Capítulo 32

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Alexander B

Un día antes

Cada uno de nosotros lleva una carga, un secreto que nos hace vulnerables. La fuerza, la fama, el poder; todo eso es solo una fachada. Todos tenemos un punto débil. Y después de observar a Enzo durante tanto tiempo, he descubierto el suyo: Denisse.

Ella tiene algo que me cautiva, una luz en este mundo oscuro que la hace resaltar. La forma en que se mueve, cómo sonríe a pesar del trauma que ha sufrido. Es un gran punto débil, y sé que puedo utilizarlo a mi favor. Desde el momento en que la vi, supe que se convertiría en mi peón, mi gran peón. Pero no ahora. Aún es demasiado pronto.

Las cartas están sobre la mesa, y el juego apenas comienza.

—Déjalos disfrutar de su cuento de hadas —murmuré, con una sonrisa fría dibujándose en mis labios. —Dejemos que se sientan seguros, tranquilos. Ha habido suficiente drama, suficiente dolor. Que crean que pueden vivir en paz, que pueden ignorar la tormenta que se avecina.

Mi ayudante, con una expresión de satisfacción, se inclinó hacia mí.

Enzo le contó sobre el conflicto que tienen entre ustedes. Enzo está ciego por su amor, y eso solo lo hace más débil. Estoy seguro de que esto servirá.

Una risa burlona escapó de mis labios.

—¿De verdad crees que soy tan estúpido como para subestimar a Enzo? Ja, ja, ja. No soy un tonto que cae en trampas. He observado cada movimiento, cada decisión. Él puede aparentar ser fuerte, pero todos sabemos que hay grietas en su armadura. Y yo estoy aquí para aprovecharme de cada una.

—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó mi ayudante, ansioso por seguir el plan.

—Quiero que lo sigas de cerca. Conoce sus rutinas, sus movimientos. Mientras él esté preocupado por proteger a Denisse, nosotros vamos a movernos en las sombras, tejiendo nuestra red. —Mi voz se volvió más seria. —No podemos dejar nada al azar. Enzo tiene que sentirse seguro en su burbuja antes de que la aplastemos.

Mientras observaba las sombras danzar en la pared, sabía que este sería un juego de paciencia y astucia. Mi momento llegaría, y cuando lo hiciera, disfrutaría cada segundo. Denisse sería la chispa que encendería la explosión, y yo me aseguraría de que Enzo no pudiera salvarse.

La noche se volvió mi aliada, y con cada plan trazado, la oscuridad de la ciudad se convirtió en mi refugio. Tenía el as bajo la manga, y sabía que pronto, todo cambiaría.

Desde mi posición oculta, observaba cómo la pantalla de la cámara se iluminaba, revelando la imagen de Denisse en el amplio salón de la casa de Enzo. La felicidad que irradiaba mientras acariciaba a Drako, el tigre, era un espectáculo fascinante, pero también un recordatorio de cuán vulnerable era.

—Es hermosa, ¿no? —murmuró mi ayudante, su tono mezclado con admiración y envidia. No podía culparlo; la conexión entre ella y la bestia era evidente. Pero esa felicidad era efímera, una ilusión en un mundo lleno de peligros. Enzo había dejado su guardia baja, y esa sería su perdición.

—Felicidad efímera —respondí, con desdén. —Nada más que una ilusión. Denisse está jugando con fuego, y cuando se queme, será un espectáculo hermoso de contemplar.

La cámara capturaba cada movimiento, cada risa. Denisse se inclinó hacia Drako, susurrándole algo al oído. El tigre, sorprendentemente, parecía entenderla, emitiendo un rugido suave, casi como si respondiera a su voz. Esa imagen, la de ella abrazando a la bestia, me hacía reflexionar sobre el poder de la vulnerabilidad. Pero en este juego, la vulnerabilidad sería su caída.

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