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Sanemi entrenaba con una intensidad inhumana en un rincón apartado del bosque, sus músculos tensos y el sudor cayendo sin pausa por su rostro endurecido. Cada golpe que daba al tronco de un árbol hacía vibrar la tierra a su alrededor. Desde lejos, Tanjiro, Inosuke y Zenitsu observaban en silencio, impresionados por la ferocidad de sus movimientos.
—Nunca lo había visto entrenar así... —murmuró Tanjiro, con una mezcla de admiración y preocupación en sus ojos—. Parece que no ha tomado un descanso en días.
—Debe estar probando su resistencia —dijo Inosuke, cruzándose de brazos, pero incluso él parecía inquieto.
—No creo que sea solo eso... —intervino Zenitsu, algo tenso, mirando a Sanemi con más nerviosismo que de costumbre—. Hay algo más. Algo oscuro.
Giyu apareció de repente a un lado, silencioso como siempre, pero con un aura grave. Los tres muchachos se sobresaltaron al verlo, ya que no habían notado su presencia. Giyu no apartaba los ojos de Sanemi mientras este seguía golpeando, aparentemente ajeno a cualquier observador.
—¿Saben por qué Sanemi entrena de esa forma? —preguntó Giyu, con su habitual tono bajo y solemne.
—¿Por qué? —preguntó Tanjiro, notando el aire pesado que rodeaba a Giyu.
Giyu respiró profundamente antes de hablar.
—Lo que voy a contarles no es algo que sepa mucha gente. Es la razón por la que Sanemi odia tanto a los demonios, y también por qué nunca se detiene... Nunca se permite descansar.
Los tres lo escuchaban en silencio, mientras Giyu continuaba.
—[T/N], la Pilar del Trueno, era su pareja. Una de las cazadoras más poderosas de su generación. Era conocida por su habilidad, su destreza y su coraje en la batalla. Sanemi la amaba profundamente, aunque nunca lo mostraba delante de los demás. Ambos luchaban codo a codo en cada misión, confiando el uno en el otro como nadie más.
El viento susurraba entre los árboles mientras los jóvenes absorbían las palabras de Giyu, sintiendo el peso de la historia en el aire.
—Pero un día, todo cambió —Giyu apretó los puños, recordando con amargura—. Durante una misión para cazar a una luna superior, Muzan apareció. Sanemi no pudo protegerla. Frente a sus ojos, Muzan la convirtió en un demonio.
El silencio que siguió fue abrumador, cada uno procesando lo que acababa de escuchar. Tanjiro abrió los ojos, incapaz de imaginar el horror que Sanemi debió haber sentido. Inosuke, por primera vez, se mantuvo callado, afectado por la gravedad de lo que oía.
—Desde entonces —continuó Giyu—, [T/N] se convirtió en una de las Lunas Superiores. Y Sanemi ha cargado con la culpa de no haber podido salvarla. Ha entrenado sin descanso, intentando encontrar una forma de liberarla... o destruirla.
Zenitsu, que había estado callado hasta ahora, levantó la cabeza, con una expresión tensa en su rostro.
—Yo... también sabía algo de esto —dijo en voz baja—. [T/N] era la nieta de mi maestro, el viejo Pilar del Trueno. Él me habló de ella... de lo increíblemente talentosa que era. Siempre la describía como una guerrera invencible, pero nunca entendí por qué dejó de hablar de ella, hasta que finalmente me contó la verdad.