Capítulo 21

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No sé qué decir o hacer. Una barba bien cortada y una enorme sonrisa en el rostro de Tomás me confunden. No puede entender del todo lo que está sucediendo, y sin embargo rio de alegría, porque aunque no me parezca real, una de las personas más importantes de mi vida está aquí, y viva aún.

Estoy aquí, a un lado de él, abrazándolo fuerte, no lo quiero soltar, tengo miedo de que todo sea un sueño, y no más. Porque ahora solo importa la gente que amas, es a lo único que te puedes aferrar, y me estoy aferrando de Tomás, porque no quiero perderlo, como he perdido a todos.

–Juraba que estabas muerto –le digo mientras me separo de él, mientras espero no desmoronarme.

–Estábamos igual –me dice, su pelo negro está bien arreglado, su cara y ropa limpia, no le ha ido del todo mal–. Pero ahora que sé que no es así, me alegro y mucho.

–¿Quién es él? –Pregunta Daniel a mi lado, pero no le contesto.

–¿Tu hijo? –me pregunta Tomás, y solo me rio.

–No, afortunadamente no.

–¡Oye! Me ofendes –dice Dan con naturalidad, y solo consigue hacer reír a Tomás.

–Es mejor que nos vayamos, no ha sido muy seguro por aquí últimamente. Tenemos un lugar cerca.

Durante el camino Tomás va al frente con los otros hombres, mientras Dan me va preguntando quien es él, le cuento que es mi mejor y único amigo, que lo conocí desde el jardín de niños, y que siempre fue de las personas más importantes para mí a pesar de todo.

Después de varias cuadras y calles, llegamos a un edificio, con una valla improvisada de alambre de púas, y cuando entramos al edificio puedo reconocer que es una escuela, o lo era. Algunos pasillos están iluminados, con algunos casilleros, y en lo que antes fue salones ahora son habitaciones, en su interior hay camas y literas, trastes de comida, mujeres leyendo o jugando con niños, y si, hay muchos niños.

–Hemos tardado demasiado en construir un lugar seguro aquí, un refugio donde cualquiera pueda sentirse seguro, no ha sido fácil, y aún sigue siendo difícil cuidar a más de 40 adultos y más de 60 niños, sin embargo nos la hemos arreglado bastante bien a pesar de ser atacados un par de veces –me dice Tomás mientras avanzamos por los pasillos y Dan se detiene a ver a un par de niños, tal vez de doce u once, jugando con una pelota en un salón grande. Tomás lo ve y le dice:

–Si quieres puedes ir a jugar con ellos, son amigables, de todas formas Evan no se irá de aquí.

–¿Puedo? –me pregunta como si me pidiera permiso, y sin saber que hacer solo asiento con la cabeza.

Dan entra en el salón, y se sienta en el piso a un lado de dos niños que están jugando con muñecos y les comienza a hablar.

–Vamos –me dice Tomás y lo sigo.

Pasamos laboratorios, y un enorme patio, hasta que llegamos a una habitación enorme, con varios cubículos en ella, Tomás se dirige a uno y abre la puerta, entra y lo sigo.

–Lo que has hecho aquí es... impresionante, realmente sorprendente –le digo mientras me siento en una silla, en el cubículo solo hay una enorme ventana con cortinas, una mesa grande con mapas y hojas en ella.

Hace unos días no solo creía que Tomás estaba muerto, si no que también creía que no existían más lugares como este.

–Lo es –me dice, mientras se sienta en una silla enfrente de mi–. Nos ha llevado años construir este lugar, buscar un sistema para producir parte de nuestra comida, crear un sistema para poder salvaguardar este lugar y esta ciudad, no ha sido fácil, pero mi padre lo empezó, y yo quería continuar con ello.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora