XII. El pozo

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Capítulo 55

Observo unos segundos la botella de agua medio llena mientras intento resistir la tentación de beber más, tengo que guardarle a Daniel. Guardo la botella en mi mochila y reviso los estantes restantes donde no encuentro nada más útil. Reviso el resto de la tienda con la linterna y no veo nada que pueda servirnos, atravieso el lugar hasta la puerta con tablas y asomo la cabeza antes de salir. La calle esta iluminada por el naranja del día, el atardecer está comenzando, y el lugar se siente fresco, el invierno se ha acabado, y la primavera está por comenzar.

Hemos tardado varias semanas en llegar hasta aquí, después de huir del pequeño pueblo que estaba en llamas en el instante en que escapamos. Varios días recorrimos el bosque, cazando, buscando cosas para comer, y éramos retrasados por las fuertes nevadas. Días después llegamos al primer pueblo, donde pudimos obtener un mapa, y desde entonces hemos avanzado todo este tiempo hasta llegar aquí.

Corro rápido por la calle con autos viejos en las aceras y basura por todo el piso, los pequeños edificios me permiten ocultarme en caso de que una esfera salga, giro en la esquina, logrando llegar a la calle en la cual se encuentra el motel en el que nos hemos quedado esta semana.

El viaje ha sido especialmente difícil después de lo que ocurrió con Erik. Daniel ha tenido una actitud bastante diferente a la que acostumbraba, es más violento, mucho más callado, apenas y habla conmigo, tiene una actitud suicida en las ocasiones en las que nos hemos enfrentado con sombras, se ha comportado muy grosero conmigo y casi siempre que me dirige la palabra todo termina en pelea, lo cual me parece demasiado raro, ese no es el niño que yo conocía, y por si fuera poco, lo encontré dos veces cortándose la mano con el cuchillo, pero lo detuve. Desde la segunda ocasión decidí quitarle su arma, y cada vez que avanzamos, nos quedamos días en el mismo lugar porque se resiste a avanzar, simplemente se queda tirado por días en el piso, durmiendo, y apenas come.

En varias ocasiones le he preguntado qué ocurre, y nunca me responde, pero sé que tiene mucho que ver con su hermano, porque mientras duerme menciona su nombre en muchas ocasiones, grita y llora desesperadamente, y ya no sé de qué otra forma puedo ayudarlo sí es tan cerrado conmigo.

Llego hasta el motel, subo las escaleras al primer piso, y antes de llegar me detengo en el pasillo y observo el lugar. Debajo, el pequeño estacionamiento con únicamente dos autos en él, en el frente, una fila de edificios de apenas tres pisos, viejos, algunos destruidos, otros casi intactos, y más allá, el sol ha comenzado a descender, pintando a todos los edificios visibles de esta ciudad con una naranja leve. Me quedo observando el paisaje, y mi mente se invade de recuerdos, el principal, Sara.

Estamos a dos semanas o tal vez tres de la resistencia, pero con el paso que llevamos, tal vez nos tardemos un mes o más. He intentado convencer a Dan de que nos apresuremos, pero pone de pretexto que no es su hermana, e incluso ha llegado a decirme que ella ya está muerta y que este viaje es en vano, lo cual me molestó demasiado, y solo contuve las ganas de darle un golpe. Me pregunto cómo es que tuvo un cambio de actitud tan radical. Me imagino que lo que vivió fue duro, incluso lo ayude a sanar las heridas de su espalda, pero no encuentro razones suficientes para que tuviera un cambio tan radical. Tal vez lo que vivió, junto con el recuerdo de su pasado fue lo que le afectó, pero no entiendo que pudo ser tan grave para que cambie tanto. En ocasiones su actitud me preocupa tanto que tengo miedo de que pretenda matarme un día de estos, pero aún no llega a ese extremo. Sacudo mi cabeza, como si intentará alejar esos recuerdos, e intento convencerme de que mejorara, solo es cuestión de tiempo.

Dejo de pensar en eso y trato de alegrarme por el hecho de que cada vez estoy más cerca de Sara, aunque en el interior el miedo de que la resistencia no exista, o de que Sara esté muerta me invade, pero decido convencerme de que aún hay posibilidades de que no sea así, después de todo Sara es mi esperanza, lo que me motiva, lo que me hace seguir, no me imagino que será de mí sí es que no logro cumplir mi promesa. No quiero pensar en eso.

Una vez mi madre me dijo que las promesas son algo valioso, una esperanza que le das a otra persona, algo por lo que luchar y esforzarse, sin importar cuál sea el resultado que le precede, me dijo que son tan importantes que no se deben hacer con intención de jugar, y que es algo que nunca debes romper, algo que nunca debes olvidar. Ahora me doy cuenta que estaba en lo correcto. La promesa de Sara me motiva y me da una razón para seguir cada día. La promesa hacía Daniel sigue en pie y me da razón para seguir con él, para querer ayudarlo a seguir adelante. Nuestras esperanzas, nuestras motivaciones, son lo que nos definen, y si nuestras esperanzas se rompen, nosotros también

Decido dejar de pensar en cosas que me confunden o me deprimen, y decido entrar con Daniel. Toco cuatro veces la puerta, para que sepa que soy yo, y luego abro con la vieja llave que encontramos en la recepción, pero la puerta se abre muy rápidamente, lo cual me desconcierta, aunque no le doy importancia. Me tuve que ver obligado a dejarlo encerrado, tengo miedo de lo que pueda hacer sí lo dejo solo, tengo miedo de que se lastime, tengo miedo de que escape y me deje solo. No quiero que eso ocurra. Abro la puerta, y lo veo de pie, dándome la espalda, enfrente de la enorme cama.

—He llegado, ya es muy tarde para seguir ¿Qué tal mañana? —le digo, mientras le doy la espalda, coloco la mochila sobre una pequeña mesa y comienzo a sacar las tres barras de galleta que encontré y el medio litro de agua que le deje.

No me contesta, todo está en silencio.

—Entonces mañana continuamos —le digo mientras me giro.

Y entonces, me quedo pasmado de miedo al ver como Daniel me está apuntando con una pistola.

La última esperanza Parte 1 (The last hope #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora