Daniel:
Despierto recostado en el suelo frío y duro, mi cabeza palpita del dolor y siento como todo gira a mí alrededor. La luz que entra por una pequeña ventana en la pared me deslumbra, y me cuesta trabajo ponerme de pie y poder ver con claridad donde estoy. A mi alrededor solo veo muros grises de ladrillo y una puerta de madera con golpes en su superficie. La pared contraria a la de la puerta tiene una pequeña ventana en la parte superior y es la única fuente de iluminación.
Recuerdo todo lo que ocurrió, y mi primer impulso es salir corriendo, pero no tengo por dónde. Comienzo a inspeccionar el lugar y encuentro una pequeña charola de plástico en el piso, con un pequeño bote metálico y un plato con carne. Me resisto a la tentación de comer, pero conforme pasan los minutos, mi hambre sigue creciendo, hasta que por fin cedo. Me tiro al piso, sujeto el pedazo de carne, y lo muerdo. Un sabor agrio y totalmente diferente al que sería de la carne invade mi paladar. Bajo la mirada al pedazo de carne y veo como en su interior grandes manchas blancas y negras invaden su superficie y un olor a putrefacción comienza a desprenderse. Escupo la carne tan rápido como puedo, tomo el bote metálico y bebo. Un olor fuerte invade mi nariz, y un sabor salado y desagradable pasa por mi boca. Sé lo que es. Escupo todo, y después vomito sobre la charola.
Grito y después me arrastro a una esquina de la habitación, mientras los horribles sabores aún invaden mi boca. Me quedo sentado por varias horas, el frio incrementa, y no tengo nada más que mi sudadera roja para cubrirme del frio. Mis dientes comienzan a tiritar y mi cuerpo no para de temblar.
«Bien hecho Daniel, tenías que confiar. A ver si algún día aprendes.»
«Tú no sirves como ninja. No sirves para nada. Javi estaría decepcionado de ti, Evan estaría decepcionado de ti, todos estarían decepcionados de ti. Tú no sirves como ninja».
En ese momento la puerta se abre. Por mi mente cruza la idea de intentar escapar, atacar y huir, pero llego a la conclusión de que eso será inútil, y prefiero esperar el momento indicado.
— ¿Cómo estás niño? —pregunta Erik, mientras entra, tranquilo y con una sonrisa enorme en su rostro—. ¿Te ha gustado el desayuno de hoy?
Después de terminar de hablar baja la vista a la charola, casi intacta y con vomito sobre ella.
—Sabía que te gustaría —dice y después comienza a reírse—. ¿Sabes por qué hago esto niño?
—Porque estás enfermo —le contesto aún sentado en el piso.
—Puede ser —dice mientras se agacha y recoge el pequeño bote metálico lleno de orina—. O tal vez se deba al hecho de que hiciste sufrir a mis hijos antes de que murieran. ¡Dejaste delirando a uno por minutos! Y antes de que mueras me asegurare de eso. De que sufras, de que delires, de que te rindas, de que pidas piedad —me dice mientras se coloca frente a mí, y después deja caer todo el líquido del bote sobre mi cabeza, deslizándose por mi rostro. Cerrando mis ojos, apretando mis puños, conteniendo la furia—. Y entonces, cuando hayas sufrido los suficiente, te dejaré morir, tal y como le hiciste a mi familia.
Le escupo lo poco que alcance a tragar, y él solo retrocede, después se ríe.
—Niño, te vas a arrepentir de haber matado a mi familia.
—Y tú te vas arrepentir de meterte conmigo —le contesto y alzo la mirada hacia él, el cual solo comienza a reírse.
—Claro lo que tú digas —dice mientras se acerca a la puerta, y antes de cerrarla voltea a verme—. Espero que hayas disfrutado tu última comida —y después cierra la puerta.
Me quedo en silencio, sentado, intentando mantenerme fuerte. Intentando no ser débil.
La noche llega, y con ella un frío enorme, no me queda más que recostarme en el piso e intentar mantenerme caliente y crear mi propio calor, pero apenas y puedo dormir. Al siguiente día nada ocurre, no se presenta Erik, y tampoco entra nadie más, mucho menos viene a dejar alimento o bebida. Y el problema es que la sed comienza a ser mayor. Intento llegar hasta la ventana, pero está demasiado alta y demasiado delgada para que pueda salir. Intento con la puerta, pero como era de esperarse, no funciona. La noche vuelve una vez más, y es como si cada día el frío aumentara más. El tercer día se vuelve en una rutina, a excepción de que una vez más llega un bote metálico con agua sucia. Y el cuarto, cuando me quiero rendir, cuando no aguanto más sin agua y el hambre se convierte en algo insoportable, a las primeras horas de la mañana llega un poco de agua limpia y dos galletas rancias, lo consumo todo en instantes. Después me quedó sentado, esperando a que el momento perfecto llegue. Y llega.
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La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)
Ficção CientíficaTen cuidado con las sombras. Témele a los humanos. Catorce años han pasado desde que las sombras invadieron nuestro planeta. Catorce años desde que Evan hizo su promesa. Ya no queda nada y los pocos sobrevivientes restantes luchan entre ellos por se...