༄ Sentimientos Correspondidos.

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El día era fresco, con una ligera brisa que balanceaba las hojas de los árboles alrededor del campus universitario

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El día era fresco, con una ligera brisa que balanceaba las hojas de los árboles alrededor del campus universitario. Sanemi caminaba hacia su departamento, con la mente ocupada por una sola persona: [T/N]. Desde que la había conocido, algo en su vida había cambiado. Por mucho que intentara ignorarlo, el constante latir de su corazón y la manera en que sus pensamientos siempre volvían a ella lo traicionaban.

[T/N] era diferente. No era como las chicas con las que había salido antes, aquellas con las que sus interacciones eran simples y efímeras. Con [T/N] había una conexión más profunda, un deseo que iba más allá de lo físico, aunque eso también lo volvía loco. El único problema que había en todo aquello era que [T/N] y él solamente eran amigos. Muy buenos amigos que compartían un departamento juntos.

Bufó meditando los pros y contras de la decisión que estaba por tomar. Decidió que dependiendo del comportamiento que tuviera ella frente a sus acciones, haría un salto de fe. Internamente deseaba con ansias de que sus sentimientos fuesen correspondidos.

Sanemi entró a su departamento, encontrando a [T/N] sentada en su sofá, rodeada por libros de estudio. Ella levantó la vista y le dedicó una pequeña sonrisa, pero él notó la ligera tensión en su cuerpo. Sabía que estaba nerviosa, y eso solo aumentaba la electricidad en el aire entre ellos.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó ella, tratando de mantener la conversación ligera.

Sanemi se acercó lentamente, sus pasos resonando en el pequeño espacio. Se sentó junto a ella, su cuerpo inclinado hacia adelante, dejando que sus ojos la recorrieran con intensidad. No pudo evitar sonreír al ver cómo el rubor coloreaba sus mejillas.

—Bien —respondió, su voz ronca—. Pero ahora mejor.

[T/N] bajó la mirada, el calor subiendo por su cuello al sentir la cercanía de Sanemi. Él siempre había sido directo, apasionado. Esa energía salvaje que lo rodeaba era algo que la atraía desde el principio, aunque al mismo tiempo, la asustaba.

—Sanemi... —empezó a decir, pero su voz tembló.

Antes de que pudiera continuar, Sanemi acercó su mano a su rostro, deslizando su pulgar suavemente por su mejilla, obligándola a mirarlo a los ojos. La intensidad en su mirada hizo que [T/N] se quedara sin aliento.

—Dime que no sientes esto también —murmuró él, su voz baja, cargada de deseo—. Dime que no te pasa lo mismo cada vez que estamos juntos.

El silencio entre ellos se volvió denso, como si el mundo entero hubiera desaparecido, dejando solo el latir de sus corazones y la tensión que crecía con cada segundo que pasaba.

[T/N] lo miró a los ojos, luchando entre el miedo y el deseo. Sabía lo que estaba en juego. Sabía que si cruzaba esa línea con Sanemi, no habría vuelta atrás. Pero cada parte de ella lo deseaba.

Sin decir una palabra, [T/N] se inclinó hacia él, sus labios encontrando los de Sanemi en un beso lento pero lleno de pasión. Fue como encender una llama. Sanemi la atrajo hacia él con fuerza, profundizando el beso, como si hubiera estado esperando ese momento toda su vida. Su mano bajó por la espalda de [T/N], trazando su silueta con una firmeza que la hacía estremecerse.

—Llevo tanto tiempo queriéndote así... —susurró Sanemi entre besos, sus palabras llenas de urgencia—. No tienes idea de lo que me haces.

[T/N] apenas podía responder, perdida en la intensidad del momento. Cada toque, cada beso de Sanemi la hacía sentir viva, como si todo lo demás no importara. La habitación parecía haberse vuelto más pequeña, el calor entre ambos creciendo de manera abrumadora.

Sanemi la levantó, llevándola a su habitación sin esfuerzo. El sonido de la puerta cerrándose tras ellos resonó en sus oídos, pero ninguno de los dos prestó atención. No había palabras necesarias en ese momento, solo el deseo palpable que los envolvía.

Una vez dentro, Sanemi la dejó caer suavemente sobre la cama, su cuerpo cubriendo el de ella mientras sus labios volvían a encontrarse con desesperación. Cada caricia, cada beso, era una declaración de todo lo que había contenido durante tanto tiempo. Sus manos viajaban por el cuerpo de [T/N], aprendiendo cada curva, cada suspiro que ella dejaba escapar.

Pero no era solo el deseo físico lo que los unía. Sanemi, en medio de la pasión, se detuvo un momento, apoyando su frente contra la de [T/N]. Sus respiraciones eran pesadas, pero sus ojos mostraban algo más profundo.

—No solo te quiero de esta manera, [T/N] —dijo con una sinceridad que la desarmó—. Te quiero en todo. Te quiero en mi vida.

El corazón de [T/N] latía tan rápido que parecía que iba a salirse de su pecho. Ella lo miró a los ojos, viendo la verdad en ellos. Este no era el Sanemi que todos conocían, el hombre rudo y desinteresado. Este era el Sanemi vulnerable, el hombre que estaba dispuesto a darlo todo por ella.

—Yo también te quiero, Sanemi —susurró ella, antes de besarlo de nuevo, más suavemente esta vez, como una promesa.

A partir de ese momento, todo cambió entre ellos. Lo físico fue solo una parte de la conexión que los unía. Había un entendimiento profundo, una pasión que iba más allá de las palabras, más allá de cualquier cosa que hubieran experimentado antes.

Estar juntos no solo los completaba, sino que los hacía sentir como si finalmente hubieran encontrado lo que siempre habían estado buscando.

Y mientras se abrazaban bajo la tenue luz de la habitación, el mundo exterior se desvanecía, dejándolos solos en su pequeño universo, donde solo importaban ellos dos.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐒𝐇𝐈𝐍𝐀𝐙𝐔𝐆𝐀𝐖𝐀 𝐒𝐀𝐍𝐄𝐌𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora