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La música resonaba en el salón decorado con globos y luces brillantes, mientras los estudiantes celebraban su graduación. Aika, vestida con un elegante traje negro, se reía y charlaba animadamente con Suwa y Arisa, quienes la ayudaban a ajustar la corbata vinotinto que había conseguido prestada a duras penas.

Sin embargo, su alegría se desvaneció en el instante en que sus ojos se posaron en la entrada. Allí estaba Rikako, con un sencillo pero elegante vestido vinotinto que acentuaba su figura. Aika sintió una mezcla de emociones: confusión, tristeza y una punzada de traición que la hizo apretar los labios.

Rikako había prometido que no vendría. Había insistido en que la fiesta no era para ella, que prefería quedarse en casa, pero ahí estaba, sonriendo tímidamente mientras se dirigía hacia Aina. Aika trató de mantener la calma, pero no pudo evitar seguir a Rikako con la mirada, observando cómo se unía a un grupo de compañeros. Cada risa y cada movimiento de Rikako la llenaban de un profundo dolor.

A medida que avanzaba la noche, Aika se encontró en un estado de nerviosismo palpable. Finalmente, decidió acercarse a ella. Con un nudo en el estómago, se acercó a la pista de baile, tratando de aparentar normalidad.

—Hey, Rikako, —dijo Aika, intentando ocultar su nerviosismo detrás de una sonrisa forzada y un tono de voz elevado, pues la música estaba muy fuerte, sumado a eso los gritos tipicos de la hora loca—. No esperaba verte aquí, te ves bien.

Rikako giró su rostro hacia Aika, su expresión cambiando rápidamente de sorpresa a incomodidad.

—Aika... —murmuró, desviando la mirada hacia el suelo.

La tensión entre ellas era palpable. Aika sintió que cada palabra se atoraba en su garganta, pero la necesidad de hablar era más fuerte que su miedo.

—¿Cómo has estado? —preguntó Aika, notando que su voz temblaba ligeramente.

Rikako dio un paso atrás, como si estuviera buscando una salida.

—Disculpa. Debo irme, —respondió, su voz apenas un susurro.

—Espera, no puedes irte así. —Aika dio un paso hacia ella, rodeando a Rikako entre sus brazos, quedando cara a cara —. Solo... quería hablar.

Rikako se sintió atrapada, su rostro reflejando una mezcla de confusión y angustia. Aika podía ver el dolor en sus ojos, y eso la hizo querer abrazarla más fuerte, consolarla, hacer que todo lo que había pasado entre ellas desapareciera. Pero sabía que no era tan simple.

—Aika, por favor, —dijo Rikako, su voz temblorosa—. Suéltame.

Aika sintió cómo su corazón se rompía al escuchar esas palabras. Pero su instinto la empujaba a no dejarla ir tan fácilmente.

—Solo... un momento. Por favor. No me dejes así. —Sus palabras se deslizaban entre la súplica y la desesperación.

Rikako siguió forcejeando para soltarse del agarre de Aika, pero entre más lo hacía, más presión sentía.

—Aika, ya déjame— soltó Rikako, con un tono el cual denotó una furia que asustó un poco a Aika. Fue entonces cuando comprendió que era mejor dejarla ir.

—Está bien, —dijo Aika, soltando su agarre, sintiendo que el peso de la culpa la abrumaba.

Rikako miró a Aina, quien se acercó para ver qué ocurría.

—¿Qué te pasó?— preguntó Aina, lanzando una mirada de preocupación a Aika, a quien notó pálida. Al contrario de Rikako cuya cara estaba al rojo vivo.

—Aika. Nunca más quiero verla, —soltó Rikako de manera abrupta, apenas audible, pero cargada de dolor, como si estuviera repitiendo una verdad que la atormentaba. Aina se quedó helada por aquella revelación.

Con esas palabras resonando en su mente, Aika se dio la vuelta, sintiéndose perdida y llena de arrepentimiento. La culpa la consumía, y mientras se alejaba, el eco de las risas y la música se desvanecía, dejándola con el vacío de lo que una vez había sido su relación.














La música y las risas del recuerdo se desvanecieron en la mente de Rikako, pero el dolor de aquel momento permanecía vivo, como una cicatriz que nunca sanaría del todo. Se sentó en el borde de la cama, con la vista perdida en el horizonte a través de la ventana, tratando de procesar todo lo que había vivido. Aquel encuentro en la fiesta de graduación siempre la había perseguido, y las palabras que había dicho a Aina, en un arrebato de dolor y confusión, resonaban en su mente.

Sin embargo, a medida que las semanas pasaban y Aika seguía presente en su vida, algo en Rikako comenzó a cambiar. Aika no era la misma de antes; había madurado, había aprendido de sus errores y había luchado para estar a su lado. Aunque la inseguridad todavía la atormentaba, había algo en el comportamiento de Aika que la hacía cuestionar sus temores.

—No puedo seguir así —murmuró para sí misma, apretando los puños en su regazo. Sabía que aferrarse al pasado solo la mantenía atrapada en el dolor. Aika había estado allí, a su lado, sin importar lo que había sucedido entre ellas. Le había demostrado que estaba dispuesta a arriesgarse.

Rikako respiró hondo, dejando que la determinación se abriera paso a través de la bruma de sus inseguridades. Esta vez, eligió arriesgarse.

—Ya no soy una adolescente, debo lidiar con esto —se dijo en voz baja, casi como si estuviera haciéndose una promesa. Aika le había demostrado que estaba dispuesta a luchar por ella, y era hora de que ella hiciera lo mismo.

La decisión estaba tomada. Iba a hablar con Aika, y esta vez no se guardaría nada. Iba a ser honesta sobre sus sentimientos, sus miedos, y las inseguridades que aún la asediaban. No más evasivas. Era el momento de ser valiente, por una vez en su vida.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora