Lecciones de Seducción

83 4 0
                                    


Punto de vista: Taylor

Mi día había comenzado con confianza, como cualquier otro. Había revisado mis planes, hecho llamadas importantes, y me había preparado para la cena con Casey con la determinación de avanzar en mi estrategia. Sin embargo, lo que sucedió esa noche fue un golpe directo a mi ego.

Estábamos sentadas en el comedor privado de mi mansión, un lugar diseñado para impresionar y desarmar. Casey, impecablemente vestida en el elegante vestido negro que había dejado para ella, parecía sacada de una revista de moda. No pude evitar admirarla mientras tomaba asiento frente a mí, su expresión aún cautelosa, pero con una fuerza que no podía ignorar.

El problema comenzó cuando intenté, por primera vez en mucho tiempo, ser... amable. ¿Seducción? Eso era lo que había intentado hacer, pero la palabra ahora parecía demasiado grande para lo que en realidad ocurrió. En medio de la conversación, cuando Casey comentó algo sobre los platos exquisitos que habíamos ordenado, me encontré diciendo algo que pretendía sonar encantador, algo sobre su "elegancia natural" y cómo "iluminaba la habitación". Las palabras sonaron forzadas incluso en mis propios oídos.

Casey me miró, primero con sorpresa y luego con una ceja levantada, como si no estuviera segura de si estaba hablando en serio o si era algún tipo de broma que no entendía. La incomodidad en su mirada fue evidente, y en ese momento me di cuenta: había fallado. No solo fallado, había fracasado estrepitosamente.

Sentí el calor subiendo a mis mejillas, una reacción que no experimentaba desde... bueno, desde que tengo memoria. Me ruboricé, lo que solo empeoró las cosas. Tragué saliva y desvié la mirada, maldiciendo internamente mi falta de sutileza. La conversación continuó, pero yo estaba distraída, demasiado avergonzada para mantener el enfoque. Casey, por su parte, parecía más confundida que otra cosa, y mi orgullo quedó destrozado.

Esa noche, después de dejar a Casey en su habitación, me dirigí a mi oficina, sintiéndome como una adolescente torpe que había intentado coquetear por primera vez y había sido rechazada. Necesitaba ayuda, y sabía exactamente quién podía dármela.

Oliver llegó a mi mansión esa misma noche, sin necesidad de una razón elaborada. Nuestro lazo de amistad era tan fuerte que cualquier llamada mía lo traía inmediatamente, sin preguntas. Nos encontramos en el salón, un espacio que había sido testigo de muchas de nuestras reuniones y planes, pero nunca de algo tan trivial como lo que estaba a punto de pedir.

—¿Qué ocurre, Tay? —preguntó Oliver, tomando asiento en uno de los sillones de cuero y encendiendo un cigarrillo. Su expresión era relajada, como siempre, pero con un toque de curiosidad. Sabía que si lo había llamado tan tarde, no era por algo rutinario.

Suspiré, apoyando la espalda contra el sillón frente a él y cruzando las piernas. No sabía cómo empezar, lo que ya era un mal indicio.

—Oliver... —comencé, intentando sonar indiferente—. Necesito tu consejo.

Él arqueó una ceja, exhalando el humo lentamente. —¿Mi consejo? ¿En qué sentido? No me digas que necesitas ayuda para deshacerte de alguien, porque sabemos que eso es lo único en lo que no soy bueno.

Me mordí el labio, sintiéndome aún más ridícula. —No, no es eso. Es... —bajé la voz, como si admitirlo en voz alta fuera el colmo—. Es sobre Casey.

La sorpresa en el rostro de Oliver fue notable, y luego se convirtió en una expresión de diversión apenas contenida.

—¿Casey? —repitió, inclinándose hacia adelante con una sonrisa burlona—. ¿La oficial? ¿La misma Casey Brooks que tienes aquí en contra de su voluntad? ¿Qué pasa con ella?

Suspiré de nuevo, sintiendo que mis mejillas volvían a calentarse. Estaba a punto de contarle uno de los momentos más embarazosos de mi vida, y no podía evitar sentirme como una tonta.

—Intenté... —hice una pausa, buscando la palabra correcta—. Intenté coquetear con ella.

Oliver me miró fijamente durante un largo segundo antes de que una carcajada escapara de sus labios. Se recostó en el sillón, riendo como si hubiera escuchado el chiste más gracioso del mundo.

—Tú... ¿coqueteando? —preguntó entre risas—. ¡Oh, Dios! Tay, no puedo imaginar eso. ¿Qué hiciste? ¿Le ofreciste comprarle un hotel o algo así?

Puse los ojos en blanco, tratando de mantener la dignidad. —No, fue... fue un cumplido, ¿de acuerdo? Algo sobre su elegancia y... bueno, ella me miró como si estuviera loca.

Oliver se secó una lágrima de risa del ojo y me miró, claramente disfrutando de mi incomodidad. —Entonces, ¿lo que me estás diciendo es que Taylor Morgan, la mujer más intimidante y poderosa que conozco, está fallando en el juego del coqueteo?

—Sí —admití, sintiendo el peso de la humillación—. No sé cómo hacerlo, Oliver. No sé cómo... seducir a alguien. No de esa manera.

La risa de Oliver se fue apagando, y aunque todavía tenía una sonrisa en los labios, su expresión se volvió más seria. Apagó el cigarrillo y se inclinó hacia adelante, mirándome con una mezcla de compasión y diversión.

—Mira, Tay, no te lo tomes a mal, pero no es que no sepas coquetear. Es que nunca has tenido que hacerlo. Tú siempre has tenido el control, en todo, y cuando se trata de relaciones... bueno, nunca has necesitado seducir a nadie. La gente simplemente te sigue, por miedo o por respeto, y tú nunca has tenido que esforzarte en ese aspecto.

Asentí lentamente. Sabía que tenía razón. Siempre había confiado en mi poder y mi influencia, no en encantos personales. Pero Casey no era como los demás. Ella no se doblegaba ante mi presencia, y eso complicaba las cosas.

—Entonces, ¿qué hago? —pregunté finalmente, mirando a Oliver con seriedad—. ¿Cómo lo hago bien?

Oliver sonrió de nuevo, pero esta vez fue una sonrisa cálida, como la de un hermano mayor dispuesto a enseñar a su hermana menor algo importante.

—Para empezar, deja de intentar ser alguien que no eres. Casey es inteligente, no se va a impresionar por halagos vacíos. Lo que necesitas es encontrar la manera de ser genuina con ella, y eso es algo que nunca has tenido que hacer antes. No se trata de decirle que es hermosa o elegante, se trata de mostrarle quién eres realmente... y dejar que vea que hay algo más en ti, algo que no todo el mundo puede ver.

Sus palabras me golpearon más fuerte de lo que esperaba. Ser genuina... ¿Cómo podía hacer eso cuando llevaba tanto tiempo usando máscaras y armaduras? Pero sabía que Oliver tenía razón. Casey no era como las demás personas que había conocido. Si quería conquistarla, tendría que hacerlo a su manera.

—Así que —continuó Oliver—, la próxima vez que estés con ella, no pienses demasiado en qué decir. Solo sé tú misma. Dale algo real, algo que nadie más le ha dado. Tal vez no sea fácil, pero será mucho más efectivo que cualquier intento torpe de coqueteo.

Lo miré, procesando sus palabras. Sabía que tenía razón, pero también sabía que sería un desafío. Nunca había sido vulnerable con nadie, y ahora tendría que abrirme de alguna manera con Casey, si quería que las cosas funcionaran.

—Gracias, Oliver —dije finalmente, sintiendo que la vergüenza se desvanecía un poco—. Nunca pensé que necesitaría este tipo de consejo.

Él sonrió, levantándose para irse. —Siempre hay una primera vez para todo, Tay. Y quién sabe, tal vez aprendas algo nuevo sobre ti misma en el proceso.

Lo vi salir, quedándome sola en el salón. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí un poco insegura. Pero también sentí algo más... una chispa de determinación. Si realmente quería a Casey a mi lado, tendría que hacer algo que nunca había hecho antes: mostrarle a alguien quién era realmente Taylor Morgan.

Era un riesgo, pero uno que estaba dispuesta a correr.

AUTORA: 

AMOOOO este lado de Taylor es tan tierna

TAYLOR: YO NO SOY TIERNA *procede a ponerse roja*

CASEY: amor si lo eres

AUTORA: ¿eh? ¿amor? ¿en qué momento? ¿cuándo paso? no entiendo nadaaaa

en fin hasta aquí este cap. muakkkkkkk besitos donde no les da el sol ;)

DANGEROUS LOVE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora