Capítulo 62: La Casa en el Laboratorio

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El chico y Elia llegaron y se sentaron en un banco a esperar. Ninguno habló; solo se analizaban con la mirada discretamente. Elia se preguntaba por qué el chico no parecía sentir nada, y él se preguntaba por qué ella tenía un reloj en tan mal estado, debía de tirarlo ya. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando una voz resonó en el aire, ordenándoles que pasaran. Elia se paralizó; no podía ser, era la voz de Caleb. Un escalofrío recorrió su espalda al escucharla, y un miedo profundo se apoderó de ella. El chico notó su inquietud, pero no le dio importancia y entró primero.

Elia sabía que debía dejar de ser la niña débil de antes. Se paró con determinación y se dispuso a entrar. Al cruzar el umbral, ahí lo vio: con su estúpida sonrisa que guardaba maldad, el mismísimo Caleb. Sus ojos oscuros brillaban como si disfrutara de la angustia ajena. Caleb la miró y siguió sonriendo.

-Toma asiento -dijo Caleb con un tono autoritario.

Elia se sentó al igual que el chico, sintiendo cómo la tensión llenaba la habitación. Caleb comenzó a hablar, su voz era suave pero cargada de amenaza.

-Muy bien, me enteré de que ustedes dos fueron los únicos que sobrevivieron a esa ardua pelea. Los felicito, hijos -dijo, dejando caer las palabras como piedras-. Por eso quiero que formen equipo...

No pudo continuar porque Elia gritó:

-¡No quiero hacer equipo con él!

No conocía bien al chico, pero por lo que había sucedido en la pelea le tenía una gran animosidad. Además, sabía que si Caleb decidía que alguien sería equipo con otro significaba que estaban destinados a hacerlo toda la vida.

-Yo tampoco quiero hacer equipo con ella -respondió Liam con indiferencia, mirando hacia otro lado.

Elia le lanzó una mirada fulminante y él le devolvió la mirada, desafiándola en una competencia silenciosa de miradas intensas hasta que Caleb intervino:

-Es una orden; harán equipo porque yo lo digo. Han demostrado estar a las expectativas, así que preséntense... empieza tú -señaló a Elia.

Ella miró al chico y dijo:

-Me llamo Elia, poseo el poder de la telequinesis y hipnosis. Espero que no seas una molestia para mí.

Finalizó su presentación con un tono desafiante mientras sentía cómo el aire entre ellos se cargaba de tensión.

El chico continuó:

-Me llamo Liam, poseo la Hemoquinesis y no estoy aquí para hacer ninguna relación de cualquier tipo -explicó con frialdad.

Elia sintió una punzada de frustración ante su actitud desinteresada.

-Ni quería ser tu amiga...

La competencia de miradas continuó hasta que Caleb habló nuevamente:

-Ok hijo, ahora que ya se conocieron les doy un gran aviso: ya no tendrán que vivir en esas frías celdas. Ahora vivirán juntos en una pequeña casa dentro del laboratorio y todos los días tendrán misiones que requerirán su compañerismo. Eso es todo; pueden retirarse.

Elia quedó con la boca abierta; ¿tenía que soportar a ese tipo? Al igual que ella, Liam bufó de molestia; a él tampoco le agradaba la idea. Caleb les arrojó la llave de su nueva casa como si fuera un premio y un personal del laboratorio los guió hacia esta.

Al llegar, los dos entraron rápidamente en su cuarto y cerraron la puerta tras ellos sin decir una palabra más. La tensión entre ellos era palpable; ni siquiera querían verse por un segundo más. Se dejaron caer sobre las camas blandas con un suspiro profundo de alivio después de haber estado tanto tiempo en celdas frías e incómodas.

El silencio reinaba en el cuarto mientras cada uno reflexionaba sobre lo ocurrido. Elia miraba el techo, tratando de procesar sus emociones contradictorias: miedo hacia Caleb y frustración hacia Liam por su actitud distante e indiferente. En cambio, Liam observaba su alrededor con desdén; no le gustaba estar allí ni tener que depender de nadie.

Finalmente, Elia rompió el silencio:

-Esto es ridículo... No sé qué pretende Caleb al juntarnos -murmuró sin mirar a Liam.

Él giró ligeramente su cabeza hacia ella pero no dijo nada.

-¿Por qué no puedes mostrar alguna emoción? -preguntó Elia casi sin pensar.

Liam tomó aire antes de responder:

-Las emociones son una debilidad aquí -dijo con frialdad-. No tengo tiempo para eso.

Elia sintió cómo esas palabras caían pesadamente entre ellos como un muro invisible. No podía entenderlo; ¿cómo podía alguien vivir así? Sin embargo, sabía que necesitarían encontrar una forma de trabajar juntos por más difícil que pareciera.

Con ese pensamiento en mente y la incertidumbre del futuro acechando sobre ellos como sombras siniestras, ambos decidieron dejarse llevar por el cansancio del día y cerraron los ojos por fin buscando consuelo en el sueño reparador... aunque sabían muy bien que al despertar tendrían que enfrentarse a un nuevo día lleno de desafíos junto a alguien tan complicado como ellos mismos.

𝕻𝖗𝖊𝖌𝖚𝖓𝖙𝖆𝖑𝖊 𝖆 𝖑𝖆 𝖑𝖚𝖓𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora