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El bullicio de la galería quedó atrás cuando Tess y Hunter caminaron por las calles de la ciudad, sumidos en un silencio cómodo. Era una noche fría y clara; la luz de las farolas se reflejaba en el pavimento mojado, dándole un brillo dorado que parecía envolverlos en un mundo propio, aislado del caos reciente. Tess sentía una extraña ligereza, como si la confrontación con Ally hubiera desvanecido la pesada carga que llevaba sobre sus hombros durante años. A medida que sus pasos resonaban en las calles vacías, su futuro, por primera vez en mucho tiempo, parecía menos empañado por el pasado, más nítido.

Hunter, que había permanecido en silencio, con las manos en los bolsillos, finalmente se atrevió a romper la quietud.

—¿En qué piensas? —su voz era suave, casi un susurro en la noche.

Tess sonrió levemente, dejando que la pregunta flotara en el aire antes de responder. Sentía la necesidad de saborear ese momento, de asegurarse de que cada palabra estuviera cargada de la verdad que había tardado tanto en descubrir.

—En lo mucho que ha cambiado todo —dijo finalmente, su voz entrelazada con una mezcla de nostalgia y esperanza—. En lo lejos que hemos llegado desde aquellos días en que todo parecía tan... diferente.

Hunter asintió, sus ojos fijos en el camino frente a ellos, pero con la mente claramente en otro lugar. Entendía perfectamente a lo que Tess se refería. Ellos ya no eran las mismas personas; las cicatrices del pasado habían moldeado sus vidas de maneras que ninguno podría haber previsto.

—Sí, ha sido un camino largo —murmuró, su tono cargado de emociones contenidas—. Pero me alegra que hayamos llegado hasta aquí, juntos.

Tess lo observó de reojo, viendo en él no solo al joven con el que había compartido tantas risas y sueños, sino al hombre que ahora caminaba a su lado, marcado por los años, pero con la misma esencia que siempre había admirado. Se detuvo, sintiendo el impulso de decir algo más, algo que encapsulara lo que sentía en ese momento.

—Hunter... —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Sé que esto no ha sido fácil, para ninguno de nosotros. Pero... —vaciló, buscando las palabras adecuadas— estoy agradecida de que nunca te hayas rendido, ni conmigo, ni con lo que fuimos.

Hunter se volvió hacia ella, su expresión suavizándose al verla parada allí, bajo la luz tenue de las farolas. Dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ellos.

—Nunca podría rendirme contigo, Tess —dijo, su voz firme, pero con una calidez que traspasaba las palabras—. No después de todo lo que hemos vivido. Lo que has vivido.

Tess sintió un nudo en la garganta, las emociones acumuladas de los últimos días amenazando con desbordarse. Pero no era tristeza lo que sentía ahora, sino una profunda gratitud y algo más, algo que no se atrevía a nombrar, pero que latía con fuerza en su pecho.

Hunter observó a Tess mientras caminaban juntos, sintiendo que la tensión de los últimos días empezaba a disiparse. Sin embargo, notó el cansancio en su rostro y una idea surgió en su mente.

—¿Qué te parece si damos un paseo? —sugirió, esperando que el aire fresco les diera la oportunidad de relajarse y hablar con calma.

Tess negó con la cabeza, sus ojos apagados por la fatiga.

—No, Hunter, estoy agotada. Prefiero ir al apartamento y descansar —respondió con una leve sonrisa, intentando ocultar lo exhausta que se sentía.

Hunter asintió, sin insistir. Sabía que Tess necesitaba descansar más que nada en ese momento. Pero en el fondo, la idea de hacer algo especial para ella, algo que pudiera traerles un poco de paz, no lo abandonaba.

Cruces del destino // HuntessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora