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Al llegar a la cafetería, Aika se sintió aliviada al ver que había menos gente de lo habitual. Las órdenes de chocolate caliente tenían un olor irresistible, y la visión de los colores cálidos y acogedores del lugar le daba una pequeña dosis de confort. Se acercó al mostrador, pidió su bebida de siempre y se dio la vuelta, buscando un lugar tranquilo para disfrutarla.

Mientras removía el chocolate con una cucharita, sus ojos vagaron por la sala. En una esquina, en una mesa apartada, reconoció la figura de Rikako. Estaba sola, absorta en un informe que había traído consigo, su rostro imperturbable como siempre. Sin embargo, había algo diferente en ella hoy. Aika pudo notar un leve rayo de luz en sus ojos, una chispa de concentración que contrastaba con la seriedad de su postura.

Aika sintió un nudo en el estómago. Había algo casi adorable en la forma en que Rikako se sumergía en su trabajo, como si el mundo a su alrededor no existiera. Se le antojó acercarse, pero en ese momento, Rikako levantó la vista y sus ojos se encontraron. Aika se sintió como si un rayo eléctrico hubiera cruzado la habitación.

Rikako la observó, su expresión permaneció neutra, pero Aika pudo sentir una leve suavidad en su mirada. Sin saber qué hacer, Aika desvió la vista y se sintió un poco estúpida por haberla mirado. Así que, con el chocolate caliente en la mano, se dirigió a una mesa cercana, lo suficientemente lejos como para no interrumpir a Rikako.

Mientras tomaba su bebida, no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Rikako. Era una lucha constante entre el deseo de acercarse y la necesidad de mantener las distancias. En el fondo de su corazón, se preguntaba si Rikako también pensaba en ella, si de alguna manera la había extrañado.

Finalmente, la curiosidad pudo más que el miedo. Con un pequeño suspiro de resignación, Aika se puso de pie y caminó hacia la mesa de Rikako. A medida que se acercaba, el corazón le latía más rápido, una mezcla de nerviosismo y emoción.

- Hola, Rikako. - La voz de Aika sonó más tranquila de lo que se sentía por dentro.

Rikako levantó la vista de su informe, sorprendida. La expresión en su rostro se suavizó, pero mantuvo la distancia que Aika había llegado a conocer tan bien.

- Hola, Aika. - Su tono fue neutral, pero había un toque de calidez en su voz que hizo que Aika sonriera.

- Estaba en la cafetería y pensé en saludarte. ¿Cómo te ha ido? - Aika se esforzó por sonar casual, aunque cada palabra parecía pesarle.

Rikako dejó su informe a un lado y tomó un sorbo de su bebida. Aika notó que había optado por un té, un detalle que le pareció curioso. Rikako adoraba el café según lo que recordaba, pero claro, la Rikako que recordaba ya no existía.

- Bien, supongo. Estoy revisando algunos documentos y familiarizándome con el trabajo. - La voz de Rikako era tranquila, casi como un murmullo. La dulce y suave voz que había cautivado a Aika hace ya varios años.

- ¿No es demasiado? Solo llevas una semana aquí - Aika preguntó, queriendo abrir la conversación un poco más.

Rikako encogió los hombros, volviendo a su postura más cerrada.

- Quiero hacer un buen trabajo. No quiero ser una carga para nadie.

Aika sintió que su corazón se encogía. Esa respuesta era típica de Rikako, pero había algo en su forma de hablar que la hacía parecer más vulnerable.

Sin embargo, Aika no pudo evitar recordar aquellos días de escuela secundaria, cuando Rikako solía ser tan vaga en clase. Se la imaginaba reclinada en su silla, con esa mirada soñadora, aparentemente desinteresada en todo, mientras los demás se esforzaban por seguir el ritmo.

- Recuerdo que en la escuela a veces parecías un poco distraída. - Aika no pudo evitar sonreír ante la memoria. - Siempre estabas en tu mundo, como si nada te importara.

Rikako frunció el ceño levemente, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

- Quizás estaba demasiado ocupada soñando.

Aika soltó una risa suave, sintiendo la tensión disminuir un poco. Sin embargo, al darse cuenta de lo que había dicho, se sintió un poco avergonzada.

- Bueno, si necesitas ayuda con algo, no dudes en decírmelo. - Aika ofreció, sintiendo una calidez que no había sentido en mucho tiempo.

Rikako asintió, su mirada se suavizó aún más, y Aika se sintió un poco más segura.

- Gracias, Aika.

La conversación se mantuvo en un tono ligero, pero Aika sabía que no había vuelta atrás. La relación que habían tenido a los 15 años era un recuerdo distante y, aunque había momentos donde sentía cosas, había decidido que no había futuro en lo que una vez habían compartido. La idea de reconstruir algo parecía imposible; demasiadas cosas habían cambiado entre ellas.

Aika se despidió y regresó a su mesa, sintiendo una mezcla de emociones. Había disfrutado del breve encuentro, pero el peso del pasado seguía ahí, un recordatorio constante de lo que habían sido y de lo que nunca volverían a ser. Y por sobre todo, la culpa que la comía por como habían terminado las cosas.

Con el chocolate enfriándose en su mano, se preguntó si era posible dejar atrás todo lo que había pasado.

La vida continuaba, y aunque Rikako había dejado una huella en su corazón, Aika sabía que debía concentrarse en su presente, en su trabajo, y no en lo que una vez habían sido.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora