07. Noches mejores.

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Martin.

Pablo siempre había sido bueno con él. Lo conoció hacía más de un año. Una tarde salió al pueblo de al lado en una moto vieja que conservaban en casa de su abuelo, llevando una bolsa con un cuaderno y un lápiz dentro, y un par de monedas sueltas para comprar un refresco. Tenía planeado ir a una cala a la que solía ir de niño con sus padres. Siempre estaba tranquila, y eso era justo lo que él necesitaba en ese momento. Tranquilidad. Pasó la tarde sentado en la arena, dibujando el mar, hasta que se hizo demasiado tarde para ver algo entre la oscuridad. Pero no tenía ganas de volver a la villa; Violeta y él habían discutido cuando salió a relucir el tema de su boda, y no se sentía con ánimo para enfrentarla. Así que se quedó sentado en el paseo marítimo, viendo a la gente pasar y a algún que otro bañista valiente que no le importaba surfear en pleno invierno. Se mantuvo allí hasta que se dio cuenta de que empezaba a hacerse demasiado tarde. Todavía no tenía mucha práctica con la moto como para conducir a altas horas de la noche hasta casa, así que quiso apresurarse. Y entonces conoció a Pablo, justo cuando peleaba con el vehículo para conseguir que arrancara. Por alguna razón, la moto no reaccionaba al contacto con la llave, y él no era muy hábil para hacer un puente. Pero Pablo era mecánico, y muy oportuno. Se acercó a él educadamente, sin querer intimidarlo, y le ofreció ayuda. Pablo vivía justo en primera línea de playa, y en la planta baja de su casa tenía un taller de reparación de vehículos. A pesar de las horas, insistió en reparar el fallo de la moto, y Martin tampoco tenía otra opción. Le arregló la moto, y Martin se la chupó como agradecimiento.

No cuestionen su amabilidad, el tío era agradable y estaba bueno. Lo que pasa es que Martin no supo su edad hasta días después. Tampoco le molestó mucho, ni siquiera tenía pensado volver a verlo. Pero siempre acababan encontrándose por casualidad, y esa misma casualidad los terminaba reuniendo en la cama del italiano. La verdad es que Martin disfrutaba el sexo con él, no había más. Nunca se había llegado a plantear siquiera algo más que algún que otro encuentro nocturno. Los dos estaban conformes con ello. A ninguno le molestaba la edad del otro. Todo estaba bien.

Hasta ahí su historia con Pablo, no hay más donde rascar. No había nada que destacar más que sus encuentros esporádicos. Violeta pensaba que Pablo era un acomplejado al que le gustaba sentirse más joven con Martin. Chiara siempre decía algo como "That's gross" o "disgusting". Ya sabéis que cuando se pone muy nerviosa cambia de idioma con facilidad. Y Juanjo casi convulsiona esa misma tarde cuando le contó que solía acostarse con el hombre.

—¿En qué piensas? —le preguntó Pablo, aún envuelto entre las sábanas, robándole el cigarrillo de los labios.

Estaban en su casa, en la cama infinita del dormitorio, aún con la respiración algo entrecortada, compartiendo un cigarro de liar. A Martin no le gustaba la idea de quedarse en su casa después de acostarse con él; no consideraba que estuvieran en el nivel de intimidad en el que se permitían acariciarse y besarse después del orgasmo. No se sentía cómodo con eso. Por eso, siempre esperaba a fumarse un cigarro con él y acto seguido marcharse a casa. Pero Pablo, a pesar de tener claro que no había ningún vínculo emocional entre ellos, era cariñoso. Y le gustaba sentir a Martin un poco más antes de que se marchara.

—En que es demasiado tarde. Debería irme. ¿Me llevas?

No esperó respuesta, como siempre. Se levantó rápidamente tras una última calada, se puso el bañador que aún llevaba consigo y la camisa. Y Pablo no le rebatió, como siempre también. Minutos después ya se encontraban en el coche de vuelta a la Villa.

"Ay, Pablo, si tuvieras unos años menos. Siempre me ha gustado la idea de estar con alguien que bebiera los vientos por mi, que me hiciera un sitio en su cama cada noche, que me trajera a casa de madrugada después de que me follara como lo haces tú. Qué pena que cuando yo naciera tú estuvieras ya en la universidad. Si yo fuera un madurito en plena crisis de los cuarenta, no te escaparías. Pero aún tengo mucho que vivir, y dudo que tú puedas seguirme el ritmo mucho tiempo. Y no soy fan de los químicos, nunca te acompañaría a comprar viagra".

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