Unos meses después de la tragedia, Hunter seguía buscando a Tess en cada rincón de su vida con Ally. Cada conversación, cada mirada, era un intento desesperado de recuperar ese lazo que los unió cuando eran jóvenes. Pero el vacío persistía, como un abismo que se negaba a cerrarse, sin importar cuánto intentara llenar el espacio que Tess había dejado.
Había noches en las que se despertaba en la oscuridad, sudoroso y con el corazón acelerado, después de soñar con Tess. Esos sueños eran tan reales, tan vívidos, que al abrir los ojos sentía como si ella aún estuviera allí, a su lado, como un fantasma que se negaba a abandonarlo. Pero al mirar a su alrededor, solo veía la fría realidad de una vida sin ella.
Ally, por su parte, parecía estar en un mundo diferente. Aunque ambos compartían el dolor de la pérdida, su manera de enfrentarlo era distante y a menudo incomprensible para Hunter. Ella había cerrado esa parte de su vida con una determinación que lo desconcertaba. A veces, la frialdad con la que Ally manejaba la situación hacía que Hunter se preguntara si realmente alguna vez entendió lo profundo que eran sus sentimientos por Tess.
Sin embargo, Hunter no podía soportar más esa desconexión. Necesitaba algo, cualquier cosa, que le devolviera un sentido de propósito y lo ayudara a encontrar una manera de seguir adelante, con o sin Tess en sus pensamientos. En un arrebato de desesperación, decidió que tenía que hacer algo radical, pero no en la dirección que había imaginado inicialmente.
Una noche, mientras observaba la vieja fotografía de Tess y Ally, riendo juntas en un día soleado de verano, una idea comenzó a tomar forma en su mente. Tess siempre había hablado de Grecia, de la belleza de sus paisajes, de cómo quería un día perderse en las pequeñas islas y dejar atrás todo lo que la ataba al pasado. Era un sueño que nunca pudo cumplir, un destino que nunca alcanzó. Y entonces, Hunter supo lo que tenía que hacer.
Con la determinación nacida de la desesperación, Hunter compró dos boletos de avión a Grecia. No le dijo nada a Ally, no podía predecir cómo reaccionaría, pero sabía que debía intentarlo. Quizás, solo quizás, en ese lugar que Tess había soñado, él y Ally podrían encontrar algo nuevo, una conexión que los uniera de una manera que no habían logrado en estos meses oscuros.
A la mañana siguiente, Hunter le mostró los boletos a Ally. Sus ojos se encontraron, y por primera vez en mucho tiempo, Hunter vio un destello de sorpresa en el rostro de ella. No estaba seguro de lo que significaba, pero algo en su interior le dijo que esto era lo correcto.
—Vamos a Grecia —dijo, su voz firme pero llena de una mezcla de esperanza y miedo—. Vamos a hacer esto por Tess, pero también por nosotros.
Ally lo miró por un largo momento, y aunque no dijo nada, la ligera inclinación de su cabeza fue suficiente para que Hunter supiera que estaba dispuesta a intentarlo. No sabían qué encontrarían en Grecia, pero ambos sabían que no podían seguir viviendo con el vacío que Tess había dejado. Quizás, en ese lugar tan lejano y lleno de significado, podrían comenzar a sanar, juntos.
Hunter y Ally llegaron a Atenas con una mezcla de esperanza y tensión. La ciudad, vibrante y llena de vida, contrastaba con el peso de los pensamientos de Hunter, que aún se debatía entre el dolor y la búsqueda de respuestas. Mientras se dirigían a su hotel, el calor del verano griego y el bullicio de la multitud parecían ajenos a la tormenta que él llevaba por dentro.
En medio del caos, mientras caminaban por las calles adoquinadas de Plaka, algo llamó la atención de Hunter. Entre la multitud que paseaba por las estrechas calles llenas de tiendas y restaurantes, una figura le resultó familiar. Su corazón dio un vuelco. Era una mujer, de espaldas, con el cabello oscuro y la misma estatura y complexión que Tess. Llevaba un vestido que, por un instante, le recordó uno que Tess solía usar.
—Ally, espera —dijo Hunter, deteniéndose de golpe.
Hunter sintió cómo el mundo se detenía por un segundo, su respiración se aceleró y su corazón latía con fuerza. Era como si el tiempo se ralentizara, mientras sus ojos se fijaban en aquella mujer que caminaba entre la multitud, tan parecida a Tess.
—¿Qué pasa? —preguntó Ally, al notar que Hunter se había detenido.
—Espera, creo que... —Hunter no terminó la frase. Sin pensarlo, comenzó a caminar rápidamente hacia la mujer, abriéndose paso entre la gente.
La distancia entre ellos se acortaba, y cuanto más se acercaba, más crecía en él la mezcla de esperanza y temor. Su mente le decía que no era posible, que Tess estaba muerta, pero su corazón se aferraba a la posibilidad de que, de alguna manera, ella hubiera sobrevivido.
Finalmente, Hunter llegó a la distancia suficiente para tocar su hombro. Con una mezcla de ansiedad y anhelo, alargó la mano y la tocó suavemente, sintiendo cómo todo su cuerpo se tensaba en anticipación. La mujer se detuvo y giró lentamente.
El corazón de Hunter se hundió en el pecho cuando la mujer se dio la vuelta. No era Tess. Parecía unos años mayor, con rasgos similares, pero definitivamente no era ella. La decepción lo golpeó como una ola fría, y por un momento, se sintió completamente perdido.
—Lo siento... pensé que eras alguien más —murmuró, incapaz de ocultar la tristeza en su voz.
La mujer lo miró con amabilidad, sin entender del todo lo que estaba ocurriendo, pero sonrió ligeramente antes de continuar su camino, desapareciendo en la multitud.
Hunter se quedó allí, paralizado por un momento, mientras el bullicio de la ciudad continuaba a su alrededor. Se sentía ridículo, ingenuo por haber pensado, aunque fuera por un segundo, que Tess podría estar allí, viva, caminando por las calles de Atenas como si nada hubiera pasado.
Ally se acercó lentamente, con una expresión que mezclaba comprensión y resignación. Había visto la esperanza desvanecerse en los ojos de Hunter y no dijo nada, porque sabía que no había palabras que pudieran aliviar ese tipo de dolor.
—Vamos a seguir adelante, Hunter —dijo Ally con voz suave—. No es fácil, pero tenemos que aceptar que ella ya no está. No podemos seguir buscándola en cada esquina.
Hunter asintió débilmente, pero no dijo nada. Sabía que Ally tenía razón, pero el vacío que sentía era tan profundo que no estaba seguro de cómo seguir adelante. A pesar de todo, habían venido a Grecia por una razón, y no podía permitir que una ilusión lo desviara de su objetivo.
Juntos, continuaron caminando por las calles de Atenas, pero el encuentro con la mujer había dejado a Hunter con una sensación de desesperanza. La búsqueda de respuestas y la necesidad de cerrar ese capítulo de su vida lo impulsaban a seguir, aunque el peso de la realidad era casi insoportable.
Sin embargo, en el fondo, mientras avanzaban por las antiguas calles llenas de historia, Hunter no podía evitar preguntarse si algún día lograría encontrar la paz que tanto buscaba.
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Cruces del destino // Huntess
RomanceEn la tranquila escuela de Pyrgoi Hills Academy, tres personas se encontraban enredadas en un delicado equilibrio de amor y deseo. Ally, una adolescente que amaba los videojuegos y poseía una risa contagiosa, así como ojos llenos de sueños. Hunter...