IX. Crudo Invierno

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Capítulo 40

Me pregunto qué es lo que hubiera pensado la humanidad sí alguien nos hubiera dicho: "Oigan, tengan cuidado, los aliens vienen, y matarán a gran parte de la humanidad, así que están en serios problemas". Probablemente nadie hubiera creído nada, y hubiéramos continuado con nuestras vidas normales, o probablemente la humanidad se hubiera vuelto loca, se hundiría en el caos y la locura. La cosa es que en ambas opciones hubiéramos estado preparados, hubiéramos tenido una oportunidad. Pero eso nunca ocurrió.

Durante años me he estado preguntado ¿Qué habría hecho sí alguien me hubiera dicho que mi mundo se acabaría, y que terminaría volviéndome en un asesino, un cazador que viaja por el planeta, y que su presa es cada individuo que se le cruza en el camino? Porque eso es lo que soy ahora, un cazador, sin rumbo alguno, solitario, que tiene como presa a cualquiera que se le interponga en el camino. Probablemente no me lo hubiera creído. Ese es el problema, la humanidad puede desconocer el problema, o tenerlo frente a sus narices, pero nunca se lo creerá, porque queremos seguir convencidos de todo lo malo es falso, queremos vivir nuestras fantasías de que todo mejorará y saldrá bien. Teníamos las naves sobre nuestras cabezas, pero teníamos la esperanza de que nada malo pasara. Patéticos. Ese fue nuestro error. Siempre ha sido nuestro error.

Despierto recostado en un árbol, cansado, adolorido, confundido, sin recordar nada y con un dolor punzante en mi cabeza que me marea. Me cuesta unos minutos poder componerme y ponerme de pie. El sol comienza a asomar sus primeros rayos de luz a través de las largas y delgadas siluetas de los árboles, sin embargo, el frio comienza a sentirse con fuerza, comienzo a temblar en unos segundos, y el vapor comienza a salir por mi boca.

Entonces recuerdo todo. Recuerdo a Héctor y a Brenda. Recuerdo las peleas y los tiroteos. Recuerdo los gritos. Recuerdo el cuerpo sin vida de Tomás en el piso. Y recuerdo a Daniel con la pistola y la sangre en sus manos.

Recuerdo cada palabra que le mencione, y aunque creí que me molestaría el recuerdo, ocurre todo lo contrario. Un vacío enorme en el estómago me corrompe con el recuerdo de cada palabra.

«Estaba equivocado sobre ti, no eres más que una inútil carga».

El sentimiento de arrepentimiento se expande por todo mi cuerpo. Lo que hice fue malo, no fue más que un ataque de ira, por algo que él no tuvo la culpa, por algo que él no quería hacer, y lo culpé por eso, y lo aleje de mí por eso. En este momento no siento enojo por lo que ha ocurrido. Siento tristeza absoluta por lo que sucedió, por todo lo que sucedió.

Me tambaleo mientras avanzo en dirección a dónde se encontraba el cadáver de Tomás. Pasan bastantes horas, o al menos eso supongo ya que no tengo mi reloj, pero por fin llego.

El cuerpo de él continua tirado en el piso, de espaldas, la sangre seca a su alrededor, y su rostro de pálido como la nieve. Cientos de recuerdos vienen a mí, pero intento dejarlos de lado para poder soportar el dolor que esto significa.

Reviso el lugar, pero no encuentro rastro alguno de que Dan estuviera aquí, o alguna pista que me pueda indicar a dónde pudo ir.

Me siento impotente, débil, agotado y furioso. Ya perdí a mi hermana, a Cristina y a Tomás, y ahora he perdido a Daniel, lo único que de verdad me importaba más que nada justo ahora. Richie me había dicho una vez que un día encontraría algo que me importe más que mi promesa hacia Sara. ¿Será que Daniel es esa persona?

Lo decido. No me rendiré, corregiré mi error, ya he cometido bastantes como para que uno más se sume a mi lista. Así que iré a buscar a Daniel, y lo encontraré. Hice una promesa cuando Cristina murió. Le hice una promesa a Daniel cuándo lo iba a dejar. En ambas prometí que no dejaría solo a ese niño.

Y no pienso romper más promesas.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora