rápidamente, desabrochando los botones de la camisa que llevaba Juanjo y lanzándola a cualquier parte de la casa. Sus dedos recorrieron toda su piel expuesta, y casi gruñó al sentir el calor del pecho y el abdomen de Juanjo. Luego pasó al cabello, hundiendo la mano en él mientras se aferraba a su cuello, empujándolo para que le besara con más fuerza, si es que eso era posible.

Juanjo había dejado atrás cualquier rastro de timidez en la pista de baile de la discoteca. Agarró a Martin por el cuello, le mordió el labio mientras su mano libre recorría su espalda y su culo sin pudor alguno. Consiguió arrancar un jadeo insoportable de Martin cuando después le tiró del pelo de la nuca. Desde que supo que eso encendía y enloquecía a Martin, aprovechaba cada una de sus oportunidades para escucharle maldecir y gruñir como lo hacía. No pudo resistirse a desnudarle, aunque lo hizo con cuidado, porque esa camisa tenía que salir intacta; estaba buenísimo con ella.

Caminaron por el salón, con los torsos pegados, con las bocas peleando por devorarse con más ganas. Paraban el paso cuando alguno se ceñía sobre el otro, cuando estaban demasiado fuera de control como para dar un paso sin caerse. En una de esas pausas, Martin comenzó a besarle el cuello a Juanjo, mientras ambos buscaban con manos nerviosas el botón del pantalón del otro para desabrocharlo.

Gruñeron desesperados y se empujaron hasta llegar a la habitación, donde se tiraron sobre el colchón en el suelo. Martin se cernió sobre Juanjo, que abrió las piernas para que Martin cupiera entre ellas. Martin abandonó los labios de Juanjo por un segundo para bajarle rápidamente los vaqueros, dejándolo en ropa interior. Se inclinó para dejar un beso húmedo en su cadera, que le erizó la piel, que hizo que se retorciera.

Juanjo se quejó, insistiendo con las manos sobre la cinturilla del pantalón de Martin, pidiendo que se lo quitara también. Martin no pudo negarse. Ahora solo un par de capas de tela elástica los separaban, mientras sus jadeos y gemidos roncos llenaban la habitación.

Martin sintió que iba a perder la cabeza cuando la mano de Juanjo avanzó sin pausa, colándose bajo el calzoncillo. El toque lo desarmó; no pudo hacer más que apoyar su frente contra la de Juanjo, tratando de respirar con normalidad. Gimió cuando los dedos de Juanjo exploraron una piel que hasta entonces había sido territorio desconocido. Se inclinó para besarlo, necesitando ese contacto cuando sintió que el aire le faltaba.

—Espera —dijo, rozando sus labios—. Quiero que hagamos el amor. ¿Esto también es hacer el amor? —preguntó nervioso, con la voz entrecortada por la respiración agitada. Juanjo soltó una leve risa, sin despegarse de su boca—. Yo estoy muy cachondo —dijo, como si no fuera obvio.

—Y yo —fue todo lo que logró decir Juanjo.

—¿Y se puede hacer el amor así? —Martin lo miró entonces, arqueando una ceja con curiosidad repentina—. ¿Es romántico?

—No sé. Seguro que sí —respondió Juanjo, con la misma curiosidad en su mirada.

—Vale.

—Vale.

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