Capítulo 20

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Llegamos a la ciudad, o lo que era una pequeña ciudad, ya que no hay edificios grandes como en las otras ciudades, o montones de autos en las calles. Los edificios son pequeños y hay muchas casas por aquí. Solo es cuestión de encontrar una para pasar la noche. El sol apenas está empezando a bajar, y con eso se empieza a sentir un poco más el frío.

–Vamos, tenemos que apresurarnos –le digo a Dan quien está un poco decaído el día de hoy.

–De acuerdo.

–¿Qué tienes? –le pregunto mientras continúo avanzando. Últimamente Dan se ha vuelto un gran compañero y amigo para mí. Tal vez Cristina suponía esto, y por eso me pidió que lo siguiera cuidando.

–Es solo que... no sé, extraño mucho a mi hermano, no me gusta recordar el día en que murió, de hecho, no logro recordar cómo fue.

–Pues solo no lo hagas y no intentes recordar, eso ya es pasado, y no tuviste la culpa.

–¿Y sí la tuve?, ¿Y sí lo mate?

–¿De qué hablas?

–¿Y sí yo quería que muriera? –me dice bajando su cara, pero con un tono de voz frío.

Sus palabras me congelan, no entiendo lo que dice y porqué lo dice, no entiendo a qué se refiere, ni porqué dice eso, pero lo que dice me congela la sangre.

–¿Qué estás diciendo?

Y antes de que me conteste escucho varias botellas caer al piso y romperse en pedazos, y después escucho muchos disparos.

Alcanzo a cubrirme antes de que las balas me alcancen. Dan está a un lado de mí, inexpresivo.

Saco mi pistola, tendremos que escapar. Pero los disparos se acaban.

–Tenemos que avanzar ahora...

Antes de que termine de hablar escucho una voz proveniente del final de la calle, es de un hombre.

–¡Los tenemos rodeados, no van a poder salir de aquí, o al menos vivos no, a no ser que salgan con las manos arriba, nos entreguen sus armas y ya veremos que es lo que pasa!

Me pongo a observar alrededor, veo a un hombre con un rifle en un edificio a un costado, es el único que veo, pero probablemente haya más. Una vez más estamos sin salida, huir es morir, sin embargo sí salimos puede que haya una pequeña posibilidad de continuar con vida.

–Vamos –le digo a Dan.

–¿Qué? –pregunta atónito.

–No nos queda de otra –me observa atentamente, así que salgo con las manos arriba, veo al hombre al final de la calle, acompañado de otros dos hombres, apuntándome.

–Bien hecho –dice el hombre, mientras Daniel se pone de pie también.

Uno de los hombres se acerca aún apuntándonos, extiende la mano y le doy mi arma y luego Dan le da la suya. Las lanza lejos y un hombre las recoge. El mismo hombre que nos quitó las armas se acerca más a nosotros y nos arrebata nuestras mochilas y las vuelve a lanzar, después me apunta en la cabeza y grita: Avancen.

Aparecen más hombres en la calle, mientras empiezan a sacar todas nuestras pertenencias de la mochila, veo el muñeco de Dan caer al piso.

«Solo actúa tranquilo»

Un hombre con una bufanda en su boca y un gorro se acerca a nosotros.

–¿Dónde están los demás? –me pregunta violentamente.

–Solo somos nosotros dos –le contesto seriamente.

El hombre suelta una pequeña carcajada.

–Acaso crees que somos tontos. ¿De dónde vienen?

–Eso no importa.

–¿Qué hacen aquí?

-Vamos hacia la resistencia militar, solo estábamos cruzando el pueblo.

–Que mala suerte tiene, esta es nuestra ciudad ahora.

El hombre se aleja, mientras otros dos que están atrás de nosotros nos ponen una pistola en la cabeza.

El hombre que nos hizo las preguntas se pone a revisar las cosas que están en el piso, una por una. Hasta que encuentra la foto de Sara. Intento resistir la furia para que no me maten.

«Deja eso idiota»

El hombre se queda observando la foto por varios segundos, hasta que se para de un brinco y corriendo llega hasta mí y pone su pistola en mi frente.

–¡¿De dónde sacaste esta foto?! –está gritando furioso, no entiendo porque.

–¿Acaso importa?, es una foto mía.

–Dime la verdad o te mato.

–Esa es la verdad –dice Dan desesperado.

–Cállate –le digo–, es una foto mía y de mi hermana, ¿hay algún problema con eso?

–¿Cómo se llaman estas personas?– Dice gritando mientras golpea la foto con un dedo. Su pregunta me sorprende y me confunde.

«¿Que demonios está pasando aquí?»

–Ese soy yo, Evan –le digo señalando con la cabeza la foto– y ella es mi hermana Sara.

El hombre comienza a reírse a carcajadas, pero no de burla, sino como de... ¿Felicidad? Se acerca a mí, se quita la bufanda y el gorro.

–Maldito infeliz, sigues vivo –me dice con una enorme sonrisa en su rostro.

Me quedo confundido, al igual que todos los que están alrededor. Tardo unos segundos en reconocer su rostro, el rostro de un persona que jure que estaba muerte, de una persona que me hacia reír, que siempre me apoyaba, hasta que se fue.

–Bajen sus armas –ordena–, es un amigo.

«Esto no puede ser cierto»

–Hace mucho que no te veía –dice Tomás mientras me abraza.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora