Capítulo 8

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—Hoy en la tarde saldremos de la ciudad si es que nos apresuramos, y si tenemos suerte nos largaremos sin tener que enfrentar a los cazadores— dice Cristina mientras se coloca su mochila.

—Pides demasiado —le digo mientras tomo un poco de agua y luego la escupo para quitar el mal sabor de boca que tengo.

Todos estamos a punto de salir cuando Dan se me acerca y me extiende su mano como pidiéndome algo.

—Necesito un arma.

—Ja, claro jefe y yo necesito un buen baño, pero aquí no se cumple lo que se quiere.

—¿Cómo pretenden que me mantenga a salvo si no tengo con que?

—Teniendo mucha suerte, así es como sobrevivirás —le digo y me dirijo a la puerta, hecho un vistazo por la ventana para asegurarme que todo está libre.

—Ja ja —dice Dan en tono sarcástico—, la suerte se le tiene que acabar a todos en algún momento.

—Te daríamos una arma si es que nos sobraran —dice Cristina mientras se acerca a él—, pero como no nos sobran por el momento te daré esto —le entrega una navaja, su navaja.

—Bien —dice alzando los hombres y con una sonrisa—, esto será suficiente.

—Bueno, bueno vámonos —les digo y salimos a la calle.

Incluso amaneciendo, el calor del verano es muy duro. Avanzamos rápidamente y pronto salimos del centro y entramos a los suburbios, lo cual es bueno porque estamos demasiado cerca del puente. Las casas de aquí tienen una terrible fachada, la mayoría destrozadas o en escombros, otras solo están descuidadas por fuera. Pasamos a revisar en una casa que parece estar en buenas condiciones, pero como era de esperarse esta vacía. Los cazadores ya deben de haber limpiado todo.

Continuamos hasta que llegamos a un zona hotelera y comercial justo enfrente el puerto, y a la izquierda a unos metros, el puente. Toda la avenida del puerto esta vacía y solo hay carros barados. Tengo un muy mal presentimiento, como cuando tienes una punzada en el pecho, no sabes porque es pero simplemente tienes que hacerle caso. Instinto.

—¿Y los cazadores? —pregunto algo desconcertado.

—No lo sé pero es bueno ¿no? —dice Cristina—. Hay que ir rápido.

—De acuerdo.

Avanzamos hasta la incorporación del puente en la calle y nos colocamos detrás de un auto. Justo enfrente de nosotros hay siete cazadores, todos armados. Cinco están juntos platicando, otros dos están de guardia. Uno de cada lado del puente.

—¿Y ahora que? —pregunta Dan mientras saca su navaja.

—No sé... podemos tomar uno cada uno, yo al del otro lado y tú, Evan, al de aquí enfrente —la sugerencia de Cristina es buena. El problema es que son cazadores y con ellos no se negocia—, los sobornamos con los suyos, les diremos que lo único que queremos es cruzar el puente y tendrán que ceder, si no matamos a los suyos.

—Claro y te van a dejar pasar como si nada —le digo—. Son cazadores y ellos no negocian, si tomamos a unos de los suyos lo único que harán es darles un tiro a ellos y luego a nosotros. Son cazadores y les llaman así porque no les interesan los demás. Incluso tú sabes que fallará tu plan.

—Es la única forma y si vemos que todo sale mal les disparan tú y Dan, no se lo esperaran.

—¿Con que pistola? —le recuerda Dan.

Cristina agarra su pistola y se la da a Daniel y luego toma de su mano la navaja. Ahora el niño es el que está armado.

—Espero que tengas buena puntería —le dice Cristina a Dan.

—Por supuesto —contesta algo nervioso, como si recordara algo malo.

—Bueno vamos —dice Cristina.

—Aguarda, tu plan es una tontería, nos van a matar.

En ese momento el cazador que yo voy a agarrar se acerca más. Por un momento creo que nos ha descubierto pero no.

—No tenemos de otra, espera dos minutos y sales —me susurra y con un tono burlón me dice—. Esperemos que la suerte no se nos acabe hoy —y entonces desparece entre un fila de autos que hay en todo el ancho del puente.

«Algo va mal»

Me giro a Dan y le susurro:

—No desperdicies tiros, si te ven te matan.

—Claro, solo que... —esta examinando la pistola como si tuviera miedo de sostenerla.

— ¿Sabes como usarla? — pregunto un tanto molesto—. Dijiste que sabías como usarla, ¿Verdad?

—Las he usado antes, es solo que...

En ese momento me giro y el hombre está acercándose sigilosamente. Creo que nos ha escuchado.

—No estoy seguro de esto —dice Dan detrás de mí.

—Shhh.

Creo que ya es tiempo, eso espero. Es un plan ridículo incluso Cristina lo sabía pero que pensaba al hacer esto, intento pensar en alguna opción rápida para cambiar ese plan pero ya es tiempo y si me tardó solo conseguiré que la maten a ella, y a nosotros el tiempo también se nos agotó, el cazador enfrente de nosotros sigue acercándose más. Me preparo para saltar sobre el hombre y poder sostenerlo. Se acerca más al auto. Y después voltea atrás. Lo han llamado. Solo milésimas de segundo para salir y poner sobre el. Así que lo decido, justo ahora ya no hay otra opción, solo hacer lo que ella dijo. Y en ese momento salgo y coloco mi brazo sobre su cuello lo inmovilizo y con la otra mano le pongo la arma apuntando a su cabeza.

—No te muevas —le susurro.

Avanzo hacia los cazadores, pero ahora todos están formando una fila. Me estaban esperando.

—¡Aquí está el otro! —grita un hombre barbón y viejo y entonces deja pasar a un octavo cazador. Y el lleva a Cristina inmovilizada, con su navaja contra su cuello.

Todo fracaso. En ese momento solo me preocupo por recuperarla sin importar el puente. Volteo a ver rápidamente a Daniel. Lo encuentro asomado, impactado, viendo la escena, aterrado.

—Un intercambio —le digo al hombre barbón—, un intercambio y nadie sale herido —el hombre se empieza a reír.

—Porque razón querríamos a esa porquería —dice el hombre señalando con su pistola al hombre que tengo inmovilizado—, está mejor esta —dice y se acerca a Cristina y le quita su pelo de la cara.

—No hay razón para que nadie muera aquí —le digo algo desesperado.

—Pero mi pasatiempo es matar —dice el hombre en tono burlón—, es nuestro trabajo —dice y de un segundo a otro alza su pistola y dispara al hombre que tengo inmovilizado. Le da en la cabeza y la sangre me salpica la cara. Lo dejo caer al piso.

Me quedo en silencio. Sé lo que pasará. Volteo a ver a Dan, quiero que dispare pero él no me está viendo. Saco mi pistola y el hombre solo ríe.

—Uno mío por uno tuyo —dice mientras ve el cuerpo del cazador tirado. Muerto—. Qué lastima.

Puedo ver los labios de Cristina moviéndose sabe lo que viene y no le preocupa y es como si pudiera leer sus labios: recupera a mi hermano y protegelo al igual que a Dan.
O tal vez el es lo que yo alcanzó a interpretar. Se mantiene firme como siempre ha aparentando ser.

Entonces el hombre que tiene sujeta a Cristina desliza la navaja por su cuello.

La sangre se le escurre por su cuerpo y  el hombre la suelta. Cristina cae de rodillas y coloca sus manos intentando parar la hemorragia, pero el mismo hombre coloca una pistola en su cabeza y dispara.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora