Capítulo 26

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Daniel:

«¿Qué haces?» –Me pregunto mi hermano, Javi.

«Dejándote morir» –le contesté.

Y ahora estoy aquí, con el cuerpo de Mauricio, dejándolo morir, dejándolo sufrir. Solo gime de dolor unos segundos más, antes de que su respiración ceda y su mirada se pierda.

Quiero imaginarme que él no murió por mi culpa, pero ya me harte de las mentiras, de las promesas falsas, así que sí, yo lo maté. Una muerte más por mi culpa.

Me pongo de pie mientras las luces rojas continúan parpadeando. Los disparos afuera han acabado. Ya deben de estar muertos, o ya deben haber muerto. Tengo que descubrirlo, pero el sonido de una voz desesperada me detiene, después vislumbro el rostro al que pertenece la voz. La mujer joven, con pelo rubio y levemente rizado, corre hacia mí con una expresión de terror en su rostro. Es la madre de Mauricio.

–¿Daniel? ¡¿Has visto a mi bebé?! – me pregunta exaltada y con lágrimas en sus ojos. Me sujeta del brazo. No hace falta que le conteste, porque tan solo a un metro de mí, el cuerpo de su hijo yace tirado.

Le cuesta trabajo mantenerse de pie, le tiemblan las rodillas, se agacha a su lado, mientras suelta un grito desconsolada y comienza a llorar sin control, al grado de llegarle a costar respirar. No puedo evitar llorar, porque esto fue mi culpa, solo intento reprimir lo que siento. Intento reprimir las ganas de querer gritar, de querer rendirme ahora.

«Oye, todo tiene solución, solo ayúdame» –Me dice Javi con la respiración cortada y las palabras saliendo de él con esfuerzos.

«Ya me canse de tus mentiras» –le contesté.

De repente vislumbro varias siluetas al final del pasillo, corriendo, gritando. Traen armas, y unos hombres van cargando a otros. La imagen me hace reaccionar y poner los pies en la tierra.

–¡Yo lo distraigo, corran! –grita un hombre mientras se detiene en el pasillo, solo a cinco metros de mí, tal vez un poco más. Comienza a disparar al pasillo que esta frente a él. La imagen llama mi atención, así como la atención de la madre de Mauricio. De repente un rugido fuerte y grave sale del pasillo al que el hombre está disparando y el hombre le responde con un grito. Del pasillo una silueta enorme, se abalanza contra el hombre, lo golpea con su brazo y lo lanza hasta la pared. Retrocedo unos pasos.

«Debe ser broma»

La sombra enorme sujeta al hombre que está tirado, recargado en la pared, con un brazo gordo lo alza sujetándolo de su cuello, alza su otro brazo y de un solo golpe aplasta la cabeza del hombre, y la destroza contra la pared. Deja caer su cuerpo sin cabeza.

Estoy a punto de correr cuando la madre de Mauricio se pone frente a mí y avanza hacia la parca.

–¡Oye! ¡Ven por mí maldito! –grita la mujer con una furia en su voz, la parca voltea a verla y comienza a avanzar hacia ella. La mujer saca una pistola, la alza y comienza a dispararle a su rostro con una enorme mascara metálica–. Ustedes mataron a mi hijo, y yo los mataré a ustedes malditos desgraciados –grita la mujer furiosa mientras descarga todas las balas de su pistola contra la sombra enorme.

Pero la parca no se detiene a pesar de todos los disparos, llega hasta la mujer y antes de que pueda escapar, la parca le golpea el pecho y enseguida una cuchilla enorme y larga sale de su muñeca, atravesando el pecho de la mujer. La parca gruñe y saca su cuchilla, atravesando la parte superior de su cuerpo, partiéndola en dos.

Me quedo congelado de la impresión, del miedo. Entonces la parca me ve, me tiemblan las piernas, no sé qué hacer. La parca comienza a correr hacia mí, dando grandes zancadas y pasos fuertes, y yo comienzo a correr entre los pasillos, lo más rápido que puedo, mientras la parca detrás de mí comienza a golpearse en cada esquina que gira, por la velocidad que lleva, dejando grandes marcas en las paredes por su fuerza.

La velocidad, los giros en pasillos, las luces rojas parpadeando, la parca enorme, todo me confunde, al grado de llegar a pasillos y zonas que no había visto antes. Detrás de mí la parca se comienza a quedar un poco atrás. Llego a unos pasillos totalmente oscuros, sin iluminación alguna. Me cuesta trabajo poder ver algo, pero escucho el rugido de la parca demasiado cerca y lo primero que se me ocurre es ocultarme. Avanzo tocando la pared en lo que mi vista se adapta a la oscuridad, me tropiezo con un tanque de gas en una esquina del pasillo, pero continúo, hasta que llego a un par de casilleros largos. En ese momento escucho como la parca llega a los pasillos, pero se detiene.

Y en seguida empieza un zumbido, un zumbido tan fuerte y agudo que me lastima el oído en solo segundos, y que no me deja escuchar nada. Me meto en el casillero, donde encuentro una escoba recargada en su pared. Me tapo los oídos con la esperanza de dejar de escuchar el zumbido pero es imposible. Me asomo por las rejillas del casillero, mientras tengo la pistola sujetada con mis manos.

Tengo que enfrentarla, porque justo ahora estoy acorralado, así que no tengo otra opción. El problema es que es una parca, y se ganaron ese nombre por una razón: Nadie sobrevive a ellas.

Puedo vislumbrar por las rejillas la parca grande y enorme acercarse al pasillo dónde estoy, con el zumbido de fondo y mi respiración desesperada. En ese momento la parca extiende sus manos, abarcando casi todo el pasillo, y de sus muñecas salen las cuchillas grandes, largas y curvas. Las clava en los casilleros y comienza a avanzar.

Sí me quedo muero. Si salgo muero. No hay nada que perder. Puedo escuchar el chirrido del metal contra metal, siendo partido, mientras la sombra se acerca más a mi casillero. Sí me quedo moriré partido por su cuchilla, lo mismo si salgo. Mejor dejo de lado los hechos y juego del lado de las posibilidades. Talvez pueda escapar si salgo. El metal siendo partido cada vez más cerca de mí. Es hora. Tengo que salir y enfrentarla o tratar de huir. Ya no hay opciones.

Finalmente salgo. 

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora