Capítulo 44

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Daniel:

Otros dos días más caminando sin rumbo. Avanzando lento, buscando refugio cada noche o cada vez que una nevada comienza. Las provisiones están por acabarse. El agua se ha terminado y no he encontrado nada nuevo. Me cuestiono sí haberme ido ha sido lo mejor. Probablemente no, pero tampoco tenía otra alternativa viable. Mi avanzar se vuelve lento cada día que pasa. La nieve ha creado una alfombra blanca que recubre lo que alguna vez fue la tierra del bosque. Me cuesta trabajo avanzar, pero no me queda otra opción.

Durante el día encuentro un camino de concreto, cubierto por la nieve, así que decido seguirlo a ver a donde logro llegar. Avanzo lento y tembloroso, no tengo nada que me pueda cubrir del frio cada vez más intenso y tampoco puedo darme el lujo de encender una fogata al aire libre, a menos de que quiera que unas sombras me descubran.

Durante el camino me encuentro con rastros de pisadas pequeñas, y unos metros más adelante encuentro a su pequeño dueño, un conejo blanco. Cuento mis balas antes de dar un paso más y me doy cuenta que solo me quedan tres balas, no más. Comienzo a analizar todas las opciones posibles, si le disparo tendré comida, pero ya no tendré casi ninguna bala, sí no le disparo puedo intentar atraparlo, pero eso será inútil, y sí le disparo puedo tener algo realmente comestible comparado con lo que he tenido en días. Así que me quedo con la opción de comer, de todas formas, tres o dos balas probablemente no harían la diferencia. Alzo la pistola, apunto y disparo, y me pregunto sí esto entra en no matar a más inocentes. Probablemente no. Recojo el cuerpo y en ese momento escucho el ruido de unos pasos avanzando en la nieve a la lejanía. Volteo de inmediato, observo por varios segundos, pero no veo nada, sin embargo la sensación de que alguien me observa es constante.

Continúo el camino, cada vez más descuidado, mientras llevo cargando el cuerpo sin vida del conejo. En mi mente se cruza la imagen de los últimos días, la muerte de Tomás, el cómo deje sufriendo a aquel chico en el piso, el cómo le dispare a aquella niña, con la cara inocente y la fuerza de una sobreviviente. Cada vez más y más nombres y rostros se van sumando a la lista de "los inocentes que Daniel ha matado", cada vez la carga y el dolor aumenta.

Continúo por el viejo camino, hasta que a lo lejos vislumbro un pequeño edificio  en la oscuridad. Conforme avanzo más me percato de un letrero roto y viejo donde se alcanza a leer: "El mejor lugar para pasar tus vacacion... desfruta de la naturaleza como nunca ant...". Continúo y puedo vislumbrar con claridad la pequeña cabaña de madera rodeada por cientos de árboles, y a varios metros más allá logro distinguir con esfuerzos el contorno de otra cabaña. El viento comienza a soplar con una enorme fuerza, mientras la nieve comienza a caer en gran cantidad, disminuyendo en solo segundos mi visibilidad, invadiéndome un frío tremendo. No lo pienso dos veces, y decido entrar a la cabaña.

Abro con esfuerzo la vieja puerta de madera podrida y cierro la puerta luchando contra la fuerza del aire. Me cuesta trabajo poder ver algo, la oscuridad total invade el lugar. Saco mi linterna y alumbro el lugar, con la pistola en alto y comienzo a recorrerlo. Una habitación grande con una vieja cama, una cocina rustica, un pequeño baño, otra habitación más pequeña que la anterior. No encuentro nada o nadie. Regreso a la habitación principal, a dónde entre, la cuál parece que alguna vez fue una sala. Junto unos pedazos de madera que encuentro de sillas o utensilios viejos, y con ellos prendo una fogata.

Me acerco a la ventana que hay a un lado de la puerta, y la cubro con la vieja cortina ya roída que tiene. Limpio el conejo, le quito su piel y su pelaje, y escojo la parte que pondré en el fuego.

Espero varios minutos, hasta que comienzo a comer, entonces escucho un ruido que viene del porche de la cabaña. Me pongo de pie y sujeto mi pistola. Cuando estoy por llegar a la ventana escucho varios toques en la puerta de madera. Pum, pum, pum. Me alejo lentamente, mientras los golpes continúan más fuerte, de repente el pomo de la puerta gira y esta se abre.

Me voy rápido a un rincón en la oscuridad, me escondo y apunto. Un hombre entra, pasa sin apenas notarme y se dirige a la fogata, la observa por unos segundos.

—Sé que estás ahí, te he visto entrar —dice aquel hombre, mientras se aclara la voz, se transforma en una voz más fuerte y dura—. Vamos, sal chico.

Me paralizo por unos segundos del terror y decido salir. El hombre aún observa el fuego, sin voltear a verme. Avanzo lento, hasta que me coloco a unos metros detrás de él, y sorpresivamente se cuelga su rifle en el hombro y alza las manos, dejando ver que no tiene nada.

—Sé lo que estarás pensando en estos momentos —dice mientras me voltea a ver, observo su rostro ya un poco mayor, más que Evan, observo su barba corta, lleva el pelo, sí es que tiene, cubierto por un gorro negro, el cuál me recuerda al que llevaba el chico al que le dispare en el restaurante, y es de tez morena clara, ya con algunas arrugas en su rostro—. ¿Quién demonios es este tipo, y por qué me ha estado siguiendo? Y lo único que tengo que decir a mi favor es que hace días que no como, y hace días que estoy solo, y te vi solo, y con comida, y lo único que pensé fue: "Oye este chico me puede ayudar".

— ¡Deja tu arma en el piso! —le grito, intentando parecer lo más imponente posible.

Se quita el arma lentamente, mientras lo observo.

—Sí te hubiera querido matar, créeme, lo hubiera hecho hace mucho, cómo ya te dije, llevo horas siguiéndote —dice mientras deja el arma en el piso, con su otra mano saca su cuchillo.

—Aguarda —le digo mientras sujeta el cuchillo—. Quiero ver tu sangre.

El hombre toma el cuchillo y se rasga la palma de la mano, mientras hace una expresión de dolor. Saco mi lámpara y alumbro directo a la herida, puedo distinguir el rojo oscuro de su sangre. Puede que sea humano, pero después de lo ocurrido con Héctor y Brenda, ya no puedo confiar en nadie.

—Listo —dice mientras deja su cuchillo en el piso.

—Lánzalos —le digo señalando las armas con la pistola.

—Lo que tú digas niño —dice mientras empuja con el pie ambas armas. Las recojo. Me cuelgo el rifle y guardo el cuchillo.

—Ahora, ¿Podrías guardar tu arma e invitarme algo de comer? Después de todo hay suficiente para ambos, y de verdad, me estoy muriendo de hambre.

— ¿Por qué haría eso?

—Porque tengo miedo de que se te vaya el dedo y termines jalando ese gatillo, y porque de verdad, necesito algo que comer, y no creo que me vayas a dejar morir, ¿o sí? Y sí me hubieras querido matar, ya hubieras disparado.

— ¿Cuál es tu nombre? —le pregunto, mientras me cuestiono en bajar el arma o no, sí es cierto que me viene siguiendo desde hace horas, pudo matarme sin que me diera cuenta, pero no lo hizo.

—Erik, mi nombre es Erik, entonces ¿Bajarás esa arma?

Dudando, decido bajar el arma.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora