Capítulo 9: Más Caos en el Camino

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El aire alrededor de Riyo Gudako y su grupo de Servants estaba cargado de tensión, no por el miedo o la preocupación, sino por la simple expectación del caos que siempre los acompañaba. Avanzaban sin prisa, pero con un propósito implacable, y a cada paso que daban, la destrucción los seguía de cerca.

Los bandidos y mamono que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino no fueron más que obstáculos insignificantes. Cada emboscada fue recibida con una brutalidad fría y eficiente. Spartacus, con su titánica fuerza, aplastaba a sus oponentes sin dudarlo, mientras que Koyanskaya se encargaba de cualquier enemigo que intentara huir, eliminándolos con ráfagas de energía y magia que no dejaban oportunidad de contraataque.

Oberon, desde las sombras, apoyaba con sus ilusiones, confundiendo y desmoralizando a los atacantes antes de que se dieran cuenta de que sus vidas estaban a punto de terminar. Mash, a su lado, se mantenía como la inquebrantable defensa de Gudako, protegiendo a su Maestra de cualquier ataque sorpresa, aunque estos eran escasos.

Simplemente no aprenden, —murmuró Gudako mientras miraba a su alrededor, observando los restos de los bandidos que ahora yacían esparcidos por el camino.

Su búsqueda de Saint Quartz no se detenía. Todo lo que hiciera falta para obtener más de esa preciada moneda la impulsaba a seguir adelante, sin importarle el costo. Saqueaba los cuerpos de los caídos, tomando cualquier cosa que pudiera tener valor. Joyas, cristales, armas encantadas... todo servía para su propósito.

Después de varios días de avanzar sin descanso, el grupo se topó con lo que parecía ser un campamento mamono. Era más grande que cualquier asentamiento que hubieran visto hasta ahora, y la presencia de varias figuras femeninas de aspecto monstruoso indicaba que había resistencia en el lugar. Para Gudako, esto no era más que una oportunidad para obtener más recursos.

Ya saben qué hacer, —dijo, con una sonrisa maliciosa en sus labios.

Sin previo aviso, el grupo de Servants atacó el campamento con una ferocidad aterradora. Spartacus fue el primero en cargar, aplastando cualquier mamono que se interpusiera en su camino, mientras lanzaba gritos de liberación. Koyanskaya, con una elegancia despiadada, eliminaba a sus enemigos con precisos disparos mágicos, disfrutando de cada segundo. Oberon y Zhuge Liang coordinaban los ataques, generando explosiones controladas que diezmaban las defensas del campamento.

El caos reinaba en el lugar. Las mamono intentaron resistir, pero ninguna de ellas pudo igualar la brutalidad y el poder que Gudako y sus Servants desplegaron sin compasión. Cuerpos yacían destrozados, las cenizas de las mamono caían como polvo en el aire, mientras los gritos de pánico y desesperación resonaban entre los árboles circundantes.

Cuando todo estuvo terminado, el campo de batalla estaba completamente silencioso, salvo por el crepitar de los restos aún humeantes. Riyo Gudako, como siempre, caminaba con calma entre los cuerpos, revisando cada uno de ellos. Sus ojos se fijaban en todo lo que consideraba valioso: armas encantadas, gemas místicas, fragmentos de cristal, artefactos mágicos. Todo era recogido y almacenado meticulosamente, como un tesoro que la llevaría más cerca de su verdadero objetivo.

No hay nada más aquí, Maestra —dijo Emiya, guardando su arco tras haber eliminado a los últimos enemigos desde la distancia.

Perfecto. Quememos el resto y sigamos avanzando, —respondió Gudako, sin un ápice de emoción en su voz.

Zhuge Liang comenzó a conjurar nuevamente llamas mágicas que envolvieron los restos del campamento. Las últimas estructuras se derrumbaron bajo el calor abrasador, mientras las mamono derrotadas quedaban reducidas a cenizas.

Con el botín asegurado y el campamento destruido, Riyo Gudako levantó la vista hacia el horizonte. Lescatie estaba cada vez más cerca, y la verdadera batalla aún no había comenzado. Pero hasta entonces, todo lo que se interpusiera en su camino encontraría el mismo destino.

Vamos, —ordenó, y con una última mirada a la destrucción que habían causado, el grupo continuó su avance hacia su siguiente objetivo, dejando tras de sí solo ruinas y cenizas.

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FIN DE CAPITULO.

¡QUIERO MAS SAINT QUARTZ!Where stories live. Discover now