¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Era una tarde soleada en el cuartel de los Cazadores, y el ambiente estaba cargado de energía. Mitsuri había organizado una pequeña reunión, y los pilares, junto con algunos de sus discípulos, se habían reunido para relajarse y compartir historias de sus misiones.
Sanemi, que siempre prefería estar solo, se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol, observando desde la distancia cómo [T/N] charlaba animadamente con Kyojuro Rengoku. La risa de Rengoku resonaba en todo el lugar, y cada vez que [T/N] sonreía, algo en el pecho de Sanemi se apretaba.
—¡[T/N]! ¡Eres increíble! —exclamaba Rengoku, colocando una mano sobre su hombro—. Deberías venir a una misión conmigo más a menudo. ¡Hacemos un equipo fantástico!
[T/N] se sonrojó, visiblemente nerviosa por los halagos de Rengoku, pero sonrió tímidamente. —Gracias, Rengoku-san. Tú también eres un compañero increíble...
Sanemi apretó los puños al escuchar eso. El simple hecho de ver a [T/N] tan cerca de Rengoku le hacía hervir la sangre. ¿Qué está haciendo ese cabeza de fuego? ¿Por qué le está tocando el hombro como si fueran tan cercanos?, pensaba, sintiendo cómo los celos se acumulaban dentro de él.
Rengoku, con su energía desbordante, no parecía notar la tensión en Sanemi. Al contrario, continuó hablando con entusiasmo.
—Sabes, [T/N], si Sanemi no fuera tan... gruñón —dijo Rengoku, mirando de reojo al pilar del viento—, ¡seguro que te invitaría a entrenar con él también! Pero claro, él siempre prefiere entrenar solo, ¿verdad, Sanemi?
La broma de Rengoku, dicha con una sonrisa inocente, solo sirvió para que Sanemi se sintiera aún más incómodo. Sabía que Rengoku no lo hacía con mala intención, pero cada palabra que salía de su boca lo hacía sentir más expuesto, como si sus sentimientos por [T/N] fueran obvios para todos menos para él.
—Cállate, Rengoku —gruñó Sanemi, su mirada fija en el suelo, evitando hacer contacto visual con [T/N]—. No tienes ni idea de lo que estás hablando.
—¿Oh? —Rengoku levantó una ceja, divertido—. ¿Acaso me equivoqué? Vamos, Sanemi, seguro que disfrutas pasar tiempo con [T/N]. ¡Es una gran cazadora!
Antes de que Sanemi pudiera responder, otra voz se unió a la conversación.
—Es raro verte tan callado, Shinazugawa —dijo Iguro, quien se había acercado en silencio, con Kaburamaru, enroscada alrededor de su cuello—. Por lo general, no pierdes la oportunidad de soltar tus comentarios mordaces.
Sanemi lo fulminó con la mirada. —No es asunto tuyo, Iguro. ¿Qué haces aquí?
Iguro ignoró la hostilidad en el tono de Sanemi y miró hacia Rengoku y [T/N], que seguían charlando. —Parece que estás celoso de Rengoku. ¿Te molesta que [T/N] pase más tiempo con él que contigo?
—¡¿Qué?! —Sanemi levantó la voz, su rostro endurecido por la ira y la vergüenza—. ¡No digas estupideces, Iguro!
Iguro, con su habitual seriedad, hizo una pausa y luego añadió, en tono bajo pero calculado—. Es evidente, Sanemi. Kaburamaru también lo notó.
