Capítulo 18: Caos en Calma

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El sol brillaba alto en el cielo, marcando una pausa en la incansable marcha de Riyo Gudako y sus servants. Tras varias horas de brutal avance, arrasando asentamientos y ciudades, el grupo finalmente decidió detenerse. El caos de la destrucción quedó atrás, al menos por el momento. Ahora, había llegado el momento de descansar, almorzar y prepararse para lo que vendría después.

En un claro tranquilo, rodeado de árboles quemados y el aire aún impregnado del olor a polvo y veneno, Gudako se sentó en una roca improvisada, mientras sus servants se dispersaban para relajarse. Apep, la enorme serpiente negra de ojos rojos, permanecía algo apartada, su cuerpo gigantesco enrollado como un depredador en descanso, pero con sus sentidos siempre alertas.

Riyo Gudako sacó de su bolsillo un pequeño saco que contenía unos cristales brillantes con forma de estrella. Los miró por un momento, disfrutando del brillo que emitían bajo la luz del día. Estos cristales, conocidos como "Hellfire of Wisdom", eran objetos de poder que Gudako había obtenido tras mucho saquear y destruir asentamientos.

Apep —llamó Gudako, su voz cargada de esa mezcla de caos y despreocupación habitual—. Te tengo algo interesante.

La serpiente gigante levantó su cabeza, sus ojos rojos brillando con una mezcla de curiosidad y cautela.

¿Qué es eso? —siseó Apep, observando los cristales con desconfianza.

—No te preocupes, —dijo Gudako mientras lanzaba uno de los cristales hacia Apep—. Vamos, pruébalo. Es un pequeño regalo de poder.

Apep dudó por un instante, pero su hambre por obtener más poder superó su escepticismo. Con un movimiento rápido, devoró el cristal. Hubo un instante de silencio, seguido por un leve resplandor que envolvió a la serpiente. Apep sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. Era sutil, pero suficiente para notar una diferencia. Se sentía más fuerte, sus escamas se endurecieron y una sensación de poder oscuro se incrementó dentro de él.

No está mal... —admitió Apep, envolviendo su largo cuerpo con más confianza.

El resto de los servants, que habían estado observando con interés, continuaron sus propios descansos. Heracles devoraba carne cruda, mientras Emiya afilaba sus armas con precisión meticulosa. Hassan de las Cien Caras parecía estar en todas partes a la vez, vigilando los alrededores por posibles amenazas.

Gudako, sin embargo, estaba completamente relajada. Tomó un bocado de lo que parecía ser una simple comida, mientras observaba cómo su pequeño ejército disfrutaba de este momento de calma en medio del caos.

Bueno, fue un buen descanso —murmuró para sí misma con una sonrisa maliciosa—. Pero pronto volveremos a la acción.

El grupo terminó su almuerzo y, sin prisa, comenzaron a prepararse para continuar su misión. El caos estaba momentáneamente en pausa, pero todos sabían que el siguiente asalto estaba a la vuelta de la esquina, y con Apep fortalecido, las cosas solo se volverían más devastadoras.

El silencio antes de la tormenta se asentó sobre el campo. Pero en las sombras, en los cielos y las profundidades del mar, las divinidades aún seguían sus movimientos, observando cómo la incursión de Gudako seguía causando estragos en su mundo.

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Omake: La Última Kunoichi

A lo lejos, en las sombras de los árboles devastados, un grupo de mamono kunoichi observaba cuidadosamente los movimientos de Riyo Gudako y sus servants. Expertas en el arte de la infiltración y el espionaje, se movían entre las ramas con una habilidad sobrehumana, sus ojos atentos al caos que se desplegaba en el campamento enemigo.

Debemos dar nuestro reporte a la Reina Mamono —susurró una de ellas, ocultando su presencia mientras seguía cada movimiento de Apep y los servants de Gudako.

Sabían que lo que estaban viendo era crucial. La fuerza descomunal de la serpiente, la manera en que Gudako manejaba su ejército y el extraño poder de los cristales que había dado a su servant. Todo debía ser comunicado. Sin embargo, no fue hasta que vieron a Gudako arrojar esos brillantes cristales que entendieron la gravedad de la situación. Esta invasión no era como las anteriores. Era mucho peor.

Debemos irnos ahora —dijo otra, con tono urgente, mientras todas comenzaban a moverse rápidamente para retirarse y entregar la información.

Pero justo cuando se preparaban para marcharse, un sonido agudo cortó el aire, una especie de silbido mortal que no pudieron anticipar.

¡Cuidado! —gritó una de ellas.

Una flecha oscura, envuelta en energía maligna, voló desde el campamento enemigo. Antes de que pudieran reaccionar, impactó de lleno en varias de las kunoichi, derribándolas al instante. Las flechas, rápidas y precisas, perforaron a dos de ellas, llevándolas a una muerte instantánea, mientras la tercera apenas logró esquivar por un margen mínimo.

Con el corazón palpitante, la última kunoichi se lanzó hacia adelante, su cuerpo moviéndose con desesperación mientras el dolor empezaba a apoderarse de ella. Sin embargo, una segunda flecha la alcanzó en la pierna, arrancándosela de un solo golpe.

¡No... puedo... morir aquí! —pensó mientras la sangre brotaba de su herida, su velocidad disminuyendo drásticamente. A duras penas, utilizando su habilidad de camuflaje y la oscuridad que la rodeaba, logró escabullirse y desaparecer en la distancia. A cada paso, la pérdida de sangre la debilitaba más.

Finalmente, alcanzó un punto seguro, aunque apenas podía mantenerse consciente. No quedaba mucho tiempo. Había perdido una pierna, y su visión comenzaba a desvanecerse. Sin embargo, sabía que tenía que cumplir con su misión. Con un último esfuerzo, continuó su escape, su cuerpo temblando y su vida pendiendo de un hilo. Pero aunque escapó, la amenaza que Riyo Gudako representaba ya había sido grabada en su carne y su sangre.

La advertencia llegaría tarde, pero la Reina Mamono sería informada... si es que la última kunoichi sobrevivía lo suficiente para dar el reporte.

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fin del capitulo y omake.

¡QUIERO MAS SAINT QUARTZ!Where stories live. Discover now