༄ El príncipe y la Maestra.

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au medieval.

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En una era de caballeros y castillos, el reino de Valoria prosperaba bajo la protección de la familia real. El príncipe Sanemi Shinazugawa, heredero al trono, era conocido por su valor en la batalla y su carácter impetuoso. Sin embargo, tras su fachada de príncipe temido y respetado, había un corazón lleno de anhelos que esperaba ser comprendido.

Todo cambió con la llegada de [T/N], la nueva maestra encargada de enseñar a los hermanos menores de Sanemi, los pequeños príncipes y princesa del reino. Su sonrisa y su risa resonaban en los corredores del castillo como una melodía suave, trayendo una luz que iluminaba su vida gris y obligada. Desde el primer instante en que sus miradas se cruzaron, Sanemi sintió una conexión instantánea que lo sorprendió.

Mientras [T/N] enseñaba, sus ojos brillaban con pasión por el conocimiento. Sanemi, al observarla, sentía que sus propios sueños y aspiraciones comenzaban a brotar, pero a la vez, una sombra de desasosiego lo acechaba. Las charlas con ella, cargadas de risas y debates sobre los libros que leía, comenzaron a llenar su mundo de esperanza. Con cada encuentro, Sanemi se daba cuenta de que su corazón latía con más fuerza. Las preocupaciones por su compromiso con la princesa Aria se desvanecían momentáneamente, y la idea de un futuro con [T/N] empezaba a tomar forma en su mente.

Una tarde, mientras paseaban por los jardines del castillo, Sanemi expresó sus sentimientos más íntimos. La brisa suave acariciaba sus rostros, y él, con una mezcla de nerviosismo y valentía, comenzó:

—[T/N], he aprendido mucho contigo. No solo sobre historia y política, sino sobre lo que realmente quiero en mi vida. —Sanemi se detuvo, sintiendo cómo su corazón se aceleraba—. Mi vida está decidida para mí, y mi compromiso con Aria es una responsabilidad que no puedo eludir, pero... no puedo dejar de pensar en ti.

[T/N] lo miró con tristeza, comprendiendo la magnitud de sus palabras y las consecuencias que tendrían sus acciones no solamente sobre ellos, sino sobre el reino completo. Su corazón se apretó al escuchar su confesión.

—Sanemi, entiendo que estás atrapado entre el deber y el deseo. No puedo pedirte que elijas entre lo que sientes por mí y lo que debes hacer por tu reino. Solo quiero que sepas que lo que compartimos ha sido especial para mí y siempre lo guardaré en mi corazón porque al igual tú, me resulta inevitable pensar en ti.

En ese instante, ambos sintieron la carga de lo indiscutible. Sanemi deseaba más que nada poder elegir a [T/N], pero el peso de la responsabilidad era demasiado grande. La relación floreció en un amor prohibido y silencioso, lleno de miradas furtivas, pequeños besos en pasillos oscuros y una gran infinidad de palabras no dichas a tiempo.

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Los preparativos para la boda de Sanemi con la princesa Aria comenzaron rápidamente. Aunque el matrimonio era una medida política, el príncipe sabía que tendría que someterse a las tradiciones de su familia. En los días previos a la boda, el castillo estaba lleno de celebraciones, pero para Sanemi, la felicidad era un espejismo que se desvanecía en el aire.

El día de la ceremonia llegó con un esplendor deslumbrante. El castillo se adornó con flores y luces brillantes, pero en el corazón de Sanemi solo había confusión y dolor. Al encontrarse en la capilla, con el altar iluminado y rodeado de nobles, el príncipe sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

En el momento crucial, cuando el sacerdote le preguntó si aceptaba a Aria como su esposa, Sanemi sintió que su mundo se detenía. Miró hacia el fondo de la sala y sus ojos se encontraron con [T/N], quien estaba en un rincón, con el rostro pálido y una tristeza profunda en sus ojos. En ese instante, todo su ser le gritó que debía elegir el amor que había florecido entre ellos, pero al mismo tiempo, la realidad lo ató a su compromiso.

[T/N] apartó la mirada, incapaz de sostener su expresión mientras la tristeza la envolvía. Sanemi sintió como si le arrancaran el corazón de cuajo. Un mal sabor de boca se instaló entre sus dientes.

— ¿Aceptas a esta mujer como tu esposa? —preguntó el sacerdote nuevamente, y Sanemi, con el corazón quebrado y lleno de dudas, finalmente murmuró un débil y escueto "".

La palabra resonó en sus oídos como un eco de una decisión fatídica, mientras las miradas de los asistentes se posaban en él con expectación. Sintió que el amor que sentía por [T/N] se perdía en el aire, un amor que nunca podría ser expresado completamente.

La ceremonia concluyó y, aunque el festejo era en honor a su matrimonio, la alegría de Sanemi era opaca y lúgubre. Su mente estaba ocupada por la imagen de [T/N] y la elección que había hecho. Cuando se unió a Aria, la princesa sonreía, ajena a la tormenta que se desataba en el corazón de su esposo.

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Después de la boda, [T/N] decidió que era hora de irse del castillo. Sabía que su amor por Sanemi no podía ser, y el dolor era demasiado para soportarlo. En su corazón, había un vacío que ninguna enseñanza podría llenar.

Sanemi, ahora casado, intentó seguir adelante, pero su alma se sentía perdida. Las noches en el castillo estaban llenas de risas y banquetes, pero él solo podía pensar en el amor que había dejado atrás. A pesar de su compromiso, la imagen de [T/N] siempre lo perseguiría, un recuerdo doloroso que lo acompañaría mientras intentaba cumplir con sus deberes como futuro rey y esposo.

Así, el amor entre Sanemi y [T/N] se convirtió en una historia de lo que podría haber sido, un cuento de hadas con un final agridulce en una época en la que los corazones y los deberes chocaban, dejando cicatrices que nunca sanarían del todo.

Ambos seguirían adelante, llevando consigo el eco de un amor que nunca pudo ser, pero que siempre quedaría grabado en lo más profundo de sus corazones.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐒𝐇𝐈𝐍𝐀𝐙𝐔𝐆𝐀𝐖𝐀 𝐒𝐀𝐍𝐄𝐌𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora