20. La promesa de un beso.

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Martin le posó una mano en la mejilla, y sin pensarlo demasiado, acercó su rostro al de Juanjo. Sus ojos recorrieron los labios de Juanjo, viendo cómo este los entreabría, invitándolo a continuar. Sentía el aliento de Juanjo tan cerca que pensaba que se marearía. Martin se humedeció los labios, mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar, cada vez más cerca de sus labios. Juanjo estaba impaciente; si Martin no lo besaba pronto, se desmayaría, perdería el conocimiento, porque tener las pulsaciones tan aceleradas solo podía significar una cosa. No podía soportar la lentitud de Martin, lo quería ya. Por eso, lo invitó a acercarse aún más, tirando suavemente de su nuca.

Estaban tan cerca que un solo movimiento uniría sus labios, y Juanjo estaba a punto de empujar la nuca de Martin para que sucediera.

—¡Fuori! Lascia quello, cane! Allontanati!

Oh, perdonadme. Estaba tan metida en la historia que se me olvidó traduciros. Ya voy. Quería decir algo como: ¡Fuera! ¡Deja eso, perro! ¡Aléjate!

El grito de la señora los obligó a separarse de golpe. Martin, aún con la respiración entrecortada, se puso de pie rápidamente para correr hacia el perro, que intentaba huir con el sujetador del bikini de una señora que corría tras él, tratando de cubrirse los pechos. Juanjo observaba la escena desde la toalla, aún con la mano en el pecho, sintiendo su corazón desbocado y frunciendo el ceño mientras veía a Martin peleando con Pedro, todo mientras intentaba calmar a la señora de las tetas caídas.

Poético, lo sé.

El perro había interrumpido su momento, así que decidieron que lo mejor sería llevarlo de vuelta a casa. Demasiada playa por el momento.

Ya caía la noche cuando llegaron a la villa. Pedro desapareció feliz por el jardín, sin ser consciente de que había explotado la burbuja de los chicos. Ahora estos, de nuevo alejados, se mordían los labios, saboreando el beso no dado del otro. Pero aún tenían tiempo; el día no había acabado.

Se ducharon y cenaron. Violeta y Chiara habían hecho pizza casera. Durante la cena, ninguno de los dos se cortó en mirar al otro descaradamente. Tenían algo pendiente, algo que debían resolver pronto antes de que la tensión se volviera insoportable. Martin preparó el postre, como siempre: yogur. Pero esa noche, solo el cuenco de Juanjo llevaba fresas con trozos de chocolate, un detalle que no pasó desapercibido. Un detalle que le animó a quedarse en el jardín con Martin cuando las chicas se fueron a la cama.

Ni siquiera puedo contaros de qué hablaron con exactitud. Aún estoy algo aturdida después del casi beso. Pero hablaron, se rieron, se miraron. Casi eran las dos de la madrugada cuando se movieron al césped, tumbados sobre la hierba mirando al cielo mientras seguían hablando. ¡No me preguntéis de qué! En serio, estoy demasiado nerviosa. Creo que se van a besar pronto.

—¿En serio no vas a cantarme nunca?

—No lo sé.

—¿Pero por qué?

—¡Me da vergüenza!

—Si te buscara en Internet... ¿te encontraría?

Juanjo entendió a Martin. Estaba intentando leer entre líneas sin incomodarlo. Le miró de reojo y le sonrió.

—Quizás. Siempre hay algún rarito que te graba y te sube a Internet. Piensa en una canción, vuelvo enseguida, venga.

Y cuando apareció de nuevo en el jardín, Juanjo llevaba la guitarra en la mano. Martin le sonrió cuando se sentó a su lado y se incorporó para quedar más cerca. Juanjo rodó los ojos, pero también le sonrió. Rasgó las cuerdas de la guitarra y afinó las que sonaban peor.

—No voy a cantarte hoy. Pero puedo tocar una canción que te guste. Me dijiste que te gustaba El Canto del Loco. Me sé muchas.

—Bueno, me vale por ahora. Me gusta "Por ti". Es la favorita de mi madre.

Juanjo no tardó en recordar los acordes. Tenía una memoria musical impresionante, solo necesitaba evocar la melodía de la canción para poder interpretarla sin dificultad. Rasgó las cuerdas bajo la atenta y paciente mirada de Martin, que lo observaba con una sonrisa, mordiéndose el labio mientras veía a Juanjo tocar. Aunque concentrado, Juanjo mostraba una naturalidad admirable, sacando la lengua como si eso lo ayudara a enfocarse. Martin pensó que estaba guapísimo bajo la cálida luz del jardín y la suave iluminación de la luna que se reflejaba en las cuerdas de la guitarra y en los anillos que llevaba en los dedos. Admiraba lo sencillo que parecía hacer algo tan bonito. Y le encantaba esa versión de Juanjo: relajado, conectado consigo mismo, regalándole una canción preciosa. Cuando Juanjo levantó la mirada un segundo mientras llegaba al final de la canción, Martin no pudo aguantar más.

—Para, Juanjo.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Que te quiero besar de una vez, joder.

Martin no esperó más. Le arrebató la guitarra de las manos y la dejó a un lado en el césped mientras Juanjo aún asimilaba sus palabras. Sin dudarlo, se acercó a él de rodillas, tomándole las mejillas rápidamente. Juanjo, desconcertado, solo pudo agarrarse a su cintura y dejarse llevar. Martin le levantó el mentón con la mano, posicionándose perfectamente para tener sus labios tan cerca como deseaba, listo para aplastarlos con los suyos de una vez. Juanjo reaccionó rápido, sujetándolo con más fuerza por la cintura, tirando de él para eliminar el espacio entre ambos. Martin se inclinó; si tardaba un segundo más en besarlo, se volvería loco. No podía aguantar más sin sentir los labios de Juanjo sobre los suyos. Y Juanjo también se acercó más, sintiendo el aliento cálido de Martin sobre sus labios. Y entonces, en un suspiro, sus labios se rozaron, ambos sintiendo un ardor interno. Fue solo una caricia, una promesa de algo más.

Una promesa que, si no hubiera sido por el sonido de un claxon en la puerta de la villa, ambos habrían cumplido. Pero el sonido era insistente, molesto, inoportuno, rompiendo la magia que la melodía de Juanjo había creado momentos antes y que Martin había silenciado con la intención de besarle.

—No me lo puedo creer —dijo Martin, casi sobre los labios de Juanjo.

—¿Es...?

—Pablo.

Martin quiso restarle importancia y seguir con lo que estaba haciendo. En ese momento, no le importaba nada más que los labios de Juanjo. Solo quería besarlo. Se inclinó de nuevo hacia él, cogiéndole la cara, dispuesto a retomar lo que estaba a punto de hacer antes de que los interrumpieran. Juanjo también quería besarlo; llevaba deseándolo desde hacía tiempo. Pero la presencia de Pablo en la puerta de la villa lo frenaba. Estaba a solo unos metros de ellos, con todo lo que eso podía significar: que Martin seguía viendo a Pablo, que Martin no solo lo besaba a él.

Quizás no debería haberle dado importancia, era solo un beso, pero se la dio.

—Para, Martin. Pablo...

—Pablo puede esperar. Seguro que volverá mañana.

Martin estaba decidido a besarlo, sin importarle la insistencia de Pablo en la entrada de la casa. Pero a Juanjo sí le importaba; le molestaba. Con pesar, Juanjo apartó suavemente a Martin, empujándolo por la cintura. Negó con la cabeza.

—No quiero esto. No así.

Martin suspiró.

—Tú lo dijiste. La primera vez que me beses tiene que ser inolvidable. Pero no quiero recordarla por el tío con el que te acuestas viniendo a buscarte.


lo siento por este capítulo tan cortito, era demasiado largo todo para un solo capítulo, así que lo dividí en dos partes!!!!! ojalá os guste y perdón por alargar tanto el momento... valdrá la pena (creo, espero). oskm millones de gracias por todos los comentarios y los votos, me hacen super feliz!!!!!!!!

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